Católicos todoterreno
Al leer esta mañana la semblanza que tan acertadamente hacía el padre Jorge sobre los buenos colaboradores parroquiales, se me vino a la mente una expresión que me es muy querida, con la cual me gusta describir a tantos buenos colaboradores de todas las latitudes que, por gracia de Dios, me han acompañado en todos mis años de sacerdocio.
Yo los llamo CATÓLICOS TODOTERRENO. Y para que se comprenda bien lo que quiero decir, no encuentro mejor fórmula que contarles cuándo se me ocurrió por primera vez la expresión.
Fue en una capilla que estaba surgiendo en Paraná, puesta bajo la protección de Madre Teresa de Calcuta, el día en que celebrábamos la fiesta patronal.
Habíamos estado desde muy temprano y durante toda la mañana haciendo y vendiendo empanadas (para los que no son argentínos, es una de nuestras típicas comidas) para pagar las deudas contraídas en la construcción del salón.
Por la tarde era necesario limpiarlo a fondo, ya que presidiría la Misa el obispo auxiliar… y porque era nuestra fiesta, claro.
La “católica todoterreno” que inspiró este título estuvo trabajando toda la mañana, como cada sábado desde que arrancamos las tareas pastorales en ese barrio, dando catequesis al principio sin techo y sin piso…
Y luego de almorzar algo rapidito en su casa, la señora volvió al salón para dejar todo impecable: barrer, echar agua, poner sillas, ornamentar, preparar el altar, echar a los inoportunos perros que querían ingresar, etc.
La procesión era a las 17 hs y yo me fui a las 16:30 a la sede parroquial, a prepararme para la Misa. El obispo llegó en ese lapso, así que como una tarea más esa “todoterreno” tuvo que recibirlo con su habitual cordialidad, mientras, seguramente, se preguntaba sin dejar de sonreir: “¿dónde está el cura?“.
Entre todos mis desórdenes, había dejado para ese breve momento la impresión del guión de la procesión. Faltando sólo 5 minutos para la hora señalada, tomé el polvoriento camino hacia la capilla, pensando: ¿a quién se lo doy?
Llegué a Madre Teresa con las bocinas ya sobre el auto y las dos hojitas A4 en la mano, ante la mirada curiosa de los que aguardaban el inicio de todo. A la primera que vi al bajarme fue a ella -aunque podría haber sido cualquiera de las otras, porque eran varias- y le “entregué” el texto, diciéndole solamente: “tenés que guiar la procesión y cantar".
Fueron sólo dos segundos en que abrió grandes los ojos, sonrió y dijo: “bueno Padre, algo va a salir". Y mientras yo me revestía para acompañar al obispo caminando, ella subió al Wolswagen 1500, y en tres minutos arrancó, alegre y solemne a la vez, nuestra sencilla procesión…
Y aclaro por las dudas que no estoy haciendo apología del desorden o la improvisación -de los que me confieso a menudo- sino de la DISPONIBILIDAD.
De esa apertura a la Voluntad de Dios que es capaz de decir un sí a lo imprevisto sin rodeos, sin pedir explicaciones. Pasando de la más intensa actividad física -miren que se juntaba tierra en aquel salón…- a una actividad espiritual con pasmosa facilidad y fidelidad.
Para ella y desde ella me emociona hacer como una semblanza y un canto de alabanza a tantos laicos “todoterreno", que día a día gastan la vida siendo fieles en sus familias y sus trabajos, y que entregan con generosidad parte de su tiempo de descanso para servir a los demás en nuestras comunidades.
A esos laicos que son tan capaces de preparar las cosas de la Misa como de subirse a un techo a destapar una cañería;
Que pueden cantar en latín y al rato desparramarse por el piso y disfrazarse de payasos para alegrar a los niños;
Que pueden preparar una charla o una prédica con enorme solidez, y sin demasiadas vueltas acompañar a un borracho hasta su casa, o limpiar el baño que otro dejó sucio.
Que son capaces de planificar y soñar grandes cosas, y a la vez están atentos a los detalles e improvisan sobre la marcha cuando es necesario.
Y que cuando algo sale mal, o se corta la luz o falla el sonido o no vino la gente, se reponen enseguida, porque tiene los pies en la tierra - y en el barro- pero la mirada en el Cielo, y por eso nunca se quedan “empantanados". Porque no buscan el éxito o el reconocimiento, sino ser fieles, anhelando la Gloria de Dios y la extensión del Reino de Jesús.
Laicos todoterreno son aquellos que se saben adaptar a los cambios exteriores, permaneciendo siempre fieles a lo inmutable.
Que buscan la Misa y la confesión sin elegir demasiado el ministro porque han descubierto la presencia de Jesús.
Que sacan de sus corazones -ayudados por la Gracia- la susceptibilidad que paraliza y las delicadezas mundanas, y se entregan, sin dudar.
Que cuando ven una necesidad real e inmediata no pierden tiempo en quejas o exigencias, sino que, como Isaías y Jesús dicen: “aquí estoy”.
Que son capaces de trabajar con todos: con los más abiertos y los más cerrados, con los más jóvenes y los más ancianos, con los más formados y los que recién empiezan.
Quiera Dios que surjan cada día más “todoterrenos", para que nuestras comunidades sean un lugar de alegría y servicio. Verdaderos Nazareth, gracias a la presencia de Jesús, y de tantos “José” y “María",
4 comentarios
Mire, le voy a colgar un poema de una poetisa colombiana, Piedad Bonnett. Allí retrata a todo un todoterreno, el padre de ella:
BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE CON MIEDO
Mi padre tuvo pronto miedo de haber nacido.
Pero pronto también
le recordaron los deberes de un hombre
y le enseñaron
a rezar, a ahorrar, a trabajar.
Así que pronto fue mi padre un hombre bueno.
(“Un hombre de verdad”, diría mi abuelo).
No obstante,
—como el perro que gime, embozalado
y amarrado a su estaca— el miedo persistía
en el lugar más hondo de mi padre.
De mi padre,
que de niño tuvo los ojos tristes y de viejo
unas manos tan graves y tan limpias
como el silencio de las madrugadas.
Y siempre, siempre, un aire de hombre solo.
De tal modo que cuando yo nací me dio mi padre
todo lo que su corazón desorientado
sabía dar. Y entre ello se contaba
el regalo amoroso de su miedo.
Como un hombre de bien mi padre trabajó cada mañana,
sorteó cada noche y cuando pudo
se compró a cuotas la pequeña muerte
que siempre deseó.
La fue pagando rigurosamente,
sin sobresalto alguno, año tras año,
como un hombre de bien, el bueno de mi padre.
¿Me entiende lo que le quiero decir?
---
Padre Leandro
Doiraje:
Gracias por el poema! No pretendo ser exhaustivo en mi descripción.
Como menciono explícitamente en el texto, un católico "todoterreno" es alguien que vive con fidelidad su misión en la familia y en el trabajo (aspecto que subraya el texto que ud. comparte). Yo me refiero especialmente a los católicos en su colaboración con la misión pastoral de la Iglesia, en el mismo tono que el padre Jorge.
Por otro lado, el texto que ud comparte se podría bien aplicar a cualquier hombre, sea católico o no.
Bendiciones!
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