30.03.10

La Cruz, parada obligatoria

Todos los que hemos recibido el don de sabernos amados por Dios, paso previo a poder amarle, tenemos por delante un camino largo hacia nuestro destino final, que no es otro que la eternidad en compañía de Aquél que nos amó primero. Y en dicho camino, hay una estación inevitable, en la que habremos de parar varias veces: se trata de la cruz.

No hay salvación sin cruz. No hay redención sin sacrificio, sin renuncia, sin pasión. De la cruz de Cristo emana toda la gracia salvífica que Dios pone a nuestra disposición. Nuestra cruz es nada sin la Cruz del Calvario. Pero precisamente es gracias a la Cruz que Cristo llevó sobre sus hombros y en la que fue clavado, que nuestras cruces personales adquieren sentido.

Partimos de un hecho evidente. La cruz no es agradable desde un punto de vista humano. Si Cristo mismo pidió al Padre que pasara de Él ese cáliz, es normal que nosotros no nos sintamos especialmente dispuestos a pasar por nuestro propio Calvario. Pero el “hágase tu voluntad” del Señor debemos hacerlo nuestro siempre que nos encontremos ante circunstancias difíciles que, en ocasiones, parecen sobrepasar nuestra capacidad humana de sobrellevarlas.

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29.03.10

De los "¡Hosanna!" al "¡Crucifícale!"

Una de las cosas que me costaba entender siendo pequeño era el contraste entre la actitud de la población de Jerusalén cuando Cristo entró en la ciudad montado en un pollino y la que tomó pocos días después pidiendo su crucifixión a Pilatos. ¿Cómo era posible semejante cambio en tan poco periodo de tiempo? ¿acaso se les había olvidado las enseñanzas, señales y milagros del Señor? Luego he aprendido que las masas son fácilmente manejables. Tanto para lo bueno como para lo malo.

Ahora bien, no hace falta ser masa para comportarse erráticamente en las cosas de Dios. Nosotros mismos podemos pasar en muy poco tiempo de vivir alabando al Señor en nuestras vidas a alejarnos de Él. Las razones para ello pueden ser múltiples: desidia, dejadez, enfado ante unas circunstancias existenciales complejas, etc. Y sin embargo, Dios siempre permanece fiel. Siempre espera que nos volvamos a Él. Siempre nos ayuda a regresar al domingo de Ramos.

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28.03.10

No tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia

¿Quién podría mantenerse en pie si Dios no perdonara nuestros pecados? ¿quién podría evitar ser aniquilado por la santidad de Dios si su gracia no nos limpiara de todo mal? ¿cómo resistiría nuestra alma entenebrecida la luz cegadora del Altísimo si antes no hubiera sido transformada por la acción del Espíritu Santo?

No nos engañemos. Nosotros no podemos ser santos por nuestras propias fuerzas. Todo intento humano de servir a Dios sin su ayuda está destinado al fracaso. La obra de salvación es suya. La obra de la justificación es suya. La obra de santificación es suya. Y aun así, nos permite ser protagonistas de dicha obra. Incluso llegamos a ser instrumento de la salvación de otros, tal y como explica la Escritura.

La Iglesia misma, como Esposa de Cristo, hace de madre de los hijos de Dios. En unión a su Señor imparte los sacramentos, la gracia salvífica. En su seno está el tesoro de valor incalculable de la salvación. No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por Madre. Si amamos de verdad al Padre, amaremos a nuestra madre. Y a su vez, el amor a la Iglesia nos abre las puertas al amor al Padre.

Pero la Iglesia, como nosotros, necesita de la savia nueva y constante de la conversión. Sin dicha savia, el árbol se seca y los frutos mueren y se pudren antes de caer al suelo. De Cristo tenemos la promesa de que las puertas del Hades no prevalecerán, pero no que la lucha por la santidad será un camino de rosas sin espinas.

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26.03.10

Legionarios de Cristo, o qué hacer con algo fundado por un perverso

Reconozco que no me es fácil escribir sobre los Legionarios de Cristo. Salvo un caso realmente patético -patética para ser más exactos-, los pocos miembros con los que he tenido un trato personal más o menos directo me parecen fieles católicos que en muchos aspectos son ejemplares. Lo cual, dicho sea de paso, no tiene nada de particular. Ocurre lo mismo en otros movimientos religiosos dentro de la propia Iglesia. Finalmente es la gracia de Dios, y no la pertenencia a órdenes y movimientos religiosos, la que nos capacita plenamente para ser buenos cristianos.

Pero se quiera o no, los Legionarios de Cristo no son un movimiento más. En toda la historia de la Iglesia no ha existido una sola orden ni un solo movimiento religioso fundados por una persona de la que ya se tiene la certeza de que llevaba una vida de pecado incompatible, esto ha de quedar bien claro, con la condición de fiel a Cristo y su Iglesia. Una cosa es pecar ocasionalmente o incluso con cierta frecuencia, cosa que todos hacemos en mayor o menor medida. Otra muy distinta que tu vida entera sea pecado, que además lo ocultes, y que no des el más mínimo síntoma de arrepentimiento. Y eso es lo que ocurrió con el padre Maciel.

Partiendo de esa realidad que ya reconocen la actual dirección de los Legionarios de Cristo, la pregunta obvia es: ¿puede la Iglesia aceptar que en su seno haya algo fundado por un depravado de la catadura moral de Maciel? Porque, si leemos la carta del padre Corcuera y cía, ellos dicen que él fue su fundador y a la vez instrumento de Dios para llevar a cabo esa obra. Lo primero es obvio. Lo segundo, me van ustedes a permitir que ponga en duda que Dios usara a Maciel como instrumento de nada. En todo caso, Dios obró a pesar de Maciel. Y si acaso ha usado a Maciel, es en un sentido que no me parece compatible con la idea de que siga adelante algo que está tan ligado a la persona de ese sacerdote indigno. Es decir, Dios ha llegado a usar a emperadores paganos para hacer un bien a su pueblo (caso de Ciro), pero no me imagino al Señor deseando que algo que lleve su nombre -Cristo- vaya unido a quien llevaba una vida más propia de un pagano que de un cristiano.

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25.03.10

Las hienas hacen de hienas

Quieren cobrarse la pieza mayor. Que en nuestra Iglesia es el Papa. Por eso buscan, rebuscan, miran, indagan y revuelven Roma con Santiago -nunca mejor dicho lo de Roma-, para intentar encontrar algo con lo que acusar a Benedicto XVI en relación al escándalo de la pederastia de algunos sacerdotes.

El burdo intento de The New York Times roza el esperpento. Resulta que un cura yankee abusó de los críos que atendían a un colegio para sordos. Cuando llegó a Roma el caso, el pederasta estaba tan enfermo que murió a los pocos meses. Era absurdo seguir adelante con un proceso canónico cuando el procesado se estaba muriendo. Pues eso lo pinta el periódico neoyorquino como una ocultación por parte del mismísimo Benedicto XVI, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Bastaba leer la información de dicho periódico para darse cuenta que ahí no había escándalo alguno, aparte del propio abuso de ese degenerado. Hoy el padre Lombardi ha salido a aclarar lo que casi no hacía falta aclarar. Roma hizo lo que tenía que hacer. Pero es igual. Las terminales mediáticas de la progresía, incluida la religiosa, han esparcido la basura contra el Santo Padre. Viven de eso. De alimentarse de la basura. Porque son basura.

Luis Fernando Pérez