El fracaso relativo del zapaterismo
Sin la menor duda esta ha sido la peor semana para José Luis Rodríguez Zapatero desde que llegó a la presidencia del gobierno de España hace 6 años. La economía española está en situación calamitosa y Europa no tiene la menor intención de permitir que lleguemos a la situación de Grecia. Por eso, a ZP le han impuesto la obligación de reducir el déficit del estado español. Y es que eso de gastar mucho más de lo que se recauda no suele llevar a nada bueno. Pero cuando además, tu credibilidad para colocar la deuda en los mercados es más bien baja, existe el peligro de que llegue un día en que no puedas conseguir más financiación, lo que puede llevarte a una situación de suspensión de pagos. No es tanto un problema de la cantidad que debes -la deuda española, por ejemplo, es bastante menor que la de Gran Bretaña-, como de que convenzas a los que te dan dinero de que puedes devolvérselo. Cuando se fían poco de ti, tienes que ofrecer más interés por el dinero que recibes, pero si ven que eres un irresponsable, no te prestarán ni aunque ofrezcas mucho.
La UE ha creado un fondo multimillonario para garantizar la deuda de los estados, pero eso implica que se cumpla una máxima que siempre funciona: el que paga, manda. Por tanto, ZP ha dejado de tener la última palabra en la política económica. Hace lo que le manden. Se ha tenido que comer todas sus promesas de que no tocaría el gasto social y, para abrir boca, ha congelado la subida de las pensiones -excepto las asistenciales y las más bajas-, ha retirado el cheque-bebé -se daban 2.500 euros por nacimiento-, ha anunciado que los medicamentos nos van a costar más dineros a los españoles y le ha bajado el sueldo a los funcionarios un 5%, a lo que se sumará que en el año próximo no se les subirá tampoco ni un céntimo. Y lo que te rondaré morena, señores. Vendrán más medidas en esa línea. Cualquier cosa menos llevar a cabo una verdadera reforma liberadora del mercado laboral que facilite la contratación de parados y que acabe con los convenios sectoriales que ahogan a muchas empresas. Los sindicatos no se lo permitirían.