Dudas y certezas respecto al futuro de los Legionarios de Cristo
La Visita Apostólica a la Congregación de los Legionarios de Cristo ha finalizado y empiezan a verse sus primeros frutos. La nota publicada ayer por la Santa Sede confirma la condición de ser depravado del fundador, Marcial Maciel y señala que el mismo construyó un sistema de relaciones por las que pudo hábilmente “crearse coartadas, obtener confianza, confidencialidad y silencio de quienes lo rodeaban, y reforzar su papel de fundador carismático“. Es decir, ese personaje “sin escrúpulos” tuvo cómplices, que actuaron bajo su total confianza y que ocultaron sus depravaciones. Aunque la nota no lo dice, cabe esperar que dichos cómplices reciban el castigo justo que merece su ignominia. Maciel no habría llegado a lo que llegó sin el concurso de una red mafioso-eclesial de encubridores.
Con el fundador de los Legionarios de Cristo se demuestra que el tiempo pone a cada cual en su sitio. Él ya ha pasado a la historia como uno de los sacerdotes más depravados y malvados del siglo XX, que consiguió engañar no sólo a muchos fieles, en especial a los miembros de su congregación, sino también a varios papas, destacando entre ellos quizás el más grande: Juan Pablo II.
Roma reconoce que la gran mayoría de los legionarios de Cristo son “honestos, llenos de talento, muchos de ellos jóvenes, que buscan a Cristo con auténtico celo y que ofrecen su entera existencia en favor de la difusión del Reino de Dios“. Como es lógico, la Iglesia no puede dejarles a un lado. Ellos no tienen culpa de lo que hizo Maciel y sus cómplices. El Papa les muestra su aliento y su compromiso para superar la crisis.