7.03.13

Discreción cardenalicia: bien para la Iglesia aunque moleste a los periodistas

Hace unos días escribí un artículo pidiendo a los cardenales que hiciera el favor de moderarse en sus declaraciones a la prensa. Acababa el mismo de la siguiente manera:

Por tanto, si me preguntan cuál sería mi deseo de cara a lo que pueden decir los cardenales de aquí al cónclave, lo tengo claro: que hablen poco y que aprovechen la ocasión para predicar el Evangelio.

Parece que en las congregaciones cardenalicias previas al cónclave han llegado a la misma conclusión. Estábamos asistiendo a una sobreexposición mediática de purpurados poco recomendable para el momento actual de la Iglesia. Podríamos haber llenado la página de InfoCatólica solo con declaraciones de cardenales de acá y de allá. Y, sinceramente, no todas eran dignas de elogio.

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6.03.13

¿Pueden estar dos ministros con ideas tan opuestas sobre el matrimonio en un mismo gobierno?

Convendrán ustedes conmigo en que la institución familiar es -al menos todavía- la base de cualquier sociedad. Independientemente de la cuestión religiosa, tiene unos efectos civiles importantísimos. El estado está llamado a protegerla si quiere que el futuro tenga cierta estabilidad. Cuando los niños se educan en familias rotas, las consecuencias psicológicas pueden ser nefastas. En ese sentido, una legislación que facilite y promueva el divorcio es un atentado contra el futuro de cualquier nación. No hablamos ya de mantener unidas relaciones en las que existen unas condiciones inasumibles -por ejemplo, violencia-, sino que, precisamente, la ley no ayuda lo más mínimo a que la parte más afectada de una relación conyugal complicada pueda salir a flote pensando en el bien de los más inocentes: los hijos.

Cuando además el Estado se dedica a convertir en matrimonio aquello que, por razones de ley natural, jamás puede ser considerado como tal, se está minando la esencia misma de la institución familiar. Como recordó ayer Mons. Martínez Camino, secretario general y portavoz de la CEE, en España los miembros de un matrimonio han perdido el derecho legar a ser considerados como marido y mujer. Ahora son cónyuge A y cónyuge B. Y los niños adoptados también han perdido el derecho a tener un padre y una madre. Pueden pasar a tener dos padres y dos madres. Es cuestión de tiempo que se admita la poligamia, la poliandria o cualquier otra relación sentimental “variada".

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5.03.13

El ministro, el PP y el matrimonio homosexual

Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior del gobierno de España, aprovechó su charla en la embajada española en el Vaticano para manifestar su oposición al matrimonio homosexual. Y lo hizo basándose, siquiera en parte, en la ley natural que una relación entre personas del mismo sexo no es lo propio de la especie humana. Y por más leyes que aprueben los parlamentos de las democracias liberales, eso no va a cambiar. Dejando a un lado la cuestión de la valoración moral que merece según la Revelación, una relación homosexual jamás puede estar abierta a la vida. Tampoco puede ofrecer a los hijos -en ese caso adoptados- la especificidad propia del binomio padre-madre. En el caso de los matrimonios conforme a la ley natural, puede darse la circunstancia de que falte el padre, la madre o incluso los dos, pero nunca se podría dar la anormalidad de tener dos padres o dos madres.

Decir algo tan elemental ha pasado a ser considerado como un acto de homofobia. Lo que hace tan solo 20 años era una barbaridad por la práctica totalidad de las sociedades occidentales, hoy empieza a ser visto como la cosa más normal del mundo. La apostasía de Occidente implica una corrupción absoluta en la conciencia colectiva. Se ve normal que se maten a los niños antes de nacer. Se ve normal que se casen hombres con hombres y mujeres con mujeres. Se ve normal el suicidio, asistido o no, de quienes enferman gravemente o se llega a una edad en la que se pasa a ser un “estorbo” o una carga familiar. Y vayan ustedes a saber qué más barbaridades nos depara el futuro. No todas estas cuestiones tienen una gravedad equiparable. Pero todas emanan de la corrupción de sociedades que han despreciado y pisoteado las raíces cristianas que las sustentaron.

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2.03.13

Que sea alto, rubio y listo como el que más

¿Y cómo quiere usted que sea el próximo Papa?“. Esa es la pregunta preferida, al menos fija, de todos los periodistas cada vez que se les ha puesto por delante un cardenal en los últimos días. Y me temo que tendremos más ejemplos de aquí a que todos entre en el cónclave. Las respuestas, a decir verdad, no varían demasiado. Siempre hay matices. Unos purpurados destacan ciertos aspectos, y otros señalan determinadas características que creen necesarias. Ya solo falta que asome uno a decirnos que lo quiere alto, rubio y listo como el que más.

A mí este juego de declaraciones no me gusta nada. Los cardenales, faltaría más, tienen en mente lo que creen mejor para la Iglesia. Y es lógico que tengan su opinión sobre como ha de ser el próximo Papa. Pero eso lo deben de hablar entre ellos y no dar un espectáculo al mundo. Sobre todo dado el hecho de que los medios andan buscando un titular espectacular para llamar la atención. Que nadie dude que pronto sabremos qué tipo de Papa querían los purpurados. Bastará ver cuál es el perfil personal del elegido. Dado que son necesarios dos tercios para la elección, parece claro que sea quien sea, será lo que la gran mayoría quiere. Y la mayoría de los cardenales, no lo dudemos, lo que quiere es un Papa bien santo, que sea totalmente dócil al Cristo celestial, el único Pastor universal de la Iglesia. Que le represente fielmente ante el mundo. Sin ocultarlo, sin desfigurarlo en nada, sin resistir ni en lo mínimo la luz y la moción del Espíritu Santo.

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1.03.13

Y se levantó un gran llanto de todos

Hay imágenes que lo dicen todo. En la que acompaña a este post vemos a varios cardenales con rostros afligidos en la despedida de Benedicto XVI. Uno de ellos, el cardenal Rouco, no puede evitar las lágrimas. Y ello me ha recordado lo que leemos en el libro de Hechos, cuando San Pablo se despidió de los cristianos de Éfeso:

En diciendo esto, se puso de rodillas con todos y oró; y se levantó un gran llanto de todos, que, echándose al cuello de Pablo, le besaban, afligidos sobre todo por lo que les había dicho de que no volverían a ver su rostro. Y le acompañaron hasta la nave.
(Hechos 20,36-38)

Algo muy parecido a eso fue lo que millones de católicos sentimos ayer. El Papa se despedía y aunque sabemos que seguirá entre nosotros, también somos conscientes de que probablemente no volveremos a ver su rostro. O si lo vemos, será fugazmente.

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