Una polémica doctrinal que afecta a católicos y protestantes por igual
Aviso al lector. Al que le cause grave desazón lo que yo he escrito en posts pasados sobre el tema de la predestinación, la gracia, etc, mejor que no siga leyendo. No pretendo, ni mucho menos, dar una última palabra sobre estas cuestiones. Sería absurdo que así lo hiciera. Ni pretendo que sea heterodoxo el que acepta tesis que la Iglesia no ha condenado. Pero sí doy mi parecer, que es claramente a favor del tomismo, escuela de la que soy un simple aprendiz. Esa condición de aprendiz es la causa de cualquier posible inexactitud en mi lenguaje, por la que desde ya pido disculpas.
Cuestión aparte de las evidentes diferencias entre el catolicismo y el protestantismo, la polémica doctrinal más grande existente en el cristianismo “occidental” desde el siglo XVI es de carácter interno. Afecta por igual a católicos y protestantes en la cuestión de la predestinación. En el “bando” católico es la que enfrenta a las tesis molinistas con las tomistas. En el “bando” protestante enfrenta a las tesis arminianas con las calvinistas.
En mi opinión, bíblicamente hablando, no hay color. Tanto el tomismo como el calvinismo -salvo obviamente en la parte herética de su TULIP- tienen la Escritura de su parte de una manera aplastante.
Desde el punto de vista de la Tradición -con minúscula en el área protestante-, tampoco creo que debería de haber mucho debate. Santo Tomás asume y desarrolla la enseñanza de San Agustín, siendo ambos auténticas columnas de la fe cristiana (*). Molina reconoció abiertamente que se apartaba de ellos en aspectos relacionados con la forma en que se produce la predestinación, con lo cual no hay mucho que discutir al respecto. Ciertamente los jesuitas aguaron mucho las novedades y heterodoxias de Molina, para no incurrir precisamente en una condena magisterial. Lo lograron.
Y los principales teólogos protestantes han sido de forma muy mayoritaria de corte calvinista, con alguna excepción notable, caso de John Wesley.