19.01.17

Novela para "moralistas"

Estoy leyendo estos días una novelita postapocalíptica de S. M. Stirling, titulada The Sunrise Lands y parte de una larga serie en ese mismo escenario. No es gran cosa, pero resulta entretenida e imaginativa, una especie de mezcla de Battlefield Earth de Hubbard y de la serie The Guardians of the Flame de Joel Rosenberg, con guiños al Señor de los Anillos (de hecho, uno de los grupos políticos de la novela ha tomado como lenguaje propio el sindarin inventado por Tolkien).

No se trata de una novela teológica ni mucho menos, sino de una simple historia de aventuras y, hasta donde yo sé, no se ha traducido al español. En cualquier caso, no es de la novela en sí de lo que quiero hablar, sino de la frase que dice uno de los personajes y que ha llamado mi atención (el personaje en cuestión es un monje guerrero de una orden de caballería benedictina postapocalíptica):

El pecado no es malo porque te haga sentir mal (aunque debería hacerte sentir mal) sino porque es malo“.

Es una frase sencillísima, muy cercana a una tautología, pero ya me gustaría que tantos “grandes” moralistas y teólogos encumbrados que asolan estos días la Iglesia supieran al menos eso. La moral de la Iglesia no es cuestión de sentimientos sino de verdades, no se basa en sensaciones sino en la realidad del hombre creado por Dios y llamado por Él a ser santo.

En cambio, esos moralistas y teólogos de pacotilla parecen pensar que lo que importan son sus sentimientos sobre cada pecado, es decir, si a ellos les parece grave o no, si sienten alguna repugnancia al pensar en ese pecado en concreto o no. Sin darse cuenta de que, casualmente, siempre les parecen graves los pecados que no están de moda y leves o inexistentes los que sí están de moda. Dicho de otra forma, esa sensación en la que basan su comprensión de la moral no es más que una traducción inconsciente de lo políticamente correcto, de manera que una y otra vez trivializan los pecados que el Mundo postcristiano ya ha aceptado, en su aparentemente invencible y arrolladora retirada del combate moral.

No es extraño que pretendan convertir el sentimiento subjetivo en el fundamento de toda la vida moral, como ya están haciendo los obispos de Malta y de la región pastoral de Buenos Aires. Para ese viaje, no hacen falta alforjas. Si al final vas a tener exactamente la misma moral del Mundo, es más fácil no ser cristiano y se ahorra uno un montón de molestias.

Y digo yo: ya que es evidente que no leen a Santo Tomás ni a San Alfonso ni la Veritatis Splendor, ¿no podrían al menos leer novelas? Quizás aprenderían algo.

10.01.17

La apostasía de la razón

No creo que sorprenda a nadie si digo que el pecado típico de nuestra época es la apostasía. Los católicos han abandonado y siguen abandonando la fe por millones. Muchos de ellos lo habrán hecho sin culpa propia, por supuesto, como resultado de la mala catequesis y el mal ejemplo recibido, pero eso no quita que el pecado objetivo de nuestra generación sea enorme: nuestro mundo vomita la fe, reniega de Cristo y se arroja en brazos de ídolos menos exigentes, como el bienestar económico, la ecología o la democracia, entre tantos otros.

A esto hay que añadir, como también sabemos todos, que muchos han abandonado la fe pero permanecen en la Iglesia como apóstatas silenciosos, más o menos conscientes de su propia apostasía. Por desgracia, uno también se encuentra con clérigos en esa situación, a menudo amargados por la contradicción en la que viven. El daño que esto hace a la Iglesia es enorme, porque los catequistas, padres, vecinos y clérigos que no tienen fe inevitablemente tienden a destruir la fe por donde pasan, sembrando todo de sal para que no vuelva a crecer nada durante generaciones.

Supongo que esto bastaría para un artículo enjundioso, porque la apostasía masiva es una herida terrible para la Iglesia, pero me temo que va unida a otro problema no sé si más grave, pero sí más básico: la apostasía de la razón.

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5.01.17

Si Lutero fuera testigo del Evangelio, los católicos seríamos testigos del Anticristo

Veo que el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos se reafirma en llamar a Lutero “testigo del evangelio”. Es ley de vida: cuando uno cree que ya ha visto todos los disparates del mundo, siempre hay alguien que le sorprende.

No hace falta pensar mucho para darse cuenta de que decir que Lutero fue un testigo del Evangelio es lo mismo que decir que lo que proclamaba era cierto, al menos en esencia. Si no se quiere decir eso, es que las palabras utilizadas no significan nada y, en vez de hablar, lo que se está haciendo es emitir ruidos sin sentido, gruñidos animales propios de quien ha abandonado la razón, sustituyéndola por lo políticamente correcto.

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3.01.17

El santo Nombre de Jesús

Hoy la Iglesia conmemora el santísimo Nombre de Jesús, una fiesta que siempre me ha parecido preciosa y especialmente tierna, propia de cristianos que se han hecho como niños por la gracia de Dios. Como enseña la Escritura, no se nos ha dado otro nombre bajo el cielo que pueda salvarnos.

Decía San Bernardino de Siena:

“Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los patriarcas, esperado con ansiedad, demandado con gemidos, invocado con suspiros, requerido con lágrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia. No pienses en un nombre de poder, menos en uno de venganza, sino de salvación. Su nombre es misericordia, es perdón. Que el nombre de Jesús resuene en mis oídos, porque su voz es dulce y su rostro bello.

¡Oh nombre glorioso, nombre regalado, nombre amoroso y santo! Por ti las culpas se borran, los enemigos huyen vencidos, los enfermos sanan, los atribulados y tentados se robustecen, y se sienten gozosos todos. Tú eres la honra de los creyentes, tú el maestro de los predicadores, tú la fuerza de los que trabajan, tú el valor de los débiles. Con el fuego de tu ardor y de tu celo se enardecen los ánimos, crecen los deseos, se obtienen los favores, las almas contemplativas se extasían; por ti, en definitiva, todos los bienaventurados del cielo son glorificados".

Para celebrar este día, invito a los lectores que lo deseen a recitar las letanías del santo Nombre de Jesús:

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30.12.16

Las influencias de Leonardo Boff

Confieso que no suelo leer a Leonardo Boff, porque no me sobra el tiempo como para perderlo con seudomisticismos más bien superficiales. El día de Navidad, sin embargo, aparecieron unas declaraciones suyas especialmente interesantes, en una entrevista concedida al periódico alemán Kölner Stadt Anzeiger.

Antes de continuar, me gustaría advertir a los lectores que probablemente no convenga dar una fiabilidad absoluta a las palabras de don Leonardo, ya que es muy posible que, como se dice en España, esté llevando el agua a su molino. Es decir, que exagere o incluso deforme las cosas pro bono suo.

Aunque la entrevista tiene más cosas interesantes de las que quizás podamos hablar otro día, creo que lo más llamativo es que el Sr. Boff afirma que el Papa pidió su colaboración cuando estaba escribiendo la encíclica Laudato Si sobre la ecología y que lo cita en ella:

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