9.02.21

Ateos creyentes

En toda mi vida, nunca he conocido a un ateo que no creyera en Dios. A ninguno. Incluidos los que aparecen de vez en cuando por este blog. Puede que existan, pero yo no he visto ninguno.

No me entiendan mal. No quiero decir que estén mintiendo al decir que son ateos. Al menos no nos mienten a nosotros, pero sí podría decirse que, de alguna manera, se mienten a sí mismos. De nuevo, por favor, no me entiendan mal. No estoy diciendo que sean malas personas. Al contrario, esta extraña contradicción permanente viene de que son, en general, buenas personas.

Intentaré explicarme. Los ateos modernos, por razones históricas y especialmente la pesada herencia cientifista y marxista que se ha convertido en el sustrato de la mayor parte del pensamiento moderno, son casi sin excepción materialistas. Pero, llamativamente, a la vez que pretenden ser materialistas, en cada una de sus frases niegan tajantemente el materialismo y, con él, su propio ateísmo. Es una paradoja que los buenos chestertonianos encontrarán deliciosa, aunque temo que a los propios ateos les resulte algo irritante.

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26.01.21

La Iglesia, inigualable y única

“No hay, ni ha habido nunca sobre la tierra, una obra humana que tanto merezca ser analizada como la Iglesia Católica. La historia de esa Iglesia une las dos grandes eras de la civilización humana. No hay otra institución que aún perviva y que lleve nuestro pensamiento a la época en que el humo de los sacrificios se elevaba desde el Panteón y las jirafas y los tigres saltaban en el Coliseo. Las más orgullosas dinastías reales apenas son cosa de ayer en comparación con la sucesión de sumos Pontífices. Esa sucesión retrocede de forma ininterrumpida desde el Papa que coronó a Napoleón en el siglo XIX al Papa que coronó a Pipino en el VIII, pero la augusta dinastía se extiende mucho más allá de la época de Pipino, hasta perderse en la penumbra de la leyenda. La república de Venecia la sigue en antigüedad, pero la república de Venecia era moderna en comparación con el Papado y, además, la república de Venecia ha desaparecido y el Papado permanece.

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16.01.21

«Herejes son una manera de gente loca»

Herejes son una manera de gente loca que se esfuerza por escatimar las palabras de Jesucristo, y darles otro entendimiento distinto de aquel que los padres santos le dieron y que la iglesia de Roma cree y manda guardar. […] Dignidad ni oficio público no debe tener el que fuere juzgado por hereje, y por ello no puede ser papa ni cardenal ni patriarca ni arzobispo ni obispo ni puede tener ninguna de las otras honras y dignidades que pertenecen a la iglesia. Otrosí decimos que el que fuese no puede ser emperador ni rey ni conde ni duque ni debe tener ningún oficio ni lugar honrado de aquellos que pertenecen a señorío seglar. Y aun decimos que si fuere probado contra alguno que es hereje, que debe perder por ello la dignidad que antes tenía”.

Alfonso X el Sabio, Siete partidas, siglo XIII

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No hace falta volver a inventar la rueda a cada rato. Los cristianos de hace ocho siglos ya sabían dos cosas que, de alguna forma, parece que hemos olvidado.

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12.01.21

Negacionismos suicidas

El Papa ha declarado recientemente que no ponerse las nuevas vacunas contra el COVID-19 es “negacionismo suicida”. Obviamente, pontificar sobre los pros y los contras médicos de una vacuna no entra dentro de la competencia del Sucesor de Pedro, así que podemos prescindir con la conciencia tranquila de esa opinión personal suya y utilizar otro tipo de criterios para dilucidar esa cuestión. En cualquier caso, no es de la epidemia ni de la vacunas de lo que quiero hablar, porque no son temas apropiados para este blog, sino de esa categoría de negacionismo suicida.

Al margen de la desconfianza que pueda suscitar en los lectores sensatos el uso cada vez más frecuente del término negacionista, que resulta más bien propagandista e ideológico que descriptivo, creo que el Papa ha dado ahí con una categoría que podría resultar fundamental para la vida de la Iglesia. Veamos algunos ejemplos que quizá el Santo Padre podría desarrollar en una nueva encíclica.

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31.12.20

La curiosa paradoja argentina

Si alguna vez Chesterton y Castellani, dos de los grandes maestros católicos del siglo XX, recibieran un título al estilo de los antiguos doctores escolásticos, sería sin duda el de Doctores paradoxorum, los maestros de las paradojas. Ambos recurrían frecuentemente a la paradoja para que su extrañeza despertara a un mundo aletargado por el aburrimiento, la rutina y el pecado. A fin de cuentas, nada suscita más el interés que un enigma que parece imposible de resolver. Como explicaba Chesterton, una paradoja es una contradicción, pero solo aparente, que tiene la capacidad de revelar una verdad más profunda a quien la descifra.

En honor de ambos ilustres pensadores, el británico y el argentino, me gustaría señalar a la atención de los lectores una curiosa paradoja observada estos días en la Argentina, para ver si nos ayuda a encontrar esa verdad profunda que quizá se nos escapa.

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