17.09.08

En la otra punta del mundo

Alejandro, lector y comentarista del blog, me ha mandado, desde Sevilla, su experiencia en la peregrinación a Sidney al encuentro con el Papa.

Espero que les guste.

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Mi nombre es Alejandro, tengo 19 años y estoy en una comunidad Neocatecumenal en Sevilla. Quiero compartir con vosotros mi experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró este verano en Australia.

En mi parroquia la peregrinación empezó hará cosa de un año, ya que teníamos que trabajar para poder pagar los más de tres mil euros que costaba el viaje. En este tiempo veía cómo el Señor iba por delante quitando obstáculos, lo que para mí fue un signo clarísimo de que Dios me estaba esperando en la otra punta del mundo, allí donde no tenía nada en lo que refugiarme, en la precariedad de la peregrinación.

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16.09.08

Menos galleguización y más evangelización

Me ha hecho gracia ver la forma en la que El Correo Gallego ha definido a la famosa Romaxe que se celebra cada año en Galicia, esa mezcla de celebración cristiana disidente, mitin político nacionalista y merienda campestre. El periódico la definió como “unha eucaristía exenta de xerarquías eclesiásticas e con propósito galeguista”.

Resulta sorprendente la cantidad de despropósitos que pueden acumularse en una pequeña frase, como fiel reflejo de los despropósitos que, a su vez, acumulan las Romaxes. En primer lugar, una eucaristía nunca puede estar “exenta de jerarquías”. Por su propia naturaleza, la misa implica siempre al entero pueblo de Dios y, especialmente, al ministerio jerárquico y, en particular, al Papa y al obispo de la diócesis. De hecho, sin sacerdotes no puede haber eucaristía y, aunque a algunos les fastidie, los sacerdotes son “jerarquía".

En segundo lugar, una eucaristía no puede tener “propósito galleguista”. La eucaristía es, a la vez, “la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre”. Es cierto que puede celebrarse la eucaristía con ocasión de un acontecimiento u otro, como un fallecimiento, una fiesta, una reunión de un grupo cualquiera, pero el fin de la eucaristía siempre es el mismo: dar culto en comunidad a Dios y recibir de él la salvación, participando del Cuerpo y la Sangre de su Cristo y uniéndonos a su Pasión, su Resurrección y su ofrecimiento al Padre.

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15.09.08

Por las calles de Australia

Una chica de mi parroquia, Lucía, me ha enviado estas líneas sobre su experiencia en la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney.

Me gustaría señalar lo bien que ha hecho Lucía al enmarcar su experiencia del Encuentro en Australia con su situación anterior aquí en Madrid. Las peregrinaciones y los encuentros son momentos de una gracia especial de Dios, pero no están aislados, sino que forman parte de una larga y continua Historia de Salvación que Dios mantiene con cada uno y que dura desde que nacemos hasta que morimos.

También me ha llamado la atención la imagen de los cientos de miles de jóvenes que fueron a Sidney, anunciando el evangelio por las calles en pequeños grupos, por toda Australia. Sin duda, este verano habrá sido un tiempo especial de gracia y de ánimo para toda la Iglesia Australiana, como querían el Papa y el Cardenal Pell.

Los propios jóvenes que participaron en el Encuentro y en la evangelización de los días anteriores y posteriores pudieron experimentar el gozo que se siente al anunciar a Cristo. Lucía da una buena muestra de ello con este testimonio que no es más que otra forma de compartir su fe con el mundo entero.

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14.09.08

Es mentira, no está vacía

Hoy no voy a hablar de mentiras de políticos o periodistas poco escrupulosos, sino de algo mucho más antiguo y, paradójicamente, aún más actual. Se trata de una mentira con mucha solera, que lleva engañando a los hombres desde que el mundo es mundo.

Es una mentira muy sencilla, pero terriblemente dañina. El demonio es el Príncipe de la Mentira y sabe perfectamente dónde está tu punto débil. Se limita a sugerir, cuando estás sufriendo, que la cruz está vacía. Es decir, que estás solo con tu dolor, que tu sufrimiento no le importa a nadie, que no tiene ningún sentido. Tu matrimonio se rompe y a nadie le importa. Tienes una enfermedad grave y, a pesar de las condolencias de tus amigos, el que sufre eres tú y sólo tú. Tus defectos, tus complejos y tus fracasos, que tanto te hacen sufrir, te separan de los demás y por eso los ocultas, los escondes, te avergüenzas de ellos y los tienes que soportar en solitario. Pierdes tu trabajo, suspendes tus exámenes después de haber estudiado, fracasas en tus metas y todo eso, ¿para qué? No tiene sentido. Te mueres solo, angustiosamente solo…

Es fácil sacar la conclusión lógica de esta falsa premisa. Si no hay nada peor que el sufrimiento, para evitar el sufrimiento habrá que hacer lo que sea necesario: mentir, engañar, pisotear al prójimo, adulterar, robar, explotar a otros, fornicar, derrochar, drogarse, suicidarse… cualquier cosa, sea lo que sea, con tal de no sufrir. Así vive el mundo entero y así viven los cristianos que se han dejado engañar.

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4.09.08

Audacia, milagros y unos ojos grandes

Un par de días después, siendo domingo, fuimos a Misa por la mañana a la Catedral de Lugo, dedicada a Nuestra Señora.

Muchas cosas me gustaron de esta Catedral que es ahora la sede de Monseñor Carrasco Rouco, quien hace tiempo fue profesor mío y del cual guardo un grato recuerdo. Algunos pequeños detalles me parecieron muy oportunos, como las pequeñas octavillas colocadas en lugares estratégicos y que ayudaban a rezar o enseñaban qué hacer para confesarse bien. También me agradó ver que los letreros, avisos e inscripciones en castellano, gallego, latín o inglés, según los casos. Un entrañable revoltijo de lenguas, sin orden ni concierto, propio de quienes quieren, ante todo, comunicar un mensaje importante por todos los medios posibles, sin preocuparse de ideologías políticas.

Tanto mi mujer como yo pudimos confesarnos con un cura simpatiquísimo, que, además de darme buenos consejos, me contó entre risas que había dejado de fumar un día que pasaba por mi barrio de Madrid y que estuvo a punto de chocarse con el coche por ir pendiente de encontrar un estanco. Me encanta ir, siempre que puedo, a confesarme con mi mujer, porque pienso que es una buena forma de reforzar nuestra alianza matrimonial, que se fundamenta en la gracia de Dios (además de que, probablemente, mi mujer le cuente detalladamente mis pecados al cura, con lo que no hay problema si me olvido de algo).

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