Carmina Catholica
Me han pedido un par de veces que explique el contenido de mi libro Carmina Catholica, publicado en Vita Brevis, así que, a riesgo de hacerme publicidad a mí mismo, contaré un par de cosillas. A fin de cuentas, varios de los poemas del libro tuvieron su origen en este blog.
Empezaré explicando el nombre de Carmina catholica (pronunciado cármina). Creo que es necesario porque, cuando se enteró mi mujer, me dijo algo así como: “con ese título tan friki no lo va a leer nadie”. Y muy probablemente tenga razón. En cualquier caso, significa, en latín, “versos católicos” o “cantos católicos”. Son poemas de tema religioso en su mayor parte, pero no en su totalidad. Es decir, son católicos en el sentido de que forman parte de una manera católica de ver la realidad. Además, la mayoría han sido escritos durante el pasado año, así que también podrían denominarse “versos infocatólicos”.

Hablábamos ayer de la ingeniería social que sufre nuestro país y, en general, otros muchos países: ideología de género, “progenitor 1 y 2″, des-educación sexual, divorcio express, eliminación del Libro de Familia, religión relegada al ámbito privado, “matrimonio” homosexual con adopción incorporada, cierre de las agencias católicas de adopción, aceptación legal o tolerancia de la eutanasia, relativismo moral, etc.
Ayer, para mi sorpresa, un comentarista dijo que las antiguas costumbres católicas como la de escribir 20+C+M+B+10 en las puertas el día de la Epifanía habían sido prohibidas por el Concilio Vaticano II, por no ser suficientemente “humanizadas”, “comunitarias” y “sociales”. No sé muy bien qué concilio será ése, porque no tiene nada que ver con el real. Siempre me ha llamado mucho la atención que los que piden que se “democratice” la Iglesia tienden a ser los mismos que desprecian la piedad popular, pero ya sabemos que la lógica no es una de las características propias de nuestro tiempo.
Ayer, en la homilía de la fiesta de la Sagrada Familia, el abad del Valle de los Caídos habló de que Europa está encaminada a un “suicidio moral”. Trazó una línea desde la aparición del matrimonio civil y el divorcio, con la Revolución Francesa, pasando por el crecimiento de la mentalidad divorcista, las parejas de hecho, el aborto y el matrimonio gay hasta la actualidad.



