Así son (casi) todos los políticos
Siento no haber escrito nada en el blog en los últimos días. La causa: mucho trabajo con plazos inhumanos, niños enfermos, falta de sueño y ausencia total de tiempo libre. Es decir, lo normal, pero quizás algo más acentuado de lo normal. La falta de tiempo es una de las plagas de nuestro tiempo.
No quiero, sin embargo, dejar pasar sin pena ni gloria unas declaraciones de un político norteamericano llamado Mitch Daniels, gobernador del Estado de Indiana. Sí, ya sé que es un político totalmente desconocido en el mundo hispánico, pero no será tiempo perdido. Después de leer lo que ha afirmado el tal Daniels, creo que los lectores estarán de acuerdo en que todo lo que digamos podría aplicarse a prácticamente cualquier político nacional, porque sus declaraciones revelan perfectamente la comprensión que tienen de la política la mayoría de los políticos, incluyendo quizá especialmente los conservadores (en el más amplio sentido de la palabra). Y comprender a los políticos es importante para no dejarse engañar más de lo aconsejable.

El entorno de trabajo que alguien se crea dice mucho sobre cómo es esa persona. No sólo la relación con los compañeros, sino incluso los objetos físicos del puesto de trabajo revelan muchas cosas sobre la persona que allí trabaja: fotos familiares, pósteres de vacaciones, orden o desorden, estampas religiosas… Si la cara es el espejo del alma, el puesto de trabajo al menos es su reflejo borroso.
Me resulta curioso que, cuando se habla de la “cuesta de enero”, todo el mundo entienda siempre que se está hablando de una cuesta arriba. En principio, una cuesta, así en general, puede ser hacia arriba y hacia abajo. Y yo diría que, en enero, existen las dos, una cuesta arriba y una cuesta abajo.
Probablemente, mucha gente pasará de largo ante el título de este post, sin pulsar en él. Por desgracia, los nuevos beatos o santos “no venden” ni llaman la atención, a no ser que resulten polémicos por alguna razón. Sin embargo, creo que las cosas habrían sido muy diferentes si hubiera puesto en el título el nombre del nuevo beato: Juan Pablo II. Poca gente sabe que Juan Pablo II era carmelita. En su niñez, entró a formar parte de la Tercera Orden Carmelita y siguió perteneciendo a ella hasta su muerte.
Había pensado decir algo sobre el nuevo encuentro interreligioso de Asís que ha convocado el Papa Benedicto XVI, con gran escándalo de muchos. Sin embargo, me he encontrado con que un sacerdote anglocatólico, el








