No sé si sucederá lo mismo en otros lugares, pero en Madrid, hacia finales de año, el número de mendigos se multiplica por diez. No se trata de un extraño flujo migratorio basado en la estación del año, sino que se debe a un hecho muy simple: quienes piden saben perfectamente que, en la época navideña, la gente da más dinero. En Navidades, los españoles, sean o no practicantes tienden a abrir más el bolsillo. No voy a entrar en si se trata de algo genuino y profundo, si es un fenómeno meramente sentimental o incluso si corresponde a un pobre intento de acallar la propia conciencia. Da igual, el caso es que objetivamente la gente da más dinero.
Esto me ha llevado a darme cuenta de algo muy triste: en Cuaresma no se observa esa multiplicación por diez del número de mendigos. Ni por cinco, ni siquiera por dos. A grandes rasgos, yo diría que se ven los mismos que en cualquier otra época del año. Pues bien, esa ausencia de mendigos me parece preocupante, porque indica que no notan que en Cuaresma se dé más limosna que en otras épocas. Y eso dice poco de bueno sobre nosotros, los católicos españoles, porque ya sabemos que la limosna es uno de los tres grandes pilares de la Cuaresma.
Además, si todo indica que la limosna no aumenta significativamente en Cuaresma, creo que podemos deducir legítimamente, aunque no podamos medirlo, que los otros dos pilares de oración y ayuno tampoco aumentan.
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