14.05.14

Polémicas matrimoniales (I): La comunión como premio

Walter KasperEl mundo moderno tiene la curiosa idea de que la fe cristiana es irracional y los cristianos creen lo que creen porque sí y, por lo tanto, pueden creer una cosa hoy y otra completamente distinta mañana. La realidad es que los cristianos inventaron la universidad y, en ella, la disputatio, que es precisamente la sana costumbre de someter las propuestas novedosas a una discusión pública, de modo que se discierna si son acordes tanto a la razón como a la fe.

En ese sentido, creo que es muy saludable que la propuesta del Cardenal Kasper de admitir a la comunión a los divorciados en una nueva unión sea sometida a una verdadera disputatio, como ya ha empezado a suceder. Diversos teólogos, cardenales e incluso el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe han comenzado a analizar la propuesta, generalmente con conclusiones fuertemente negativas. Como es lógico, se presupone la buena intención del cardenal en su propuesta, pero, como estos temas afectan a la vida de millones de católicos o, mejor dicho, de toda la Iglesia, las buenas intenciones no bastan.

He pensado que sería bueno que en este blog nos sumemos a esa disputatio, en la que tanto se puede aprender, así que, Deo volente, iré publicando una serie de artículos sobre el tema. En ellos intentaré examinar, con la colaboración de los lectores, la sustancia de cada argumento que se ha presentado a la luz de la razón, la Escritura, la Tradición y la doctrina de la Iglesia. Así podremos quedarnos con lo bueno y rechazar lo demás.

Hoy vamos a comenzar con el argumento de que negar la comunión a los divorciados en una nueva unión es, de algún modo, convertir la comunión en un premio para los “buenos”, según lo expresó el Cardenal Kasper:

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7.05.14

Profetismos de tres al cuarto

Jairo del AguaMe han pedido que comente en el blog un artículo reciente de D. Jairo del Agua en Religión Digital, en el que ese ilustre bloguero despotrica contra el Antiguo Testamento. Francamente, mi primer impulso habría sido reírme de tanto despropósito y olvidarme de ello, pero parece ser que conviene que alguien lo rebata y lo ridiculice como se merece.

Como siempre, mis comentarios están en rojo. Esos comentarios, necesariamente, son bastante duros, porque el artículo original no sólo está lleno de errores, sino que también rebosa rencor contra la Iglesia y desprecio por su enseñanza. Pocas cosas hay que resulten tan patéticas como el profetismo de tres al cuarto que se erige en maestro y doctor por encima de la Iglesia y contra ella, sin basarse en nada más que en las modas del momento y en la propia ignorancia.

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2.05.14

29.04.14

Estrella del mar

Ayer, 28 de abril, la Iglesia celebraba la memoria de San Luis María Grignion de Montfort. Es un santo que siempre me ha caído simpático, porque, cuando se fue al seminario de París para ser sacerdote, quiso hacer a pie los trescientos kilómetros y entregó por el camino a los pobres todo el dinero que tenía y su propio traje, que cambió por los harapos de un mendigo. No está mal para empezar.

San Luis era particularmente devoto de la Virgen y un amable lector me envió ayer una imagen de Nuestra Señora con una frase del santo. Como me gustó especialmente, la traigo aquí al blog para bien de los lectores, honor de la Reina del Cielo y confusión de los demonios.

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28.04.14

¡No tengáis miedo!

Juan_Pablo_IIMe ha hecho una ilusión especial que la canonización de Juan Pablo II, el Papa de casi toda mi vida, se produjera en la octava de Pascua. No sólo porque tanto la Pascua como las canonizaciones invitan a mirar al cielo, sino también porque en este tiempo resuenan en nuestras iglesias y (espero) en nuestros corazones las palabras del Resucitado: No tengáis miedo.

Esas fueron precisamente las palabras que eligió Juan Pablo II cuando fue elegido Papa: “¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo!”. Después, las repitió una y otra vez durante los años posteriores, hasta el punto de que quizá podrían considerarse un resumen de su labor como Papa.

Creo que son palabras muy significativas, porque, al comienzo de su pontificado, lo normal habría sido que dijera algo así como: “tengamos miedo, mucho miedo”.

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