Ocho citas de Ángel del Río
En la diáspora intelectual provocada por la Guerra Civil Española (1934-1939) hubo dos visiones enfrentadas de España.
Una era sostenida por Américo Castro (1885-1972) en su libro “España en su historia. Cristianos, moros y judíos” (1946), aceptada por Angel del Río (1900-1962) en su “Historia de la literatura española” (1948). Pío Moa, en una breve pero enjundiosa reseña del libro de César Vidal “España frente al Islam” (2004), comenta algo acerca de esta visión. Comentario que retoma en otra enjundiosa reseña, esta vez del libro de Serafín Fanjul “Al-Andalus contra España” (2000).
La otra era sostenida por Claudio Sánchez-Albornoz (1893-1984) en su libro “España, un enigma histórico” (1957), completada por Salvador de Madariaga (1886-1978) en “El auge y el ocaso del imperio español en América” (1956). Tesis, quizá, retomada por Julián Marías (1914-2005), intelectual parte del llamado “exilio interior”, en su libro “España inteligible. Razón histórica de las Españas” (1984).
Los actuales gobernantes en España, del Jefe del Estado para abajo, se consideran herederos intelectuales de esa primera visión, basada en las tesis de Américo Castro en “España en su Historia”, y dicen actuar en consecuencia. Presento aquí ocho fragmentos de la segunda parte de la “Introducción” de Ángel del Río a su “Historia de la Literatura Española”, “Rasgos caracterizadores de la literatura española” (pp. 35-49). Los he copiado de una reimpresión de 1998 realizada a partir de la quinta edición de 1963, la última parte de cuya revisión hubo de correr ya a cargo de su viuda, Amelia Agostini, y de su gran amigo, Américo Castro.
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“Mucho se ha debatido sobre la posibilidad de definir los caracteres permanentes de la literatura de un país. Las culturas cambian y reflejan en cada momento las corrientes dominantes en el ámbito histórico en el que están inscritas que, en el caso de la española, sería el de la cultura occidental y, en un sentido más limitado, el de la cultura latina o románica. Por otra parte, es indudable la existencia de un genio o carácter nacional, del que acaso sea la lengua el producto y, al mismo tiempo, el factor más claro y duradero. En cuanto a la literatura, es la expresión que, a través del tiempo, ha ido reflejando la evolución de las lenguas nacionales y dejando constancia de ella. Es, por eso, en la literatura donde mejor podemos encontrar ese evasivo genio nacional. Menéndez Pelayo [“Historia de las ideas estéticas en España”, 1893] trató de definirlo como resultado de la fusión del espíritu católico con el sentido estético del humanismo greco-latino, fusión que, según él, la literatura española logra en el Renacimiento de manera más perfecta que ninguna otra.” (p. 35)
[-02.-]
“… en su época de apogeo, siglo XVI y parte del XVII, España se adelanta y encuentra la forma de algunos géneros modernos, especialmente novela y teatro,… lo peculiar del Renacimiento español consiste en conservar más que en ningún otro país la tradición literaria de la Edad Media, vertiéndola en los nuevos moldes del espíritu moderno.” (p. 37).
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“«Es la gloria de la literatura castellana -dice [Aubrey F. G.] Bell [en “Castilian Literature", Oxford: Oxford University Press, 1938, p. 48]- el haber logrado frecuentemente dar unidad y vida a una masa de material sin precedentes… Los castellanos concibieron su literatura y su arte sobre bases muy amplias. Se apartaron de la lógica deductiva y del ideal francés de lo exclusivamente intelectual, como se apartaron del ideal italiano de lo puramente estético. Fundieron instintivamente lo ético, lo estético, lo intelectual y lo sentimental; creyeron que «el gran crecimiento estético requiere siempre rico terreno moral», y en esta creencia reconciliaron el arte y la fe, la belleza y la religión.» Y, en otro libro ["Cervantes", Oklahoma: University of Oklahoma Press, 1947, p. 23], el mismo Bell ha explicado [que]… «Muchas de las cosas más sutiles en la literatura han sido obra de la solidez castellana. En Castilla surgieron los divinos éxtasis de Theotocópuli y San Juan de la Cruz, la delicada prosa de Santa Teresa y Mariana, la intimidad lírica de [fray] Luis de León, la difícil simplicidad de los romances, el granito transparente de la épica primitiva, los asombrosos enredos y minuciosa caracterización del drama del s. XVII, las ingeniosas distinciones de sus teólogos, místicos y ascetas; los singulares refinamientos de Lazarillo y Rinconete y Celestina, de Don Juan y Don Quijote».” (pp. 38-39)
[-04.-]
“Karl Vossler ["Algunos caracteres de la cultura española", Buenos Aires, 1941] consideraba la «humanización de lo divino» y el pasar de lo terrenal a lo celestial como una de las características mayores del Siglo de Oro, y Stanley [T.] Williams ["The Spansih Background of American Literature", New Haven: Yale University Press, 1955, vol II, pp. 289-290], al reflexionar sobre el sentido que la literatura española ha tenido para los escritores norteamericanos, se refiere a la mezcla de «lo animal y lo místico»; al sueño del honor, del mendigo como rey, y al personalismo triunfante en medio de la opresión; a la austeridad moral y al realismo; a la interpenetración del genio creador del artista con el del pueblo.” (p. 39)
[-05.-]
“Si entramos en la particularización de algunos de estos caracteres que venimos examinando, es consenso general que en la literatura española ocupa quizá lugar preferente el «popularismo», la fuerza del elemento popular en todas sus creaciones. Es visible el «popularismo» en muchos aspectos, tales como la persistencia de temas tradicionales en la lírica, en la épica, en el teatro clásico y, sobre todo, en el Romancero, uno de los monumentos más característicos de la literatura española. Pero lo popular no sólo se manifiesta en las formas, en la transmisión tradicional de los temas y en el carácter anónimo de muchas obras representativas. Se encuentra también en el espíritu democrático -de base humana, no política- que corre desde el «Cantar de Mio Cid», a través de Lope y Cervantes, hasta las creaciones más modernas, y en la presencia constante del pueblo como personaje literario… Adviértase que en la literatura española «pueblo» no es sinónimo de «masa». Así el pueblo se nos presenta siempre en la obra de los escritores españoles con cualidades, al parecer, opuestas a su condición: individualidad, dignidad humana y hasta capacidad para encarnar los valores e ideales más altos… En el mismo «Cantar de Mío Cid», Rodrigo Díaz y las gentes de su acompañamiento pertenecen a la nobleza más modesta, y el juglar los enfrenta constantemente, para realzar su calidad humana con la soberbia de representantes de la alta nobleza. Piénsese además en el lenguaje del «Libro del Buen Amor» del Arcipreste de Hita, de «La Celestina», de la picaresca y de muchas de las Crónicas de los conquistadores; y en el espíritu de los villanos del teatro, cuyo héroe mayor es, posiblemente, Pedro Crespo, el rústico alcalde de Zalamea (de la Serena, Badajoz). Y si recordamos la obra máxima de la literatura española y a sus dos figuras más universales, una de ellas, Sancho Panza, es, en carne y alma, puro pueblo, y hasta Don Quijote o, mejor dicho Alonso Quijano el Bueno, no es, en lo que a su condición social se refiere, sino trasunto de uno de aquellos humildes hidalgos de aldea que con tanto deleite pintaba fray Antonio de Guevara en su «Menosprecio de Corte».” (p. 40)
[-06.-]
“Con la substancia popular se relacionan probablemente otras notas que siempre se han destacado como características en el arte español: el realismo en el terreno estético, la fuerte inspiración religiosa, la espontaneidad, el interés por el hombre como valor individual y una austeridad artística que con frecuencia induce a rechazar lo maravilloso en el campo de la imaginación y las formas demasiado elaboradas en el de la expresión y la técnica… Todas estas características combinadas acaso expliquen… en ella [la literatura española]… una actitud moral, cuyo carácter más visible es la aceptación de la realidad por parte del poeta como punto de arranque hacia la creación artística. Es la misma actitud que se nos revela en la manera de hacer frente el ser humano a las situaciones adversas de la vida y, sobre todo, de llegar sereno ante la muerte, que para el español es «la hora de la verdad». Recuérdense los últimos momentos de don Quijote o las palabras de perfecta y cristiana resignación con que el Maestre don Rodrigo, padre de Jorge Manrique, se despide de la vida:
«y consiento en mi morir
con voluntad placentera
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura.»
No se trata de ejemplos excepcionales, aunque por su calidad pudieran serlo. Es frecuente que la obra literaria española alcance un punto de máxima creación artística en la descripción de la escena de la muerte. Y esto, desde la del rey en muchas de las Crónicas medievales o del período clásico hasta la de algún personaje grotesco, como el Villamil de «Miau», o el avaro Torquemada en la novela galdosiana.” (pp. 41-42)
[-07.-]
“Por otra parte, no debe olvidarse nunca que España participa desde los tiempos más antiguos, o al menos desde su romanización, más completa que la de ningún otro pueblo con la excepción posible de Italia, de todas las corrientes históricas y culturales de Europa. No sólo participa, interviene en ellas y en varios momentos hace un papel director. Pero, al mismo tiempo, es evidente que da y mantiene en todo momento una nota propia; que siempre en su arte, como en su literatura, como en su historia, se presenta España con un acento inconfundible.” (p. 47)
[-08.-]
“[Américo] Castro, que, como hemos dicho, se ha planteado el problema de la realidad histórica de España con un sentido en gran medida nuevo [en “España en su Historia", Buenos Aires: 1948], ve como nota esencial de esa peculiaridad lo que él llama el integralismo español: el hacer de la creencia base de la vida, a diferencia de otros pueblos europeos que se rigen por los valores del pensamiento objetivo; el sostener que la realidad es lo que uno siente, cree o imagina, caso de Don Quijote; el vivir en la persona, el dar la primacía a lo heroico, la obsesión de la eternidad.” (p. 49)
Después de leer estos textos, resulta del todo evidente que los españoles de los que habla Ángel del Río no son los españoles que están educando nuestros gobernantes, empezando por el sistema educativo en general y siguiendo con la enseñanza de la literatura española en particular. La España que dió lugar a esa literatura no se enseña ni siquiera en las aulas de aquellas Comunidades Autónomas en las que, como en Murcia, el Partido Popular ha obtenido en las elecciones de 2008 las Cortes Generales el 61,43% de votos válidos. Y no se enseña ni en colegios públicos, ni en concertados, ni en privados. Ni en colegios laicos, ni en colegios religiosos.
Murcia es el “laboratorio” del Partido Popular. Si el Partido Popular obtuviera en toda España dos de cada tres votos válidos, haría lo mismo que hace ahora en Murcia: hablar de la España de las “tres culturas”, y forjar una España (o terminar de disolver lo que queda de ella) que no tiene nada que ver con la que Américo Castro y Ángel del Río imaginaron en sus libros.
Y todo eso dejando a un lado que la España imaginada por Americo Castro y Ángel del Río no sólo es partidista e interesada sino que, sobre todo, es inexacta. Pero, a pesar de todo, es mucho más exacta que la España imaginada por nuestros gobernantes, tanto de izquierdas como de “derechas”. Para el caso, tanto da.
En los fragmentos de la introducción a su “Historia de la literatura española” que acabo de presentar, Ángel del Río está más cerca de la verdad de lo que lo están cualquiera de nuestros políticos en activo. En 2010, como en 1808, ignorando a los don Oppas de turno, tenemos que ser los españoles “de a pie” quienes impidamos que nos roben el alma. La nuestra y la de nuestros hijos, inmersos en un sistema educativo medularmente anticristiano, con escasísimas excepciones. Excepciones a las que no suele llegar ni siquiera la visión de España de Ángel del Río.
No es momento de callar. Tenemos que empezar haciendo lo que hay que hacer: defender nuestra Fe en Cristo Resucitado y nuestra presencia pública como cristianos en todos y cada uno de los rincones de la sociedad, incluida la educación de nuestros hijos en casa y fuera de ella. Siendo cristianos sin complejos, siempre fieles al Magisterio de la Iglesia y al Papa.
No tengamos miedo. Nadie nos va a hacer nada que sea peor que lo que ya le hicieron a Jesucristo.
“No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.” (Mt.10:28)
ADVENIAT REGNVM TVVM
8 comentarios
¿Que la Guerra Civil estalló en 1934 por culpa del PSOE, culpable también del 23-F y el 11-M?
¿Que la literatura española medieval es cristiana, herméticamente cerrada a influencias árabes y judías?
¿Que la evolución es una doctrina religiosa basada en la fe ciega de sus creyentes?
¿Que los condones son responsables de la epidemia de SIDA, de las violaciones y la pederastia?
¿Que el estado de Israel tiene derecho a colonizar todas las tierras entre el Nilo y el Eufrates?
¿No le dan lástima los niños murcianos?
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No son los niños murcianos los que me dan lástima.
A lo mejor resulta que Cristo está muy enfadado por la desaparición del Imperio Austrohúngaro, o que no está contento con el resultados de las las últimas elecciones regionales francesas, o que está enojadísimo porque han admitido a Pérez-Reverte en la Real Academia.
Puede que incluso Jesús condene al infierno a los pecadores antitaurinos o a los profesores de literatura que hablen demasiado del Lazarllo y no presten suficiente atención a las Novelas Ejemplares de Cervantes.
Tal vez porque soy ateo, pienso que Dios es algo demasiado serio como para mezclarlo con cosas mundanas respecto a las cuales Jesús quiso quedarse al margen.
Llamar a la cruzada para determinar la fecha de una guerra o para imponer un programa de estudios literarios me parece propio de alguien muy dogmático e intolerante que usa a Dios como arma arrojadiza en sus pleitos personales. Es como usar la bomba atómica en una guerra, el arma definitiva para ahorrarse más combates: Dios está de mi parte y opina lo mismo que yo.
Ya sabemos cual es la religión verdadera del Dios verdadero. Pero además ¿Debemos saber cuáles son las verdaderas naciones de Dios? ¿Cuál es el verdadero partido de Dios? ¿Cuáles son los escritores verdaderos de Dios? ¿Cuál es el verdadero idioma de Dios? ¿Y la verdadera raza de Dios? ¿Cuál es el verdadero sistema político de Dios? ¿Cuáles son las verdaderas teorías científicas de Dios? ¿Cuál es el verdadero blog de Dios?.
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No sólo quienes piensan como vd. tienen derechos civiles.
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1) En el centro donde estudié el bachillerato, los profesores discutían en los claustros cómo lograr despertar en nosotros la "conciencia de clase".
En COU, Filosofía fue un martirio, Hegel, Feuerbach y Marx, "aderezados" con un poquito de Lenin, y Stalin. No llegamos a Mao. Historia no fue mucho mejor: la Revolución francesa y los cahiers de doléances, Baboeuf y la Commmune, las tres primeras Internacionales, Bakunin, Proudhom, Rosa Luxemburgo, y yo qué sé cuántas cosas más: Eric J. Hobsawn y "Las revoluciones burguesas", Albert Soboul y "La Revolución Francesa", y Pierre Vilar y la "Historia de España". En Historia del Arte Picasso, György Luckács y Rysard Kapuscynsky. En literatura española Pablo Neruda (Neftalí Reyes Basoalto) y Rafael Alberti.
Nos explicaron más cosas, claro, pero con lo dicho creo que basta para hacerse una idea. Es imposible separar los actos de las creencias que posee la persona que los realiza. Y, según sean la persona y las circunstancias, esas creencias serán más o menos evidentes.
2) Sin embargo, en el caso del post que nos ocupa, usando la terminología LOGSE, estoy hablando de contenidos más que de valores, actitudes o habilidades. De contenidos basados en la forma de pensar del ala más radical en la época más radical de los intelectuales republicanos en el exilio, en plena posguerra mundial.
Y lo que digo al final del post es que esos contenidos tan "radicales" de "España en su historia" (1948), luego matizados por el propio Américo Castro en las sucesivas ediciones de "La realidad histórica de España" (1954, 1962 y 1966), resultan hoy demasiado "conservadores" hasta para el único partido conservador español en la única Comunidad Autónoma donde gobierna con más del 63% de los votos.
Y eso dice mucho de lo "conservador" que es ese partido que, en el mejor de los casos, es socialdemócrata al estilo del SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) de Gerhard Schröder. Y, en consecuencia, obra como tal, empezando por los contenidos de la educación de nuestros hijos.
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Una persona no creyente sabe que no puede demostrar una teoría, sólo falsarla. Y también sabe que puede proteger el núcleo teórico central de cualquier teoría de una posible falsación rodeándolo por medio de un "cinturón hipotético" (así lo llama Imre Lakatos), que se puede reponer tantas veces como sea necesario.
También sabe que la ciencia ha avanzado a través de los siglos sin sujetarse a un estándar científico común, unas veces limitada y otras favorecida por las circunstancias históricas y culturales del momento. Por eso Paul K. Feyerabend habla del conocimiento anárquico.
El método científico es un constructo intelectal que ha costado dos mil quinientos años levantar. No sólo tiene sus límites sino que, por desgracia, se puede desvirtuar interesadamente. Por eso el científico y el erudito honrados lo miman pero no lo convierten en dogma de fe.
Desde el punto de vista de la teología católica, a causa de la pena provocada por el Pecado Original, la inteligencia tiende al error y el corazón al pecado. La culpa por el Pecado Original queda borrada en cada Bautismo por la Redención de Cristo en la Cruz. Es necesaria toda una ascesis para purgar esa pena. Ascesis que consiste en la lucha contra esas dos tendencias tan propias del ser humano, manteniendo el corazón limpio y la inteligencia en la búsqueda de la verdad.
Cualquier persona intelectualmente honrada que no sea creyente, desde un punto de vista católico, está practicando esa ascesis de lucha, manteniendo el corazón limpio y la inteligencia en la búsqueda de la verdad.
(De hecho, en muchos casos, esas personas viven "veluti si Deus daretur", como si Dios también existiera para ellas. Los católicos llamamos a eso "gracias actuales". Dios las reparte a espuertas, y llegan a aquellas personas que tienen corazones limpios y que buscan la verdad. Aunque no crean en Dios.)
Con esas personas se puede hablar. De ellas se pueden aprender tanto conocimientos como virtudes humanas. Eso no siempre será así, claro. Unas veces por culpa del alumno, y otras por culpa del maestro. Pero es que nadie es perfecto.
Lo importante es que estamos todos juntos, viviendo aquí y ahora, en este solar de la piel de toro. Y hemos de compartir todo lo que nos pueda ayudar a vivir mejor, con el corazón más limpio y la inteligencia aplicada a la búsqueda de la verdad.
Claro que habrá desacuerdos. Y muchos de ellos en asuntos no negociables, porque en eso consisten las creencias. El caso es que ante cualquier desacuerdo en principios no negociables, siempre habrá que imponer el criterio que proteja al más desvalido y la libertad del individuo.
Pero nuestra casta política no juega a eso. España sigue siendo un país de señoritos y caciques, más aficionados a la juerga y el chascarrillo que al laboratorio y al archivo. Nuestros políticos lo saben, y les favorecen y halagan a cambio de recibir su apoyo para seguir en el poder.
Eso y no otra cosa es el Estado de las Autonomías, responsable de que un tercio de los ciudadanos del Reino de España no puedan escolarizar a sus hijos en la lengua oficial común del Estado. Responsable de los cambalaches políticos que permitieron que la LOGSE se planteara y aplicara. Responsable de que la inspección educativa esté amordazada, y atada de pies y manos.
Ojalá que ningún español tenga que volver a repetir aquellas terribles palabras de don Gaspar Melchor de Jovellanos, ya con un pie en la tumba: «¡Nación sin cabeza!... ¡Desdichado de mí!».
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Según el Evangelista San Lucas (cfr. Jn.22:44), algo así debió de sentir Jesucristo:
"Lleno de angustia, oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra." (Nacar-Colunga)
"Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra." (Biblia de Jerusalén, 1975 [1973])
"Entró en agonía y oraba con más insistencia, y su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que caían hasta el suelo." (Bernardo Hurault: Sinopsis pastoral de Mateo-Marcos-Lucas (Juan), Ediciones Paulinas, 1980).
"θρόμβοι αἵματος" (coágulos de sangre)
"as it were great drops of blood" (como grandes gotas de sangre)
http://www.sacred-texts.com/bib/poly/luk022.htm
"La angustia es tal que Jesús... llega a sudar sangre." (cfr. n. Jn.22:44, Sagrada Biblia, vol. V, Nuevo Testamento, EUNSA, p. 537) Y así lo refleja la película "La Pasión de Cristo" (2004), de Mel Gibson.
http://es.wikipedia.org/wiki/La_Pasi%C3%B3n_de_Cristo
En la Catena Aurea, Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, cita a San Agustín (in sent. Proper. sent 68), otro Doctor de la Iglesia: "Orando el Señor y sudando sangre, dio a conocer que de todo su cuerpo, que es la Iglesia, brotarían martirios."
El r.p. Cornelio Lapide, S.I., en su comentario al Evangelio según San Lucas, recuerda que San Atanasio, Doctor de la Iglesia, en su libro sexto a Teófilo, que trata acerca de la beatitud del Hijo de Dios, lanza un anatema contra todos aquellos que se atrevan a negar que verdaderamente Cristo sudó sangre real, fenómeno natural poco común ya descrito por Aristóteles (lib. 3 de Histor. animal., cap. 19). El cardenal Cayetano, Tommaso de Vio, llamado el Comentarista Angélico de Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, afirmaba que, una vez transpirados todos los humores que se convierten en sudor, no quedándole más, Cristo sudó sangre mezclada con sudor. El el r.p. Francisco Suárez, conocido como Doctor Eximius (3 p. quaest. 46 art. 8 disp. 34 sect. 2), era de la misma opinión.
http://apologeticspress.org/espanol/articulos/2990
Bien, pero no entiendo a qué viene su comentario.
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La vida que vivimos, siendo vida, no es la verdadera vida, que está al otro lado de eso que llamamos muerte. Ambas están separadas por un velo, tenue pero suficiente para que desde ésta no podamos ver aquélla.
Esta vida es el momento de cumplir la Voluntad de Dios, aceptando las Gracias que Él nos envía. Si las aceptamos, aunque nos hagan lo mismo que a Cristo, el mismo Cristo no dejará que suframos como Él sufrió.
Mientras llega el momento de la prueba, en el caleidoscópico caos del día a día, no hay mayor felicidad que vivir refugiado, inmerso en el Amor de Dios. Y una vez llegado el momento de la prueba, en el amargo momento del dolor, tampoco hay mayor felicidad que vivir refugiado, inmerso en el Amor de Dios. En ambos casos es una cuestión de sencillez y desprendimiento, de no aferrarse a las cosas sino a su Creador, de no amar a las personas sino a través de su Criador, Quien, una vez nos haya purificado, compartirá su Vida con todos nosotros.
Un aspecto que creo que no se resalta suficientemente es la serenidad de Cristo. Repasando el Evangelio, sólo hay un momento en el que pudiera parecer que la pierde: cuando expulsa a los comerciantes del templo. Sin embargo, los padres y los educadores saben que la regañina más efectiva es la realizada con el punto justo de energía. Y la única forma de regañar en ese punto justo, sin pasarse ni quedarse corto, es hacerlo con energía pero con serenidad. Así que, mucho me temo, hasta cuando expulsaba a los mercaderes Jesucristo se mantenía sereno. No flemáticamente impasible sino sereno, inmerso en Dios.
Desde esa perspectiva adquieren pleno sentido las últimas palabras de Cristo en la Cruz "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" que citan el Salmo 22 (a veces numerado como 21), y que no son otra cosa que una llamada confiada a Dios Padre. Él empezó a recitar el salmo. Nosotros tenemos que terminar de recitarlo:
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás lejos de mi clamor y mis gemidos?
Te invoco de día, y no respondes,
de noche, y no encuentro descanso;
y sin embargo, tú eres el Santo,
que reinas entre las alabanzas de Israel.
En ti confiaron nuestros padres:
confiaron, y tú los libraste;
clamaron a ti y fueron salvados,
confiaron en ti y no quedaron defraudados.
Pero yo soy un gusano, no un hombre;
la gente me escarnece y el pueblo me desprecia;
los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto».
Tú, Señor, me sacaste del seno materno,
me confiaste al regazo de mi madre;
a ti fui entregado desde mi nacimiento,
desde el seno de mi madre, tú eres mi Dios.
No te quedes lejos, porque acecha el peligro
y no hay nadie para socorrerme.
Me rodea una manada de novillos,
me acorralan toros de Basán;
abren sus fauces contra mí
como leones rapaces y rugientes.
Soy como agua que se derrama
y todos mis huesos están dislocados;
mi corazón se ha vuelto como cera
y se derrite en mi interior;
mi garganta está seca como una teja
y la lengua se me pega al paladar.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies
y me hunden en el polvo de la muerte.
Yo puedo contar todos mis huesos;
ellos me miran con aire de triunfo,
se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme
Libra mi cuello de la espada
y mi vida de las garras del perro.
Sálvame de la boca del león,
salva a este pobre de los toros salvajes.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.
Porque él no ha mirado con desdén
ni ha despreciado la miseria del pobre:
no le ocultó su rostro
y lo escuchó cuando pidió auxilio».
Por eso te alabaré en la gran asamblea
y cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
Porque sólo el Señor es rey
y él gobierna a las naciones.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,
y los que no tienen vida
glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor."
http://www.vatican.va/archive/ESL0506/__PGR.HTM
Teniendo en cuenta esa serenidad confiada en Dios se entiende mejor la lectura de la Misa de hoy, según el Misal de 1969:
"«¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo». Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?». Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos." (Lc.24:39-43)
http://www.vatican.va/archive/ESL0506/__PW6.HTM
Y la primera lectura de la Misa de hoy, según el Misal de 1962:
"El Angel del Señor dijo a Felipe: «Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino desierto». El se levantó y partió. Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, había ido en peregrinación a Jerusalén y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu Santo dijo a Felipe: «Acércate y camina junto a su carro». Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: «¿Comprendes lo que estás leyendo?». El respondió: «¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?». Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente: "Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero que no se queja ante el que lo esquila, así él no abrió la boca. En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra?" El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?». Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús. Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo: «Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?». Felipe dijo: «Si crees de todo corazón, es posible». «Creo, afirmó, que Jesucristo es el Hijo de Dios». Y ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor, arrebató a Felipe, y el etíope no lo vio más, pero seguía gozoso su camino. Felipe se encontró en Azoto, y en todas las ciudades por donde pasaba iba anunciando la Buena Noticia, hasta que llegó a Cesarea." (Hch.8:26-40)
http://www.vatican.va/archive/ESL0506/__PWZ.HTM
El texto desprende serenidad confiada en la Providencia de Dios. A ese respecto, te recomiendo muy vivamente que leas los posts del r. Iraburu. Muy especialmente éste (y siguientes):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1002270455-67-gracia-y-libertad-ii-doctr
La vida de Fe es una vocación, una llamada amorosa de Dios. Del mismo modo que la vocación sacerdotal o religiosa son llamadas amorosas que inundad de paz a quien las recibe, la verdadera vocación a la vida de Fe, propia de todo cristiano, inunda de paz y serenidad enraizadas en el Amor de Dios.
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