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30.07.19

La cizaña

Dice la Wikipedia que la cizaña es una gramínea de inflorescencia simple y larga de tallo rígido, que puede crecer hasta un metro de altura, con inflorescencias en la espiga y grano de color violáceo. La cizaña suele crecer en las mismas zonas productoras de trigo y se considera una maleza de ese cultivo. La similitud entre estas dos plantas es tan grande, que en algunas regiones la cizaña suele denominarse “falso trigo". Dicha planta suele ser parasitada por un hongo tóxico, el cual suele producir una toxina que se acumula en el grano. Es por ello que no es recomendable consumir dicho grano o harinas mixtas en las que se encuentre harina de cizaña, ya que suele ser tóxica.

El trigo y la cizaña se parecen mucho y crecen en las mismas zonas. Pero el trigo da buenos frutos y la cizaña da frutos tóxicos. Por sus frutos los conoceréis…

San Juan Crisóstomo, doctor de la Iglesia, nos enseña sobre la parábola del trigo y la cizaña:

El método del diablo es el de mezclar siempre la verdad con el error, revestido éste con las apariencias y colores de la verdad, de manera que pueda seducir fácilmente a los que se dejan engañar. Por eso el Señor sólo habla de la cizaña porque esta planta se parece al trigo. Seguidamente indica cómo lo hace para engañar: «mientras la gente dormía». Por ahí se ve el grave peligro que corren los jefes, sobre todo aquellos a quienes les ha sido confiada la guarda del campo; por otra parte, ese peligro no amenaza sólo a los jefes, sino también a los subordinados. Esto mismo nos enseña que el error viene después de la verdad… Cristo nos dice todo esto para enseñarnos a no dormirnos…, de ahí la necesidad de la vigilancia de un guardia. Y también nos dice: «El que persevere hasta el final, se salvará» (Mt 10,22).

Considera ahora el celo de los criados: quieren arrancar la cizaña inmediatamente; es cierto que, aunque les falte reflexión, dan pruebas de su solicitud por la simiente. Sólo buscan una cosa que no es vengarse del que ha sembrado la cizaña sino de salvar la cosecha; por eso quieren echar totalmente el mal del campo… ¿Y qué responde el Maestro? Se lo priva por dos razones: la primera el temor de perjudicar el trigo; la segunda, la certeza de que un castigo inevitable se abatirá sobre los que están afectados de esa enfermedad mortal. Si queremos que se les castigue sin que se perjudique la cosecha, debemos esperar el momento conveniente… Por otra parte ¿es posible que una parte de esa cizaña se convierta en trigo? Si lo arrancáis ahora podéis perjudicar la próxima cosecha arrancando a los que podrían llegar a ser mejores.

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21.07.19

Yo no soy digno

 El hombre moderno se siente tremendamente digno y sujeto de todos los derechos habidos y por haber. El hombre moderno se cree el centro del universo. El hombre moderno, como nuestros primeros padres, quiere ser como Dios y determinar por sí mismo el bien y el mal. “No hay más Dios que el ser humano”, piensa el hombre moderno. Y si Dios ha muerto, no hay ley eterna, no hay mandamientos. “Yo escribiré mis propios mandamientos”, decide el necio. Pero Dios desbarata los planes de los malvados. Dios tolera que la cizaña crezca entre el trigo. Pero llegará el tiempo de la siega.

La soberbia del hombre moderno se combate con humildad: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Soy pecador y pecador me parió mi madre, como expresa el salmo 51:

1 Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí;
por tu gran ternura, borra mis culpas.
2 ¡Lávame de mi maldad!
¡Límpiame de mi pecado!
3 Reconozco que he sido rebelde;
mi pecado no se borra de mi mente.
4 Contra ti he pecado, solo contra ti,
haciendo lo malo, lo que tú condenas.
Por eso tu sentencia es justa,
irreprochable tu juicio.c
 
5 En verdad, soy malo desde que nací;
soy pecador desde el seno de mi madre.d
6 En verdad, tú amas al corazón sincero,
y en lo íntimo me has dado sabiduría.
7 Purifícame con hisopo,e y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.f
8 Lléname de gozo y alegría;
alégrame de nuevo, aunque me has quebrantado.
9 Aleja de tu vista mis pecados
y borra todas mis maldades.
 
10 Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!,
¡dame un espíritu nuevo y fiel!g
11 No me apartes de tu presencia
ni me quites tu santo espíritu.
12 Hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación;
sostenme con tu espíritu generoso,
13 para que yo enseñe a los rebeldes tus caminos
y los pecadores se vuelvan a ti.
14 Líbrame de cometer homicidios,h
oh Dios, Dios de mi salvación,
y anunciaré con cantos que tú eres justo.
 
15 Señor, abre mis labios,
y con mi boca te cantaré alabanzas.
16 Pues tú no quieres ofrendas ni holocaustos;
yo te los daría, pero no es lo que te agrada.
17 Las ofrendas a Dios son el espíritu dolido;
¡tú no desprecias, oh Dios, al corazón hecho pedazos!

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6.07.19

No hay salvación fuera de la Iglesia

Muy importante y necesario el artículo que publica Luis Fernando Pérez Bustamante en su blog sobre la, al parecer, próxima canonización del Beato Henry Newman. Según escribe Luis Fernando, el cardenal dejó escrito que tenía la convicción de que si seguía siendo anglicano, se condenaría; o sea, aceptó el dogma “Extra ecclesiam, nulla salus”.

Extra Ecclesiam nulla salus es un dogma de fe; es decir, una verdad incuestionable y que todo católico debe aceptar. No es una verdad opinable, cuestionable o relativa. No. Y este dogma no ha sido derogado ni puede serlo. La verdad es la verdad siempre. Porque algunos aducirán que esto suena a medieval, a inquisición, a fanatismo, a integrismo, a intolerancia… Ya sé que esto en la sociedad liberal apóstata no se entiende. Ya sé que esto no es “políticamente correcto”. Ya sé que al mundo de hoy no le gusta escuchar la verdad. Pero cuando algo es verdad, es verdad. Y la verdad es la misma en el siglo XIII y en el XXI. Los dogmas no evolucionan. Pueden ser profundizados, pero no cambiados. Puede que alguien no los entienda, pero debe aceptarlos por fe. Nuestra obligación es llevar a todas las almas a Cristo para que se salven y tengan vida en abundancia. El cristiano tiene la obligación, por caridad – por puro amor – de curar las heridas del hombre que está tirado en la cuneta de la vida por culpa del pecado. No hay mayor amor que ese. Pero el amor no se impone ni la fe tampoco. Por eso no cabe fanatismo alguno. Pero tampoco podemos ocultar la verdad ni mucho menos, avergonzarnos de anunciar a Cristo. Lo que para el mundo sería un acto de soberbia y de prepotencia (“¡qué se habrán creído estos católicos! ¡Cómo pueden pensar que solo ellos se pueden salvar!”), en realidad es un acto de profunda humildad y de caridad: Extra ecclesiam nula salus significa que nosotros somos de Cristo, que Él es el Señor de nuestra vida y que sólo Él nos puede salvar a todos. La Iglesia no pretende excluir a nadie. Al contrario: a todos acoge con amor de madre. La Iglesia tiene las puertas abiertas para quien quiera entrar y recibe con los brazos abiertos a todos los que quieran acercarse a ella.

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En el Corazón de Jesús a través del Corazón de María

San Juan Pablo II adoptó como lema de su pontificado la expresión “Totus tuus”, que significa “soy todo tuyo”. Ese lema viene de la famosa oración de San Luis María Grignion de Monfort: “Totus tuus ego sum, Maria, et omnia mea tua sum” (Soy totalmente tuyo, María, y todas mis cosas son tuyas), y quiere expresar el deseo de vivir unido a María para cumplir en plenitud el primer mandamiento dado por Dios en el Antiguo Testamento: “Escucha, Israel, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y todas tus fuerzas” (Deut 6, 4). Ese primer mandamiento no es sólo amar al Señor, sino amarlo “con todo” nuestro ser, como lo amó María. Muchas veces nosotros caemos en la soberbia de creernos más listos y mejores que Dios y pretendemos enmendarle la plana. María, en cambio, acepta con humildad lo que Dios le pide y cumple sus mandamientos, aunque a veces no los entienda, porque sabe que Dios es más grande y sabe más que nosotros.

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29.06.19

Todos estos reinos te daré

“Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Así que, si me adoras, toda será tuya.»  Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.»”
Lucas, 4

Satanás, el Diablo, Lucifer… El Demonio, en definitiva, se caracteriza por odiar a Dios y al hombre. Satán odia a Dios porque odia al hombre y odia el amor de Dios por sus criaturas. El ser humano – “hombre y mujer los creó” – está creado a imagen y semejanza de Dios. Por eso, cada vez que el Demonio mata a un hombre está rebelándose y ofendiendo a Dios

Satanás es más listo que nosotros y nos engaña. Y el mayor engaño es hacer creer a la mayoría de la gente que él no existe, que es un invento del hombre. Pero el diablo existe. Y trabaja incansablemente por nuestra condenación.

Satanás es el acusador. Él se presenta ante Dios y le dice: “¿Ves a este a quien tanto quieres? Pues es un canalla y un miserable. Tú lo amas y él te escupe, te desprecia y no cumple tus mandamientos. Y quien no cumple tus mandamientos es mío y debe morir.” La escena de Las Crónicas de Narnia: el león, la bruja y el armario de C. S. Lewis en la que la Bruja Blanca se presenta en el campamento de Aslan para reclamar la sangre de Edmund refleja perfectamente esa labor de gran acusador del demonio. Por eso Cristo derrama su sangre y entrega su vida en la cruz: para salvarnos del pecado y de la muerte que merecemos por nuestras traiciones a Dios y a nuestros hermanos, por nuestras faltas de amor a Dios y al prójimo, por nuestro egoísmo y nuestra soberbia. Es su sacrificio el que nos salva, si nos arrepentimos, le pedimos perdón y nos convertimos.

Pero Satanás es muy listo. Y siempre se nos presenta con apariencia de bien: “Mira a ese pobre anciano enfermo… ¡Cómo sufre! Lo mejor es matarlo para que deje de sufrir”. “Mira a esa pobre chica embarazada. Ella no desea a su bebé: mejor que aborte”. “Lo único importante es el amor y todas las religiones valen lo mismo: no hay que hacer proselitismo ni anunciar la conversión a Cristo”. “Hay que evitar el cambio climático provocado por el hombre que contamina: mejor si vivís como los indígenas del paleolítico y adoráis a los espíritus paganos”. “La tierra es la Pacha Mama que sangra por las heridas que le infligís los hombres. Adorad a la Madre Tierra y no prediquéis la conversión a Cristo”. Siempre empieza el diablo apelando a nuestra sensibilidad y a la compasión. Y acaba proponiendo la muerte y la destrucción del hombre y el desprecio a Dios. Ese es el criterio de discernimiento fundamental: cualquier doctrina que conduce a matar seres humanos y a despreciar a Dios, viene del Demonio. De Dios viene la Vida, la Caridad, el Amor, el Sacrificio, la Cruz. Del Demonio, la muerte, la fornicación (que es la falsificación del amor), el hedonismo, el odio a la Cruz, a Dios y a los hermanos.

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