La Modernidad, el Anticristo y la Libertad Luciferina
[1]Autonomía, autodeterminación, autolegislación, autodominio, autoposesión, autorregulación…Todos estos términos apuntan a una misma cosa: la libertad como poder predicado de los individuos o de los grupos humanos; la libertad como la potencia que constituye a los individuos como hacedores de sí mismos y a los Estados como autoconstruidos.
La autodeterminación es el poder de determinar las cosas por uno mismo, de decidirlas y resolverlas por uno mismo. Es lo que uno hace por sí mismo, sin el auxilio de nadie, independiente de los otros y de Dios. Se nos invita a ser autónomos, a ejercer la autolegislación, a tener dominio y propiedad sobre nuestro propio ser, a decidir por nuestra cuenta, a tomar voluntariamente la dirección de nuestras vidas.
Lo característico y diferenciador de la Modernidad es la autodeterminación. Los tiempos premodernos fueron los de la vigencia de una autoridad exterior al hombre: la de Dios. Pero ahora, la Modernidad no concibe otra autoridad que la ley de los sujetos autónomos. El derecho y la moralidad se fundan para los modernos en la voluntad del hombre: no en la ley de Dios.
La autodeterminación responde a un concepto de libertad negativa, porque se define exclusivamente por la ausencia de impedimento y de constricción a la acción. El individuo tiene la posibilidad de actuar o no actuar, no siendo obligado ni impedido por otros sujetos: que otros no se interpongan en mi actividad. La libertad negativa es la afirmación de la voluntad incondicionada como sustancia misma de la libertad y de la persona: es el fundamento de la amoralidad como punto de partida de la vida humana personal y política. Esta libertad negativa es la absoluta autodeterminación, la libertad ejercida con el único criterio de la misma libertad.
La Modernidad viene a ser la concepción del mundo basada en la autodeterminación de los sujetos para alcanzar la autoliberación de la especie humana de toda dominación o dependencia ajena a su voluntad, sobre todo de la dependencia respecto a Dios y a su Ley Eterna. Las ideologías se fundamentan todas en el principio de la autodeterminación humana.
La autonomía de la persona resalta en el individualismo liberal; y la autonomía colectiva, en los totalitarismos. La autodeterminación está en el Liberalismo individualista o en el socialismo marxista, porque todos ellos entienden a su manera la autodeterminación: del individuo, del pueblo o de la clase. La primacía de la autodeterminación política sobre la de las personas (ya sea como condición necesaria para la segunda o simplemente como negación de esta) se puede percibir en la historia de ciertos nacionalismos de los siglos XIX y XX. Es la ideología de los totalitarismos nazi y soviético y de una multitud de experiencias autoritarias vividas en el siglo XX.
Así, en la concepción nacionalsocialista, el Estado está al servicio de la raza como elemento espiritual y superior, al que aquel sirve como instrumento para su preservación y engrandecimiento, convirtiéndola en dominadora del mundo; raza aria ante la cual cede todo derecho individual. En la concepción fascista, el Estado está al servicio de la nación, que se encarna en el Partido-Estado de la grandeza nacional, y que abarca absolutamente toda realidad individual y social.
En la doctrina comunista, no puede haber ninguna forma de emancipación (de emancipación de los hombres) sin la de todas las formas de explotación del hombre por el hombre; es decir, sin la emancipación de toda alienación religiosa y política. No hay emancipaciones fragmentarias, sino una única y total, que solo es posible en la sociedad comunista futura y que tiene que pasar previamente por la dictadura del proletariado y el control férreo de la sociedad por el Partido Comunista.
En todas las modalidades de autodeterminación política sobre la personal, la autonomía del individuo no solo se supedita a la de la entidad superior (llámese nación, pueblo, raza o partido), sino que el individuo pierde su autonomía al ser absorbido por el Estado o por el Partido. La soberanía de la nación, del pueblo, del Estado, de la raza o del partido implica un poder absoluto e ilimitado.
La autodeterminación está también en los cimientos de la ideología feminista y de la ideología de género. También se relaciona la autodeterminación con todo aquello que supone asumir el control sobre tu propia vida y tu propia muerte (aborto, eutanasia, suicidio asistido…); o sobre la vida en general: experimentación con embriones, manipulación genética de seres humanos, eugenesia, etc.
El feminismo radical traslada la dialéctica marxista a la relación entre hombres y mujeres. Y así, las mujeres serían la clase oprimida y explotada; y el hombre, la clase opresora. El enemigo del feminismo es lo que llaman el “heteropatriarcado”, que consiste básicamente – traducido al cristiano – en la familia. La familia no sería, para estos enfermos de ideología, un espacio de amor, sino una cárcel, un ámbito de explotación y de opresión de las mujeres, que se verían coaccionadas por la maternidad, que restringe su posibilidad de autodeterminarse y de desarrollar su carrera profesional y su realización personal. El feminismo no entiende de entrega generosa en favor de los hijos o del marido. La mujer y sus deseos y su derecho a la autonomía y a la autodeterminación se imponen sobre el amor familiar, que siempre obliga a renuncias y a sacrificios. Su derecho a la autodeterminación y a la autonomía implica reivindicar el derecho al placer, a emanciparse e independizarse de todo aquello que supone una atadura para ella: sea la educación y el cuidado de los hijos o el someter su libertad al proyecto en común con el marido que implica la familia. Por eso cada vez hay más mujeres que expresan su horror a la maternidad y la consideran una condena que las ata y les impide hacer lo que les dé la gana con su vida, que es de su propiedad.
Por eso, cada vez hay menos matrimonios, más divorcios y más promiscuidad. Y se extiende la especie del amor libre, sin compromisos, donde el sexo sería solo un placer que de ninguna manera ha de ir de la mano del amor o del compromiso o de un proyecto de vida compartido: y mucho menos de la procreación. Las relaciones se vuelven esporádicas y la promiscuidad homosexual o heterosexual se concreta en una casi infinita gama de opciones o posibilidades, a las que califican como distintas “orientaciones sexuales”: heterosexual, homosexual, transgénero, asexual, bisexual, pansexualidad, demisexualidad, lithsexualidad, autosexualidad, polisexualidad, género fluido, poliamoroso… Cualquier opción sexual, por aberrante que sea, es normalizada: todo vale, todo es bueno; cualquier forma de disfrutar del sexo como placer es legítimo y bueno porque no se hace daño a nadie y cada uno puede hacer con su vida lo que le dé la gana, sin ningún tipo de limitación más que la libertad del otro.
Yo soy lo que siento que soy; lo que quiera ser; y me hago a mí mismo y me poseo a mí mismo. Soy dueño de mi vida y soy yo quien decide el sentido que le doy y el fin que le quiero dar. Yo soy feliz como me da la gana y nadie puede obligarme ni imponerme ser feliz de un modo concreto.
La libertad negativa está llegando a su paroxismo en nuestros tiempos. El transhumanismo va aún más allá: el hombre quiere ser dueño de su evolución como especie, quiere ser inmortal y cambiar o alterar sus sentidos o sus capacidades gracias a los avances genéticos o a implantes tecnológicos que mejoren nuestras capacidades, curen las enfermedades o impidan que la muerte cercene nuestra vida: así acabaríamos con la última frontera de nuestra autodeterminación. Quieren que el ser humano no muera nunca, si él mismo no quiere morir. En ello están en su esfuerzo prometeico de convertirse en dioses: de ser como Dios.
En el relato del Génesis, la Serpiente tienta a Eva para que desobedezcan a Dios:
Y dijo la serpiente a la mujer: “No, no moriréis; es que sabe Elohim que el día en que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Elohim, conocedores del bien y del mal.”
Seréis como Dios y seréis vosotros los que os autolegislaréis autónomamente: sin un Dios que os coaccione y limite vuestra libertad. La Modernidad es el colofón, el cénit, el clímax, la culminación de la rebelión del hombre contra Dios. Por eso, podemos concluir que la Modernidad es profundamente satánica, luciferina, demoníaca…
La raza de los impíos conforma el pueblo de Lucifer.
Dice el Libro de Isaías (Is 14, 12-15)
¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora, echado por tierra el dominador de las naciones?
Y tú decías en tu corazón: Subiré a los cielos; en lo alto, sobre las estrellas del cielo, elevaré mi trono, y me asentaré en el monte de la asamblea, en las profundidades del aquilón.’
Subiré sobre las cumbres de las nubes y seré igual al Altísimo.
Pues bien, al “seol” has bajado, a las profundidades del abismo.
Oíamos decir, no hace demasiado tiempo, a un conocido político español, que “tomarían el cielo al asalto”. Las referencias luciferinas son más que evidentes.
El mito de Lucifer resulta realmente muy significativo y relevante para entender lo que está pasando hoy en día: “No serviré a Dios. No obedeceré sus Mandamientos”. Lucifer es el precursor de toda autodeterminación, de toda autonomía e independencia; de toda rebelión contra Dios. Lucifer, Satanás, el Maligno, la Serpiente, el Demonio (llámenlo como quieran) quería ser como Dios y por soberbia, se rebeló contra Él. Y por dicha rebelión, fue castigado y, junto con el ejército de ángeles rebeldes que arrastró consigo, fue expulsado del cielo. Desde ese momento, fue conocido como el Ángel Caído o como “el adversario” (en hebreo Satán).
La Modernidad es el reino de Anticristo y sus ideologías y sus filosofías son blasfemias luciferinas contra Dios. El “reino de los fines” de Kant, el antropocentrismo moderno – o antropolatría – y la estadolatría (autodeterminación política del Estado, de la raza, del partido, del proletariado, de la mujer o del Colectivo LGTBIQ+) se oponen a la Voluntad de Dios, al Reino de Dios, a la autoridad de Dios como Creador y Señor de todo cuanto existe: como Causa Primera.
Recogía hace unas fechas, en un artículo titulado Contra la Degeneración, la Tradición, una entrevista al escritor alemán Martin Mosebach en la que señalaba que “cuando desaparece la creencia de que el hombre no es la máxima y última autoridad, el mundo se vuelve oscuro.” Y así es. El hombre moderno ha pretendido, nada más y nada menos, que matar a Dios.
Dicho hombre, frenético o loco, cierta mañana se deja conducir al mercado. Provisto con una linterna en sus manos no dejaba de gritar: «¡Busco a Dios!» Allí había muchos ateos y no dejaron de reírse. Los descreídos, mirándose con sorna entre sí, se decían: «¿Se ha perdido?» «¿Se ha extraviado?». Y agregaban: «Se habrá ocultado». «O tendrá miedo». «Acaso se habrá embarcado o emigrado». Y las carcajadas seguían. Al loco no le gustó esas burlas y, precipitándose entre ellos, les espetó: «¿Qué ha sido de Dios?». Fulminándolos con la mirada agregó: «Os lo voy a decir. Lo hemos matado. Vosotros y yo lo hemos matado. Hemos dejado esta tierra sin su sol, sin su orden, sin quién pueda conducirla… ¿Hemos vaciado el mar? Vagamos como a través de una nada infinita». Y en tono interrogativo y con énfasis prosiguió afirmando que nos roza el soplo del vacío, que la noche se hace más noche y más profunda, y que se torna indispensable encender linternas en pleno día. Manifestó que se oye a los sepultureros enterrando a Dios, agregando que tal vez tengamos que oler el desagradable tufo de la putrefacción divina, pues, naturalmente, los dioses también se pudren. Y siguió diciendo que lo más sagrado y lo más profundo se ha desangrado bajo nuestro cuchillo, preguntando, al mismo tiempo, si se podría encontrar un agua capaz de limpiar la sangre del cuchillo asesino. E inmediatamente puso en duda que la grandeza de este acto fuera propiamente humana. Y entendía que toda la posteridad se agigantaba con la magnificencia de este acto. Se puso colérico y echó al suelo su linterna y creyó reconocer que se había metido muy precozmente entre los hombres. Intuía que los oídos humanos no estaban todavía preparados para escuchar tales verdades. Porque el rayo, el trueno, la luz de los astros, y los actos heroicos de los hombres requieren su tiempo para arribar. Y este último acto mencionado se encuentra más lejos que los actos más lejanos. Los hombres nada saben de ellos y son ellos los que han cometido el acto.
Dicen que el loco ese día penetró en varias iglesias y entonó un requiem æternam deo. Y cuando era arrojado esgrimía reiteradamente su argumento: «¿Qué son estas iglesias, sino tumbas y monumentos fúnebres de Dios?».Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125
El vacío dejado por la muerte de Dios debía llenarse de alguna manera. Y entonces, apareció el concepto del hombre superior, del Übermensch (superhombre o suprahombre). Se trata del hombre que se sitúa por encima del bien y del mal: el hombre que se autolegisla, el hombre autónomo, el hombre amoral de la libertad negativa; el hombre moderno, el hombre endiosado que ya no va a reconocer ningún poder ni ninguna autoridad por encima de sí mismo. El superhombre nietzscheano es el Anticristo.
De hecho, Kant y los filósofos modernos consideran que solo son personas los seres humanos con capacidad de autodeterminarse: los que son libres, autónomos y responsables de sus actos. Por lo tanto, los enfermos mentales, los niños pequeños, los fetos, los seres humanos dependientes en general (discapacitados, ancianos, etc.) no son personas. Y si no son personas, no tienen derechos. “Los débiles y malogrados deben perecer. Y hasta se les debe ayudar a perecer.”
Así lo escribe Nietzsche en su obra El Anticristo:
¿Qué es bueno? Todo lo que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo.
¿Qué es malo? Todo lo que proviene de la debilidad.
¿Qué es felicidad? La conciencia de que se acrecienta el poder; que queda superada una resistencia.
No contento, sino aumento de poder; no paz, sino guerra; no virtud, sino aptitud (virtud al estilo renacentista, virtù, virtud carente de moralina).
Los débiles y malogrados deben perecer; tal es el axioma capital de nuestro amor al hombre. Y hasta se les debe ayudar a perecer.
¿Qué es más perjudicial que cualquier vicio? La compasión activa con todos los débiles y malogrados; el cristianismo…
El problema que así planteo no es: qué ha de reemplazar a la humanidad en la sucesión de los seres (el hombre es un fin), sino qué tipo humano debe ser desarrollado, potenciado, entendido como tipo superior, más digno de vivir, más dueño de porvenir.
Se llama al cristianismo la religión de la compasión`[…]. Hablando en términos generales, la compasión atenta contra la ley de la evolución, que es la ley de la selección. Preserva lo que debiera perecer; lucha en favor de los desheredados y condenados de la vida.
El hombre es un fin: esto viene de Kant. Y significa que el fin del hombre ya no es Dios o el cielo (llámenlo como quieran), sino él mismo. Cada uno determina cuál es el propósito de su vida y, si Dios ha muerto y no hay nada trascendente, lo único que nos queda es pasarlo aquí lo mejor posible: el hedonismo de hoy es la consecuencia de que el hombre sea fin: es que no hay nada más allá… Y si no hay nada más allá, la vida no tiene ningún sentido y el hombre vaga sin rumbo por el mundo con la angustia de no saber ni de dónde viene ni a dónde va. Nunca ha habido más suicidios que en nuestro tiempo presente.
El hombre autónomo, autodeterminado e inmoral; el hombre “moderno” es enemigo de Dios y de la Iglesia. El darwinismo social, el maltusianismo (unido a un cierto panenteísmo y a un ecologismo ideológico que pretende justificar una reducción drástica de la población mundial bajo el pretexto de la sostenibilidad y de “salvar la Tierra”), el ateísmo (o laicismo), son las notas dominantes de nuestros tiempos… Los “sin Dios”, los impíos, odian a Dios y a los que somos suyos: a los católicos auténticos e íntegros, a quienes insultan y de quienes se mofan como bufones patéticos de Satanás que son.
No nos engañemos: nos espera una persecución feroz. Tras la gran apostasía de la Modernidad, llegará la gran tribulación. Pestes, guerras, hambre,…
El problema añadido es que gran parte de la Iglesia, desde hace mucho tiempo, ha aceptado las premisas liberales y ha traicionado a Cristo. Ya no es Cristo el Señor, sino el hombre autodeterminado y autónomo que se posee a sí mismo y es fin en sí mismo. La Iglesia del nuevo paradigma, autodeterminada y autónoma, alejada de Dios y sin fe verdadera, cambia la doctrina a su antojo, destruye la liturgia tradicional, propaga la inmoralidad y bendice la depravación; se avergüenza de la verdad y de la Ley de Dios y proclama la bondad del pecado nefando; enmienda la plana a las Sagradas Escrituras y desprecia la Tradición. Esta Iglesia del Nuevo Paradigma es enemiga de Dios y sirve al Anticristo de la Modernidad y del Nuevo Orden Mundial. Es la Iglesia del “non serviam” y de la libertad lucifernia que se rebela contra la Ley de Dios. No os dejéis engañar.
La Iglesia del Nuevo Paradigma (o del Nuevo Orden Mundial o del Anticristo) es la Iglesia de la libertad negativa que pretende hacerse a sí misma para congraciarse con la plutocracia mundialista. Soloviev, en su obra Tres diálogos, anuncia proféticamente que “el anticristo se presenta como pacifista, ecologista y ecumenista”. Pero en su Relato sobre el Anticristo, Soloviev prevé también que un pequeño grupo de católicos, ortodoxos y protestantes resistirán y le responderán al anticristo: “Tú nos das todo, menos lo que nos interesa: Jesucristo”.
Al final, el triunfo es de Nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre. Jesús está sentado a la derecha del Padre y es Él quien reina y juzga. Cristo es Rey de la inteligencia, de la voluntad y de los corazones de los hombres, pue Él es la Verdad y la Caridad. La realeza de Cristo no es metafórica, sino dogmática. La potestad de Cristo abarca todos los asuntos temporales de los hombres: el reino de lo espiritual se extiende a lo temporal porque Cristo tiene toda potestad. Él lo rige todo y todo poder viene de Dios (Romanos 13).
Libremos el buen combate de la fe, bajo la bandera de Cristo, y pidamos al Señor la gracia de la perseverancia para que nos cuente entre sus elegidos. La victoria será de nuestro Dios que hizo el Cielo y la Tierra. Hágase la voluntad de Dios y no la del superhombre libertino, amoral, autodeterminado y fin en sí mismo. Venga a nosotros el Reino de Dios; y no el reino de Lucifer: el reino de los fines, de los impíos y desalmados. Tenemos el deber de defender el bien y combatir el mal, con la gracia de Dios. Somos parte de aquellos que eligieron las libertades cristianas en vez del libertinaje pagano.
¡Viva Cristo Rey!
[1] Para el asunto de la autodeterminación, sigo el siguiente artículo: Génesis y desarrollo histórico de la autodeterminación política, Juan Fernando SEGOVIA, en La Autodeterminación: problemas jurídicos y políticos, Miguel AYUSO (editor).
15 comentarios
La autodeterminación así entendida no contradice la heterodeterminación, sino solamente a la no autodeterminación. Es decir, que yo determine mis propios actos como causa segunda no quita que Dios los determine, con su "premoción física", como Causa Primera.
Es decir, "autodeterminación" no quiere decir necesariamente "independencia absoluta".
Otra cosa distinta es la autonomía, que es darse a sí mismo la ley, y que también es imposible, porque en esa hipótesis, la misma autoridad que alguien tendría para imponerse una ley la tendría para derogarla cuando quisiera.
Saludos cordiales.
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Pedro L. Llera
Yo hablo de lo que hablo. Y los términos que utilizo están perfectamente definidos. Hablo de la autodeterminación como autonomía y libertad negativa. Yo critico la libertad moderna que separa al hombre de Dios: la libertad liberal, que es pecado.
La libertad moderna es la del non serviam; no es la verdadera libertad, que es libertad para el bien y es don de Dios.
Nosotros, cuanto más dependemos de Dios, más libres somos. El hombre de Dios no es autónomo ni quiere serlo, sino teónomo: dependiente de Dios, ligado a Él, sujeto a Él y a sus mandamientos.
Pero el tema de hoy no era el verdadero concepto de libertad cristiana (la libertad de los hijos de Dios), sino el falso concepto de libertad que trajo la modernidad y sus filosofías, sobre todo desde Kant.
La libertad, bien entendida, es buena. Claro. Y mal entendida, es mala. Claro.
Las cosas modernas, en el buen sentido, no tienen nada de malo. Claro. Y el modernismo es intrínsecamente malo. Claro.
Y los comentaristas, cuando comentamos de lo que habla el post, son buenos. Claro. Y cuando no...
Las cosas modernas no son el modernismo y qué es la libertad está todavía por definir.
Por eso a la gente le causa rechazo la palabra predeterminación: ¡Cómo va Dios a predeterminarme, entonces no soy libre, debo ser yo quien me autodetermine! Todo el mundo entiende autodeterminación como actuar por sí solo.
Y lo cierto es que el hombre no puede actuar por sí solo, esto es, no puede autodeterminarse en sentido moderno.
Otra cosa es entender "auto" como "por sí mismo". Entonces decimos bien que el hombre es dueño de sus acciones, que movido por la gracia actúa por sí mismo etc. Pero es dando por supuesto que estamos en el orden de las causas segundas; pues, propiamente hablando, que la causa segunda actúe por sí misma y se autodetermine depende de que Dios la PREdetermine. Por eso más que de autodeterminación, es mejor hablar de propia-determinación-premovida, o autodeterminación-predeterminada.
El mundo moderno reivindica la libertad de autodeterminarse, no la facultad de actuar por sí mismo movido por Dios; esto no lo defiende la modernidad. El hombre moderno lo que defiende es determinarse por sí solo sin Dios. Y eso es una grave impiedad.
"No nos engañemos: nos espera una persecución feroz. Tras la gran apostasía de la Modernidad, llegará la gran tribulación. Pestes, guerras, hambre…". Exacto.
Mateo 24,37-39
[37]Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre.
[38]Porque como en los días que precedieron al diluvio, comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca,
[39]y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.
¿Qué pasó en los días de Noé? Pues creo que lo que está pasando ahora: una humanidad sin Dios y degenerada, que contradice la Ley de Dios y que hace las obras perversas del Diablo.
La democracia es lo contrario a la teocracia ,y en cierto sentido ,con toda la razón ; si tenemos en cuenta el terrorismo islámico , qué siempre atenta al grito :" Alah es Grande " .
" La democracia es el peor de los sistemas políticos inventados por el hombre ; exceptuando a todos los demás " , dijo Churchil
Hablar de teocracia hoy día , significa referirse a los regímenes teocráticos musulmanes en general . No es aplicable a los regímenes actuales de la Cristiandad. No siempre ha sido así ; hasta principios del siglo XX , con el estallido de la " Gran Guerra ".
Desde la Primera Guerra Mundial llegó la democracia a prácticamente todos los países de la tierra . Con la ecepcion de Francia y pocos más , qué ya eran una democracia desde la revolución francesa en el siglo XVIII.
Es la democracia un régimen político para toda la eternidad ?...... Yo creo que no . El régimen democrático pasará a la Historia , cómo pasó el régimen griego y romano. Éste régimen dará paso al Nuevo Orden mundial de corte marxista y totalitario ; que resultará ser más bien un régimen anticristiano ,con la aparición del Anticristo. Es necesario qué así sea para qué después venga el Reino Teocrático de Nuestro Señor Jesucristo. Y Éste sí será para siempre jamás.
Ven Señor Jesús !!!
Por otra parte la democracia está demostrando no ser barrera de nada, y finalmente demostrará que tampoco es el mejor de todos los sistemas. Para que la democracia sea manipulable hay que convencer al votante y éste, que en teoría se rige por el sentido común, ha demostrado que no lo tiene, se vende por pan y circo y cree que la sanidad estatal le va a librar de la muerte, tal es su ceguera.
La democracia es la demostración palpable del pecado original porque fue creado por personas que no creían en él y, por lo tanto eran de tipo Rousseau y su teoría del Buen Salvaje y la tabla rasa, el que hayamos llegado a estos extremos habla alto y claro de las limitaciones del hombre por efecto del pecado en una sociedad que no quiere oír tal cosa y la repele como aceite al agua. Para que la democracia funcionara tendríamos que ser el Hombre Nuevo que quería Jesucristo, es decir cada cual tendría que estar muy atento a sus propios pecados y ¿qué hace la democracia? barra libre de todos ellos.
En un ataque de soberbia en 1945 se decretó que no era lícito para los abogados de los nazis presentar en defensa de sus defendidos el eximente del "deber cumplido" porque la conciencia impide hacer barbaridades y la obediencia ciega no es justificación de nada; hoy en día los médicos se enfrentan al aborto y a la eutanasia con ese mismo argumento y no sirve, de manera que la democracia presume de que sus leyes si deben ser obedecidas aunque ordenen barbaridades ????????
Si el Conde von Moltke, que era abogado cristiano, no quiso ser juez porque en aquella época los jueces estaban obligados a cumplir leyes inicuas, es posible que los cristianos se planteen ser médicos en las condiciones presentes.
Es necesario qué así sea . Él se pone al frente de todos en los poderes de éste mundo ,y del Nuevo Orden mundial venidero. No tengamos miedo !!!
Al final Nuestro Dios Soberano sobre toda la tierra , qué está sentado en el Trono , y su "Hijo Varón " : Nuestro Señor Jesucristo , tendrán la Última Palabra ; e instaurarán el Reino Teocrático para todos en los hombres y mujeres de buena voluntad.
Él pondrá en el corazón del Anticristo ; desafiar a Dios Todopoderoso ,y al Reino del Cristo ; hasta llegar a declararle la Guerra . Éste será el final de Satanás y todos sus partidarios ; porque serán eliminados para siempre en la Gran Guerra de Dios : El Armagedon.
" La Victoria es de Nuestro Dios ,que hizo los Cielos y la Tierra " . !!!
2. El beneficio que nos ha ganado el Señor Jesús con la victoria de la Cruz ante el Pecado, nuestra libertad de la esclavitud, y la Resurrección, la victoria de la Vida sobre la Muerte, es razón de nuestra esperanza en la Promesa de la Vida eterna.
3. Nosotros somos hijos en el Hijo, hijos de Dios, descendencia de la Inmaculada Virgen María, por lo que aplastaremos junto con Nuestro Señor la cabeza de la serpiente antigua aunque nos muerda el calcañar.
4. Alegrémonos en el Espíritu de Dios porque nos ha dado a conocer la Luz y el Amor de Dios, y ya nada nos puede separar de Dios.
5. Es en los momentos de nuestra noche oscura cuando la Luz y el Amor de Dios que hemos conocido por y en Cristo, brilla en nosotros por la esperanza, la cual no nos hacer renegar de Él, porque por nuestra fe confiamos en Él hasta la plena oscuridad, porque es Nuestro Salvador, el único Nombre que nos ha dado el Cielo y el que ha realizado el Sacrificio y la Ofrenda perfecta del género humano.
6. Ante Jesucristo Nuestro Señor toda rodilla se dobla.
7. Cristo Jesús es el Dueño de nuestra vida y de nuestra muerte, porque por Su muerte en Cruz ha vencido al príncipe de la muerte. Victoria eterna que ha elevado al Cielo al género humano. Como Dios no está en el tiempo con Él están los inscritos en el Libro de la Vida por medio y entregados a Su Hijo y por la santificación del Espíritu de la Verdad dador de Vida.
Porque en España esa objeción de conciencia está protegida por la propia ley (Ley 2/2010 artículo 19).
Ningún médico de la sanidad pública puede ser obligado a practicar un aborto.
Lo que los modernos entiendan por "autodeterminación" es problema de sus modernas mentes, pero por más modernos que sean, les podemos explicar lo que nosotros entendemos por "autodeterminación", y lo que en todo caso se debe entender, porque nosotros también jugamos, y además, porque en ninguna parte el concepto de "autodeterminación" exige la independencia absoluta ni puede ello deducirse del concepto de "autodeterminación" por medio de ningún razonamiento, que es lo que importa.
La alternativa sería dar a entender a los modernos que la moción divina, por ejemplo, exige la total pasividad del ser humano movido puramente desde fuera, y ahí sí que la liamos.
Simplemente no podemos prescindir del concepto de Causa Primera y causas segundas (que son verdaderas causas) al hablar de este tema.
En las cuestiones filosóficas y teológicas la mejor política, la más eficaz y veloz, es la verdad.
Saludos cordiales.
Dicho lo dicho, mi nivel filosófico es muy básico. Y lo estudiado lo tengo muy olvidado. Un día alguien comentó que para poder hincar el diente a determinadas lecturas, era necesario haber hecho previamente muchas otras lecturas. Pues bien, a mí me faltan esas otras lecturas. Por eso no puedo leer según qué cosas. Kant es una de ellas. O que no me interesó demasiado, a saber. El fomento de la ignorancia es una seña de identidad de nuestro tiempo "moderno". Con la excusa de la igualdad, cuando Dios nos hizo únicos y solo iguales en dignidad, se tira inevitablemente hacia abajo, en lo económico, lo cultural, en lo que sea. Dios es tan misericordioso que va escribiendo recto con nuestros renglones torcidos.
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