No hay salvación fuera de la Iglesia
Muy importante y necesario el artículo que publica Luis Fernando Pérez Bustamante en su blog sobre la, al parecer, próxima canonización del Beato Henry Newman. Según escribe Luis Fernando, el cardenal dejó escrito que tenía la convicción de que si seguía siendo anglicano, se condenaría; o sea, aceptó el dogma “Extra ecclesiam, nulla salus”.
Extra Ecclesiam nulla salus es un dogma de fe; es decir, una verdad incuestionable y que todo católico debe aceptar. No es una verdad opinable, cuestionable o relativa. No. Y este dogma no ha sido derogado ni puede serlo. La verdad es la verdad siempre. Porque algunos aducirán que esto suena a medieval, a inquisición, a fanatismo, a integrismo, a intolerancia… Ya sé que esto en la sociedad liberal apóstata no se entiende. Ya sé que esto no es “políticamente correcto”. Ya sé que al mundo de hoy no le gusta escuchar la verdad. Pero cuando algo es verdad, es verdad. Y la verdad es la misma en el siglo XIII y en el XXI. Los dogmas no evolucionan. Pueden ser profundizados, pero no cambiados. Puede que alguien no los entienda, pero debe aceptarlos por fe. Nuestra obligación es llevar a todas las almas a Cristo para que se salven y tengan vida en abundancia. El cristiano tiene la obligación, por caridad – por puro amor – de curar las heridas del hombre que está tirado en la cuneta de la vida por culpa del pecado. No hay mayor amor que ese. Pero el amor no se impone ni la fe tampoco. Por eso no cabe fanatismo alguno. Pero tampoco podemos ocultar la verdad ni mucho menos, avergonzarnos de anunciar a Cristo. Lo que para el mundo sería un acto de soberbia y de prepotencia (“¡qué se habrán creído estos católicos! ¡Cómo pueden pensar que solo ellos se pueden salvar!”), en realidad es un acto de profunda humildad y de caridad: Extra ecclesiam nula salus significa que nosotros somos de Cristo, que Él es el Señor de nuestra vida y que sólo Él nos puede salvar a todos. La Iglesia no pretende excluir a nadie. Al contrario: a todos acoge con amor de madre. La Iglesia tiene las puertas abiertas para quien quiera entrar y recibe con los brazos abiertos a todos los que quieran acercarse a ella.
Pero no da igual ser católico que budista. No todas las religiones son iguales. No todas las religiones son verdaderas. Tampoco da igual ser católico que luterano u ortodoxo. No es lo mismo. La Iglesia Católica es la fundada por Jesucristo. Es la Iglesia de los apóstoles. Ser católico es ser discípulo de Cristo y ser discípulo de Cristo implica aceptar la verdad revelada a través de las Sagradas Escrituras y de la Tradición de la Iglesia.
Se lo trataré de explicar de la manera más sencilla posible. Yo no soy teólogo: soy un simple laico con alguna lectura, posiblemente mal asimilada. Pero les voy a tratar de explicar el dogma de que no hay salvación fuera de la Iglesia de la manera más sencilla posible.
Dice Jesús:
“Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.”
Marcos 16
Creo que esto queda claro. La Iglesia – los apóstoles – deben proclamar el Evangelio a toda la creación. Y deben bautizar a los que crean. El que cree y se bautiza se salva. Y el que no crea, se condenará. O sea que nuestra salvación depende de la aceptación de la verdad del Evangelio y del bautismo.
El bautismo es el sacramento que nos incorpora al Cuerpo Místico de Cristo: a la Iglesia. Por el bautismo nos convertimos en hijos adoptivos de Dios y el Señor siembra en nosotros la semilla de la fe. Por el bautismo somos hombres nuevos, libres del pecado original, aunque no de sus consecuencias (la concupiscencia de nuestra naturaleza herida que nos inclina al mal). El bautismo nos da la gracia santificante.
¿Pero no somos todos “hijos de Dios”? No. Somos todos criaturas de Dios; es decir, todos somos creados por Dios a su imagen y semejanza. Pero el pecado original nos apartó de Dios, nos enemistó con el Creador. Porque el pecado original es creernos que nosotros somos Dios, que nosotros podemos desobedecer a Dios y despreciar sus mandamientos. El pecado original consiste en autodeterminarnos de Dios, en apartarnos de Él y decidir hacer lo que nos dé la gana, al margen de Dios o directamente contra Dios. Yo puedo decidir libremente mentir, ser infiel a mi esposa y repudiarla, asesinar, blasfemar, robar… Por el pecado original entra en el mundo el mal, la corrupción, el dolor, el sufrimiento y la muerte. La soberbia y el orgullo del hombre que decide contravenir los mandamientos de Dios son el origen de todos los males. Quiero hacer mi voluntad y no estoy dispuesto a obedecer a Dios: “non serviam”. El pecado nos convierte en esclavos de Satanás y en enemigos de Dios.
El concepto de pecado original es fundamental en la antropología cristiana. Si prescindimos de él, caemos fácilmente en la falacia rousseauniana que predica que el hombre es bueno por naturaleza y que es la sociedad quien lo pervierte. De ahí vienen la teoría del buen salvaje, Tarzán, El Libro de la Selva, etc., etc. Y, efectivamente, el hombre fue creado bueno. Pero el pecado original ha dañado la naturaleza humana y nos inclina al mal. Por eso San Pablo dice:
“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. Y si lo que no quiero, eso es lo que hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que hay en mí. Quiero hacer el bien, y me encuentro haciendo el mal.”
Romanos 7
Ese es el efecto del pecado original en nuestra naturaleza humana: hago el mal que no quiero y no el bien que quiero. Lo dice el Catecismo:
407 La doctrina sobre el pecado original —vinculada a la de la Redención de Cristo— proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original entraña “la servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo” (Concilio de Trento: DS 1511, cf. Hb 2,14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres.
Cuando vemos a nuestros alumnos en el colegio cada día, efectivamente, vemos hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza; amados y queridos por Dios: por supuesto. Pero si olvidamos que su naturaleza está dañada por el pecado original, haremos el tonto y cometeremos graves errores. ¿Por qué no estudian lo suficiente? ¿Por qué se insultan o se agreden entre sí? Cualquiera que dé clase sabe y sufre cada día las consecuencias del pecado original. Una educación católica que prescinda del concepto de pecado original y de la necesidad de la gracia de Dios para liberarnos del mal, estará abocada al fracaso.
No es verdad que el hombre se autodetermine por sus acciones: si haces cosas buenas te vuelves bueno y si haces cosas malas, te vuelves malo. Eso es lo que propugnan ciertas antropologías personalistas. El hombre es libre, pero el pecado original nos ha dejado heridos en nuestra naturaleza. Tendemos al mal que no queremos. Por eso la vida cristiana es una lucha constante contra el mundo, el demonio y la carne; un camino de perfección que es una senda estrecha y que solo podremos recorrer con éxito hasta llegar a nuestro destino en el cielo con la ayuda de la gracia de Dios. Para eso vino Dios al mundo: para liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte.
No echemos la culpa a Dios o a “la sociedad” de nuestros males, de nuestros sufrimientos, del dolor, de la enfermedad, de la muerte… La culpa es nuestra: no de Dios. Dios quiere que el hombre viva. Dios ama al ser humano. Dios ama a cada una de sus criaturas, porque somos obra de sus manos. Pero Dios aborrece el pecado y la muerte es su consecuencia. Dios aborrece el egoísmo, aborrece los vicios, aborrece la mentira, aborrece la muerte. Porque Dios es la Verdad, es la Vida, es el Amor.
Y Dios quiere que todos nos salvemos y vivamos en plenitud. Por eso, llegada la plenitud de los tiempos, Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros; igual que nosotros en todo, menos en el pecado. Dios se hace hombre para salvarnos del pecado y de la muerte. No vino a cambiar los Mandamientos, sino a llevarlos a plenitud. Cristo no cambia la ley de Dios, sino que nos enseña a guardarla y nos da su gracia para que seamos capaces de cumplirla. El Verbo se hace hombre, como uno de nosotros, en la persona de Jesús de Nazaret. Dios quiere liberarnos de la esclavitud del pecado, quiere librarnos del mal y de la muerte.
En la Antigua Alianza, el signo de la liberación era el sacrificio de animales, que el sacerdote sacrificaba en el Templo, para pedir perdón por nuestros pecados. En la Pascua, los judíos sacrificaban el cordero como signo de ese Dios que pasa y libera al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto.
Ahora, Cristo es el Cordero de Dios que se sacrifica para liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte. A partir de la cruz, ya no tiene sentido que sacrifiquemos animales. Él es el Cordero. Y Cristo entrega su Cuerpo y derrama su preciosísima Sangre para que nosotros podamos salvarnos y liberarnos de la esclavitud del pecado. ¡Dios mismo muere de amor por nosotros! Cristo muere y resucita. Y sube al cielo. Pero se queda sacramentalmente con los suyos en la Santa Misa. El mismo sacrificio de la cruz se actualiza en cada Eucaristía. Y su cuerpo y su sangre se nos da como alimento para la vida eterna. Por eso, la Misa es el cielo en la tierra. Pero para poder unirnos a Cristo, para poder vivir unidos a Él, para ser suyos, tenemos que tratar de vivir con coherencia. Para poder comulgar, tenemos que estar en gracia de Dios. No se puede comulgar en pecado mortal.
La gracia santificante que Dios nos da en el bautismo la perdemos cuando cometemos un pecado mortal; es decir, cada vez que incumplimos sus mandamientos. Cada vez que, en lugar de vivir según el mandamiento del amor, caemos en el egoísmo, en la mentira; cada vez que robamos, que matamos, que incumplimos nuestro juramento de fidelidad a nuestras esposas o esposos… El pecado es no amar. El pecado es traicionar a Dios – incumpliendo sus mandamientos – y a los hermanos – cuando en lugar de amarlos y servirlos, queremos que sean nuestros siervos, queremos aprovecharnos de ellos, utilizarlos como objetos para proporcionarnos placer a nosotros mismos…
Y la única manera de recuperar la gracia santificante es la confesión sacramental: arrodillarse ante el Señor, llorar a sus pies, arrepentidos para implorar su perdón y su gracia para no volver a pecar.
Ser santo no es ser Superman. Nosotros no podemos liberarnos del pecado por nuestras propias fuerzas. El pecado lo quita Cristo. Y Él nos va dando la gracia para que vayamos creciendo en santidad poco a poco (o de golpe, porque Dios actúa como quiere, cuando quiere y donde quiere). La vida es un peregrinaje, un camino hacia el cielo. Caemos y Cristo nos vuelve a levantar. Lo que hace falta es que nosotros queramos que Cristo nos levante y nos devuelva la dignidad de hijos de Dios. Porque muchos están encantados de vivir arrastrándose por el suelo como los gusanos. Hay muchos desgraciados que viven sin la gracia de Dios y por lo tanto, son profundamente infelices. Y hay muchos desalmados que echan a perder su alma por sus pecados y actúan con crueldad inusitada; seres inhumanos que se comportan como bestias inmundas: violadores, asesinos, torturadores… Los desgraciados y desalmados, los viciosos y violentos, provocan dolor y muerte. Y si no se convierten, se condenarán a las penas del infierno para toda la eternidad. Por eso es tan importante que llamemos a tiempo y a destiempo a la conversión de los pecadores: empezando por nosotros mismos, obviamente. Todos somos pecadores. Todos estamos en proceso de conversión. Pero todos estamos también en riesgo inminente de santidad. Dios quiere que todos nos salvemos. Para eso, el Señor nos dejó el sacramento de la confesión:
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
– «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Juan 20
Los sucesores de los apóstoles reciben el Espíritu Santo para que puedan perdonar nuestros pecados. Pero muchos no quieren convertirse. No quieren ser perdonados. No quieren reconciliarse con Dios. Prefieren seguir regodeándose en su inmundicia. Prefieren la esclavitud del pecado que la libertad que Dios les ofrece. Esa esclavitud del pecado en la que viven tantos es el origen de lo que se ha venido en llamar la “cultura de la muerte”: aborto, eutanasia, divorcio, pornografía, prostitución, terrorismos, violencias, excluidos, paro, pobreza…
Ahora bien, para quienes no quieren convertirse Cristo habla con mucha claridad:
“Y cualquiera que no os reciba ni oiga vuestras palabras, al salir de esa casa o de esa ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra que para esa ciudad.”
Todos aborrecemos el mal, la injusticia, la mentira, el dolor, la muerte… Porque en nuestra naturaleza llevamos inscrita la ley de Dios y todos ansiamos la felicidad, la justicia, la paz, el bien y la verdad. Todos deseamos un mundo habitable y justo. Todos. Solo que algunos se dejan cegar por los cantos de sirenas del hedonismo y de las ideologías que les proponen proyectos de redención pseudomísticos que les prometen el cielo en la tierra sin necesidad de Dios. Y esos proyectos pseudorredentores son mentiras que no conducen al bien y a la felicidad, sino a más muerte. Porque nosotros nos podemos salvarnos a nosotros mismos: solo Dios nos salva. Las ideologías son estructuras de pecado que pregonan la soberbia del hombre y su orgullo: yo me salvo solo.
Nosotros solo podemos alcanzar la salvación desde la humildad: yo no puedo nada y solo Dios lo puede todo. “Hágase en mí según tu palabra”. “Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo”. El camino de la felicidad verdadera es el de la humildad: el de María. “Mi alma se alegra en Dios, mi Salvador, que se ha fijado en la humildad de su sierva”. Y Dios la llena de su Gracia. Dejémonos llenar nosotros de la gracia de Dios para ser santos y humildes según el ejemplo de María.
En resumen: solo la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia de Cristo. Cristo vive en cada sagrario. Él se hace presente en la Eucaristía. Él perdona nuestros pecados por el bautismo y por la penitencia. Él nos da la gracia para que podamos cumplir sus mandamientos y ser santos. Sólo unidos a Él, en comunión con Él, podemos vivir amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. No se trata de hacer muchas cosas: se trata de dejarse transformar el corazón por la gracia de Dios. Nosotros viviremos la caridad en la medida en que esa Caridad, que es Dios, habite en nosotros. Y para que Dios habite en nosotros, tenemos que estar en estado de gracia. Y esa dignidad de hijos de Dios nos es dada a través de los sacramentos de la Iglesia.
Nuestras heridas personales y las heridas del mundo tienen una causa: el pecado. Dejemos que las llagas de Cristo curen nuestras heridas. Dejemos que Cristo nos salve. Dejémosle habitar en nuestro corazón. Abramos las puertas a Cristo. No hay otro Salvador que Jesucristo, que es la cabeza de Iglesia. Fuera de la Iglesia no hay salvación.
Empezábamos hablando de John Henry Newman y quiero acabar con una cita de uno de sus sermones que me llegó providencialmente por Whatsapp:
«Viendo a la muchedumbre, sintió compasión, porque erraban como ovejas sin pastor» Mirad a vuestro alrededor, hermanos: ¿por qué hay tantos cambios y luchas, tantos partidos y sectas, tantos credos? Porque los hombres están insatisfechos e inquietos. ¿Y por qué están inquietos, cada uno con su salmo, su doctrina, su lengua, su revelación, su interpretación? Están inquietos porque no han encontrado…; todo esto todavía no les ha llevado a la presencia de Cristo que es «la plenitud de la alegría y la felicidad eterna» (Sal. 15,11). Si hubieran sido alimentados por el pan de la vida (Jn 6,35) y probado el panal de miel, sus ojos se habrían vuelto claros, como los de Jonatan (1Sm 14,27) y habrían reconocido al Salvador de los hombres. Pero no habiendo percibido estas cosas invisibles, todavía deben buscar, y están a merced de rumores lejanos…
Triste espectáculo: el pueblo de Cristo errante sobre las colinas «como ovejas sin pastor». En lugar de buscarlo en los lugares que siempre frecuentó y en la morada que estableció, se atarean en proyectos humanos, siguen a guías extranjeros y se dejan cautivar por opiniones nuevas, se convierten en el juguete del azar o del humor del momento y víctimas de su propia voluntad.
Están llenos de ansiedad, de perplejidad, de celos y de alarma, «hechos bambolear y llevados por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres y su propia astucia que se equivoca en el error» (Ef 4,14). Todo esto porque no buscan el «Cuerpo único, el Espíritu único, la única esperanza de su llamada, el único Señor, la fe única, el bautismo único, el Dios único y Padre de todos» (Ef 4,5-6) para «encontrar el descanso de sus almas» (Mt 11,29).
PS. Antes de que empiece nadie a bombardear con matizaciones, queda claro que acepto cuanto el Concilio Vaticano II señala respecto a la ignorancia insalvable y todas las demás excepciones a la norma general. Como dice el Catecismo:
846 ¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo:
El santo Sínodo […] «basado en la sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el Bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella» (LG 14).
847 Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia:
«Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; cf DS 3866-3872).
848 «Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, “sin la que es imposible agradarle” (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar» (AG 7).
40 comentarios
Dios nos juzgará por la Verdad que hayamos conocido. No va a ser igual de "exigente" con un nacido en un país católico que con un pigmeo que jamás ha conocido otra cosa que las creencias de su tribu. ¿Que culpa tiene el pigmeo de haber nacido en una selva donde en toda su vida le será anunciado el Evangelio? ¿Se va a condenar alguien porque la Providencia ha dispuesto que naciera aislado de la civilización cristiana? Evidentemente no (eso no quita que no haya que evangelizarlos, y de forma apropiada)
También hay gente que habrá nacido en otra confesión cristiana (u otra religión) y no haya recibido la gracia, la información y el testimonio suficientemente para conocer la Verdad Plena en la Iglesia Católica y ser verdaderamente responsable de la decisión me hago católico o no
Pero todos tendremos que rendir cuentas ante Cristo y ser salvados, si es que no nos condenamos, por medio de su pasión y la de su cuerpo místico: la Iglesia Católica. Sí: fuera de la Iglesia no hay salvación.
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Pedro L. Llera
No me ha dado usted tiempo para introducir esas matizaciones... Ha sido usted más rápido que yo. Obviamente, tiene usted razón. Pero yo no pretendía decir nada distinto.
Gracias por el post, Pedro, recuerdas cosas fundamentales, y el católico vive de cosas fundamentales.
Sí me gustaría resaltar que el Bautismo tiene una culminación con la Confirmación.
También que la Confirmación, al igual que la Comunión tienen sus matices.
En el caso de la Comunión es evidente que si se acaban las Sagradas Formas (que a veces ocurre) o que no podemos comulgar porque nos separa la distancia, existe la Comunión Espiritual.
Bien: la Comunión Espiritual puede ser más profunda en alguna ocasión que la Comunión que se toma porque todos la toman y se va hablando para recibirla e incluso un momento después (que a veces hemos observado que ocurre).
Por todo ello la Confirmación Espiritual (que no quita que no se recibiera a los 13 o 14 años o a las 17 o 18) en el silencio con Dios también es muy importante.
A dónde voy a parar: al espíritu de la letra. ¿por qué? porque Jesús ponía mucho el énfasis en él.
Respecto del pecado original también hay muchos matices y realmente queda mucho camino que recorrer, pero tal y como van corriendo los tiempos puede ser cuestión de unos años o de unas pocas décadas.....
Gracias Pedro.
Ánimo y un abrazo
Tampoco será igual de exigente con todas las personas atendiendo a los dones que haya recibido, la exigencia hacia una persona puede ser distinta que hacia otra aunque ambas profesen la fe católica. Dios cuenta con la educación, el temperamento y el carácter de cada uno de nosotros y hay personas que están muy mal provistas de algunos dones necesarios o bien por una educación imperfecta o bien por enfermedad o por otras causas.
Pongamos el caso de C.S.Lewis, que era un buen apologeta y ha conducido a muchas personas al Catolicismo porque, prácticamente, su religión se parecía más a la Católica que a la Anglicana, pero nunca dio el paso hacia el Catolicismo. ¿Y por qué no lo dio? Tal vez porque era norirlandes y, desde que nació, los católicos eran sus enemigos por el problema de Irlanda. Sorprende que, al enterarse de las matanzas de católicos en la guerra española del 36, descritas por Roy Campbell, un testigo ocular, se negara a creerlas y manifestara poca empatía hacia ellos. Solo Dios sabe si pudo saltar por encima de su sombra o se trataba de un problema tan enquistado que le impidió hacerlo. Para que Lewis se convirtiera al Catolicismo necesitaba reconocer que la mayoría de los ingleses introducidos como cuñas en Irlanda, entre ellos su propia familia, tenían muchos pecados en su conciencia-entre ellos la Gran Hambruna- y eso es de una gran dificultad.
Fuera de la Verdadera Iglesia no hay salvación quiere decir que hay una sola Iglesia Verdadera: la Católica, pero cómo vaya a juzgarnos Jesucristo a cada uno de nosotros no lo sabemos porque hay factores desconocidos que solo Él sabe.
A los que buscan a Cristo y mueren sin haberles dado tiempo a que fueran.bautizados, está el ''bautismo de deseo''.
Buen artículo D. Pedro, para el.buenismo operante hoy.
No hace falta matizaciones, el artículo es bastante completo y se ajusta plenamente a la Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio bimilenario de la Iglesia Católica.
Siempre he distinguido la diferencia de criatura de Dios e hijos adoptivos del Señor en virtud del bautismo. Ahora bien, en los tiempos que nos ha tocado sufrir, son legión los bautizados que viven según el mundo. En cierto modo acepto la ironía de un amigo que me dice que de mayoritariamente cristianos nada de nada, si acaso mayoritariamente bautizados.
Amigo Pedro Luis Llera, que el Señor le bendiga y le guarde junto a sus seres queridos.
846 ¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo:
"El santo Sínodo... basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella (LG 14)."
847 Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia:
"Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; Cf. DS 3866-3872)"
El empuje misionero de un San Francisco Javier resulta incomprensible si creemos que alguien, sólo por seguir la voz de su conciencia, se va a salvar.
Por ejemplo, tengo muy claro que a mí me habría costado horrores regresar a la Iglesia hoy en día. Gracias al Señor, me trajo de vuelta hace 20 años.
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Pedro L. Llera
Claro... Usted es mucho más listo y más sabio que Santo Tomás de Aquino, San Agustín, San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús... Estos eran unos pobres indoctos...unos lerdos comparados con usted.
Para empezar, un poquito de humildad.
Es curioso que haya sido usted el único que ha llamado lerdos a todos ellos. No sé trata de humildad, eso usted ya lo sabe, solo he apuntado que la mera idea que plantea su religión (y otras) me parece ilógica. Pero fíjese que en vez de tratar de argumentar las razones por las que a usted no le parece ilógico construye una falacia de autoridad para sencillamente no contestar. Pues muy bien.
Venga, que no sea nada.
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Pedro L. Llera
Lea a Santo Tomás de Aquino. Yo argumento en los artículos.
1. Salud y enfermedad, muerte y vida vienen deDios Ni un pelo de la cabeza se cae sin que Dios lo permita..
2. El señor dice que la iglesia es sal luz y fermento, no todos son llamados a ser luz ni sal.. lo importante es que exista la sal para salir al mundo. Pero no todos son llamados a ser sal.
El hombre esta herido por el pecado pero es libre. Pobre y herido pero finalmente libre. .
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Pedro L. Llera
1) Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.
2) No sé de qué me habla. Pero si los que tienen que ser sal y luz dejan de serlo, no sirven para nada más que para echarlos a los cerdos.
3) Una antropología que no cuente con el pecado original y la necesidad de la gracia no es una antropología católica. Yo no he negado que el hombre sea libre en ningún momento.
El precepto que nos ocupa es el típico que no a todos nos preocupa con igual interés. Que, sin atrevernos a negarlo (ni tampoco necesidad, realmente), sin embargo como que tampoco nos quita mucho el sueño. No faltará, usted lo ha dicho, a quienes les parezca un espantoso alarde de soberbia, y sus ofendidas razones tendrán que exponer y justificar. Por lo que a mí respecta, me cuesta bastante trabajo aceptar que así sea. Y me irritaría bastante que me lo estuviesen continuamente restregando los ortodoxos, o los judíos. Que, o con ellos, o a la porra.
Hablábamos no hace mucho, en una reunión, de cierto dogma de la religión católica. Había quienes (todos creyentes) naturalmente lo defendían a ultranza y quienes no tanto. Y le sorprendía a uno de ellos que yo no me manifestase incrédulo sino todo lo contrario. Le expliqué que en realidad no me costaba trabajo aceptarlo, el porqué yo no lo sabía, pero lo aceptaba sin más. Y se produjo una contestación interesante: “En realidad a mí me pasa como a ti, lo acepto porque no me cuesta trabajo creerlo, pero tengo que decir que no me importaría que fuese de otra manera, o que la Iglesia ni siquiera lo hubiese planteado nunca”.
A mí me parece que la vida ya es abrumadoramente complicada como para que la religión venga a dificultárnosla aún más. Un planteamiento de vida y de esperanza, que debería servirnos para sobrellevar esta existencia y sus desengaños, no debería añadir aún más carga al ya de por sí embarazoso vivir cotidiano. En otras palabras, como estudié en filosofía pero no recuerdo quién lo decía así, nos esforzamos en preparar un más allá impecable olvidando o incluso imposibilitando un más acá que, sin embargo, es lo que tenemos por ahora, al que podríamos sacar todos los preciosos dones que nos han sido regalados, y al que en realidad todos desean e imploran cuanta mayor duración y salud.
En fin, D. Pedro Luis, iba a terminar diciéndole que ojalá todos tuviésemos la misma claridad de ideas con la que usted nos catequiza, tanto a quienes les sirve de repaso porque ya piensan como usted, como a quienes le damos más vueltas a las cosas. Pero también pienso que, en realidad, no les damos tantas vueltas, a decir verdad. Yo creo que ni el Señor es ese tipo de justiciero implacable que nos ha echado así a este mundo y eso es lo que hay, ni desde luego la Santísima Virgen nos va a consentir dejar de su mano con resignada impotencia.
P.S.: como no faltará quien me tache de tibio, o lo que es peor, de rousseauniano, les diré a ambos, primero que los tibios también tenemos nuestro sitio en el Reino, y no es verdad que el Señor nos vomite de su boca sino todo lo contrario, con más empeño sale a buscar a la oveja desorientada. Y segundo, que lamentablemente estoy convencido de que el hombre es malo por naturaleza. Me di cuenta tarde, pero intensamente.
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Pedro L. Llera
Gracias por su comentario. Quien busca con honradez acabará encontrando.
Pero alguna observación:
1) "A mí me parece que la vida ya es abrumadoramente complicada como para que la religión venga a dificultárnosla aún más."
La religión, como usted dice, no dificulta más la vida. Yo no hablo de religión exactamente: hablo de Cristo. Nuestra religión no es un conjunto de ideas, de doctrinas o de preceptos morales. Nosotros no creemos en algo, sino en Alguien. Y Cristo no hace la vida más difícil, sino más plena. Cristo te quiere, te ama. Y lo que quiere es que le sigas, que te dejes llenar de su amor para que tú puedas amar cada día con más plenitud. Cristo quiere "cristificarte". Es verdad que seguir a Cristo acarrea persecuciones. Pero benditas persecuciones. Porque Cristo es esa perla escondida, ese tesoro que no cambiarías por nada en el mundo. Y cuando lo encuentras, ya no te importa vivir más o vivir menos, estar sano o enfermo, tener más o tener menos. Todo lo das por bien empleado. Todo vale nada en comparación con Cristo.
2) Ni Cristo es ese tipo de justiciero implacable ni el hombre es malo por naturaleza. Al contrario, Cristo es Amor, Vida, Verdad y Belleza. Y Dios es un Padre bueno dispuesto a acogernos siempre con los brazos abiertos si volvemos a casa y pedimos perdón por nuestros pecados. Y el ser humano es bueno pero, como señalaba en el artículo (que no es ocurrencia mía, sino doctrina de la Iglesia) nuestra naturaleza está herida. Es verdad que muchas veces no hacemos el bien que queremos hacer y, en cambio, hacemos el mal que no queremos... Somos débiles y pecadores: todos. Usted y yo también. Pero por la gracia, Dios nos irá haciendo santos poco a poco, si queremos y se lo pedimos. No desepere nunca.
3) No hay amor más grande que querer que usted sea feliz y se salve. Pero el único que puede hacerle feliz y el único que puede hacer que su vida tenga sentido es Cristo. Él es el único Salvador. Nos salva de la esclavitud del pecado, de todo aquello que nos destruye por dentro.
Consejo: arrodíllese ante el sagrario y suplíquele al Señor como el ciego del Evangelio: Señor, que vea. Rezaré por usted, si no le molesta (y si le molesta, rezaré aún más). No para que esté de acuerdo conmigo, que eso es una gilipollez con balcones a la calle (yo no me predico a mí, sino a mi Señor), sino para que el Señor le dé entendimiento, sabiduría y le llene de su Amor. Dios le bendiga y nuestra Madre le proteja y le ampare siempre.
Desde mi punto de vista no es como dice:
"Ya, un ser todopoderoso e omnisciente que necesita que sus creaciones crean en él por fé bajo la amenaza de sufrimientos eternos si no lo hacen. Todo muy lógico."
Dios es Amor y el Amor es Dios.
Si alguien siente y vive un Amor Verdadero a un hijo, a un padre, a una mujer, a un amigo, sabe que el Amor existe, aunque no se pueda medir, pesar, ni analizar física o químicamente.
El Amor tiene algo completamente ilógico:
Que cuando más se da, más se tiene, y cuanto más se tiene más necesidad se tiene de dar.
No tiene lógica: Das más y tendrías que tener menos, pero ¡no!, tienes más.
Pero para el Amor hay una "regla" una "clave" una "ley" (bueno seguro que alguien podría poner una o varias palabras más precisas o complementarias) que es la LIBERTAD.
Lo único que no tiene Dios es nuestro Amor si no se Lo ofrecemos.
Cuando experimentas el Amor, sabes que está unido al Bien, a la Verdad, a la Belleza espiritual.
La fe... ya no es creer en lo que no se ve, porque, ¿por qué, cómo, una persona no va a creer en algo que ha experimentado y siente con tanta intensidad?
Y la fe va unida al Amor y el Amor a la Felicidad.
Y cuando no hay Amor, la fe es más débil, y la forma de incrementar el Amor es haciendo caso de las recomendaciones que son muy comunes y muy similares en varias religiones. En la Católica reciben el nombre de mandamientos porque antiguamente esa es la palabra que se utilizó, pero desde la Libertad podemos ver que mandamiento y recomendación desde la Sabiduría vienen a ser sinónimos en este contexto en el que escribo.
Y te das cuenta que es así: Sigues las recomendaciones, empiezas a Amar más, y empiezas a ser más feliz. No se puede medir, pesar….pero lo aprecias con toda seguridad y crees más en esas recomendaciones y tienes más fe de que son Verdadera Sabiduría y tienes más fe en Dios.
Pero si el mundo, el demonio o la carne te atrapan y te alejas de Dios pues aunque hay unos momentos en que “parece” que estas mejor resulta que pasados unos instantes, unos minutos, horas o días o unos meses, pues resulta que estás peor y eres menos feliz y la vida puede ser hasta un infierno.
Y cuando por propia experiencia puedes hacer tuyas las palabras de que fuera de esas recomendaciones no hay salvación, entonces sabes que estás más cerca del espíritu de la letra que de la literalidad de la misma que es teoría si no se experimenta.
Jesús siempre ponía el énfasis en el espíritu de la letra. Es necesario rezar y pedirLe a Dios respuestas y confiar que son Verdadera Sabiduría y seguirlas para que la gracia de Dios obre en nuestras vidas y nos ayude a caminar con seguridad, esperanza y alegría interior hacia Dios.
Ánimo y un abrazo.
PD: Pido perdón porque me ha salido un comentario muy largo.
(Dominus Iesu, de Joseph Ratzinger, 2000, y San Juan Pablo II, Enc. Redemptoris missio, 10).
Las excepciones son importantes, porque parece que el 98% de la humanidad si se salva, se salva por esa gracia especial de Cristo a través de excepciones a lo expuesto en el post.
De todas formas, estoy a favor de evangelizar a los paganos y trabajar por la unión de los cristianos, por supuesto. Pero, al final, salva Cristo.
"Por tu obstinación en no querer arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se manifiesten los justos juicios de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras."
Quizás la fe de una persona no es muy fuerte, pero eso no lo justifica el pecar y, menos aún, promocionar el pecado. Un buen consejo que a veces se escucha si no se tiene fe, hay que actuar como si se tuviera eso demuestra el deseo de tenerla.
Es importante distinguir entre no poder a no querer cumplir la ley de Dios.
Pues debería saberlo. Lo dice el CVII. "La Iglesia es Sacramento de salvación " es decir signo de salvación . SAL para el mundo. LUZ y FERMENTO. Y efectivamente si usted o yo llamados a ser Sal de la tierra. No lo somos. No servimos para nada. PERO NO TODOS TIENEN QUE SER SAL ...ESE ES su gran error
«Viendo a la muchedumbre, sintió compasión, porque erraban como ovejas sin pastor» Mirad a vuestro alrededor, hermanos: ¿por qué hay tantos cambios y luchas, tantos partidos y sectas, tantos credos? Porque los hombres están insatisfechos e inquietos. ¿Y por qué están inquietos, cada uno con su salmo, su doctrina, su lengua, su revelación, su interpretación? Están inquietos porque no han encontrado…; todo esto todavía no les ha llevado a la presencia de Cristo que es «la plenitud de la alegría y la felicidad eterna» (Sal. 15,11). Si hubieran sido alimentados por el pan de la vida (Jn 6,35) y probado el panal de miel, sus ojos se habrían vuelto claros, como los de Jonatan (1Sm 14,27) y habrían reconocido al Salvador de los hombres. Pero no habiendo percibido estas cosas invisibles, todavía deben buscar, y están a merced de rumores lejanos…
Triste espectáculo: el pueblo de Cristo errante sobre las colinas «como ovejas sin pastor». En lugar de buscarlo en los lugares que siempre frecuentó y en la morada que estableció, se atarean en proyectos humanos, siguen a guías extranjeros y se dejan cautivar por opiniones nuevas, se convierten en el juguete del azar o del humor del momento y víctimas de su propia voluntad.
Están llenos de ansiedad, de perplejidad, de celos y de alarma, «hechos bambolear y llevados por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres y su propia astucia que se equivoca en el error» (Ef 4,14). Todo esto porque no buscan el «Cuerpo único, el Espíritu único, la única esperanza de su llamada, el único Señor, la fe única, el bautismo único, el Dios único y Padre de todos» (Ef 4,5-6) para «encontrar el descanso de sus almas» (Mt 11,29).
esas mismas dudas me surgen a mí, a veces parece más difícil salvarse siendo creyente que no siéndolo.
Yo creo que gente como Rilke o como Ortega y Gasset, aunque ellos en definitiva rechazaran la Fe, tienen en sus obras muchos aspectos que son propedéuticos para la Fe. En concreto, la vida entendida como problema radical en Ortega y en Rilke la desubicación del yo frente al mundo, que “se acostumbra a nosotros” porque nosotros no podemos acostumbrarmos a él.
Cristo NO complica la vida, pero tampoco la facilita. Basta con leer las Bienaventuranzas para darse cuenta. En realidad yo creo que incrementa el drama. Basta comprobarlo en la vida de los santos.
Primero. Cristo dice "quién crea se salvará" y "quién se resiste a creer se condenará". Bien. Habría que aclarar si ir al purgatorio se entiende como salvación o no. Creo que hay bastantes que ni van a creer ni se van a resistir a creer por falta de oportunidad. Para quién en esa situación haya dispuesto su alma a creer en su vida, con actos y moral virtuosa según lo que haya conocido del Bien, creo que está el Purgatorio. Que no es una salvación. Creo que se sufre mucho, y este sólo aspecto justificaría la evangelización.
Segundo. "...Misterio verdaderamente tremendo y que jamás se meditará bastante, el que la salvación de muchos dependa de las oraciones y voluntarias mortificaciones de los miembros del Cuerpo místico de Jesucristo, dirigidas a este objeto, y de la cooperación que Pastores y fieles —singularmente los padres y madres de familia— han de ofrecer a nuestro Divino Salvador. ...". (Pïo XII, encíclica "Mystici Corporis"). Frase que ha marcado bastante mi fe. Es decir, la salvación de muchos es en esencia un Misterio y no podemos asimilar todo a nuestra lógica humana. Y si no colaboramos con oración, mortificaciones... muchos se podrán condenar... no recibiendo gracias que de otro modo hubieran recibido. Lo siento, es la "lógica" del Misterio divino. Y Dios es nuestro absoluto Creador y Dueño, no podemos reclamar con nuestras lógicas humanas. Dios es Providente Alonso, sí. Pero Su Providencia es mediada por nosotros... que podemos hacer que deje de ser efectiva en determinados casos de expresiones de esa Providencia. Misterio repito. También justificamos así la evangelización.
Tercero. Quién conociendo el Evangelio y aún formando parte de la Iglesia no obre (o al menos tenga recta intención) de obrar conforme a ello, en realidad no ha creído realmente. Se condenará salvo arrepentimiento final (purgatorio muy probablemente, aunque aquí no hay que poner límites a la Misericordia de DIos). La fe o falta de fe se expresa en las obras. Sé que muchos así lo pensaréis pero tal y como nos hemos expresado con este dogma es necesario aclararlo.
El católico modernista ni piensa en eso, se planta ante San Pedro y le dice: "porque yo lo valgo". El Infierno ni pensar, porque entonces Dios no es Misericordioso, y el Purgatorio tampoco porque no va a venir con exigencias que tampoco son misericordiosas...como es antropocéntrico, pues eso, que él o ella lo valen como dicen los anuncios.
Yo creo que, en última instancia, LO QUE SALVA ES EL AMOR.
AMA Y TE SALVARAS. Recordemos aquel pasaje bíblico, donde se afirma que la Fe y las Obras, sin la Caridad, de nada sirven.
Quien, en cada circunstancia de la vida, se puso en los zapatos del otro y no le hizo, lo que a él no le hubiera gustado padecer y, por el contrario, le favoreció como a sí mismo: ese se salvará, pues, en la Caridad está el culmen de la perfección.
A los que pertenecemos a la Fe Católica, no se nos pedirá algo distinto; la única diferencia es que, se nos juzgará con más rigor, porque teníamos mayor conciencia de que, en el prójimo, estaba Cristo.
Me refería a las palabras de Cristo, para, salvando literalmente su contenido, no alimentar las dudas que nos provoca el que entonces muchos se puedan salvar sin necesidad de creer.
Supongo que desde la perpecstiva de estas palabras del Señor se puede entender también el Purgatorio como salvación. Las personas con ignorancia invencible no entrarían ni en grupo ni en otro, con lo que Dios juzgará sobre lo que en conciencia hayan respondido a Sus inspiraciones. Pero no podrían alcanzar el Cielo directamente sin pasar por el Purgatorio, pues entiendo que tendrían que conocer mucho más al señor y desear de veras amarle y estar en Su Presencia, totalmente ya purificados por ese Amor.
Eso justificaría de sobra la evangelización. Aparte de que, respondiendo otros comentarios, evidentemente recibir la Gracia de Dios y creer por la predicación hace mucho más factible la salvación, o al menos purificarse mucho más en este mundo, que el permanecer en ignorancia invencible.
De todos modos, es muy importante que, guardando toda la coherencia interna del Evangelio (ver Mt 25 en contraposición) hemos de concluir que quienes crean para salvarse han de tener las obras de la fe, que es lo que sería la fe en plenitud ("por tus obras mostraré tu fe"). Y, también, concluir que, por mucho que filantrópicamente, digamos, visites enfermos, presos... si rechazas a Cristo no puedes hacerlo a Cristo por mucho que exteriormente hagas bien al hermano. Lo digo para quienes, en contraposición, "absolutizan" Mateo 25.
Creo que en estos misterios sobre la salvación del hombre hay una gran quiebra y falta de sintonía en la Iglesia. Haría falta creo que hasta un Sínodo para clarificar todo. Pero andamos en otras cosas, y la falta de una fe sólida en todo esto y el horripilante temor a molestar "conciencias acomodadas" causa un espantoso silencio en toda predicación oral o escrita sobre estas cosas. Y esto es una causa muy importante del estado actual de la Iglesia, en general malo, a la hora de ser fiel en la prácitca a todo el resto de la Revelación, Magisterio y Tradición.
De todos modos, creo qu
Pues SI hay SAlVACION, fuera de la Iglesia Catololica, y fuera de las
demas IGLESIAS ( religiones ). Lease por favor, el Capitulo 1 de la
Carta a los Romanos, versiculos 12 al 16. Pues como dice el Apostol
Pedro en el Libro de los HECHOS : " Dios no hace acepcion de persona,
sino que en toda NACION, quien teme a Dios y practica la Justicia le es
acepto" y !YA!.
El Espiritu Santo de Dios recorre el MUNDO constantemente, y hace
su MORADA en el CORAZON DE TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA FE.
¿Quién enseñó a Simón quién era Nuestro Señor? ¿acaso un sínodo? ¿tal vez la razón? Sobre esa roca fue fundada la Iglesia. Y, sin embargo, seguimos buscando explicación a lo que no la necesita, juzgando con nuestra razón lo que excede toda razón. Hágase su voluntad así en la tierra como en el cielo. No apetezcáis los frutos de la razón y despreciéis los frutos del banquete celeste; escuchad a vuestra alma que fue hecha por el único Dios, que solo tiene una Iglesia.
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