Después del Reino Unido, llega España
Ha finalizado el viaje del Santo Padre Benedicto XVI al Reino Unido y su próximo desplazamiento ya será a nuestro país. Parece que queden días, pero está a la vuelta de la esquina. Un escaso mes y medio. La visita a la Gran Bretaña se ha saldado con un completo éxito. Además de la lógica repercusión mediática, el viaje papal ha gozado de unas cotas de concurrencia absolutamente inesperadas. Era un periplo difícil: un país en que los católicos son minoritarios; la polémica de la pederastia a flor de piel; la opa a los anglicanos y, para postre, la beatificación del Cardenal Newman, que no es precisamente un personaje grato al anglicanismo oficial. 200.000 personas se congregaron para ver al Papa en la capital del reino anglicano y en Hyde Park nada más y nada menos que 80.000 jóvenes católicos se unieron entusiastamente al Pontífice. La clave -una vez más- se halló en la extraordinaria capacidad de convocatoria de los nuevos movimientos. Tanto en Inglaterra como en Escocia ha sido predominante la labor de los neo-catecumenales, aunque también debe destacarse que, como suele ocurrir con las minorías, el catolicismo británico tiene una militancia a prueba de bomba y un apego a la ortodoxia verdaderamente ejemplar. No ha fallado en un solo momento.

Hijo de una sólida familia católica del barcelonés barrio de San Andrés de Palomar, su vocación germinó y creció entre la sombra de la entonces floreciente parroquia de Sant Andreu y la del convento de las religiosas de la Sagrada Familia de Urgel de la Madre Ana María Janer que, al lado de su casa, servían la Casa Asilo del barrio, escuela y asilo de ancianos. Pero fue su familia, fervorosa y entregada a la ayuda a los más necesitados, el semillero donde se forjó su temple cristiano y el buen humor de su carácter.
En todo culto, la actitud del cuerpo en la oración es de lo más noble, porque traduce al exterior los sentimientos más elevados del alma, los que se dirigen a la divinidad; pero en la liturgia cristiana quiere expresar especialmente aquella eminente dignidad sobrenatural a la que ha sido elevado el fiel y aquella universal paternidad que venera él en Dios. 






