Capítulo 4º: El gesto de la Ofrenda: La Elevación
La elevación es esencialmente el gesto simbólico del que ofrece alguna cosa. En la misa son tres las elevaciones propiamente dichas:
1ª: La de la hostia y el cáliz en el ofertorio, con la que el celebrante presenta a Dios las oblatas del sacrificio. No es antigua; fue introducida en el siglo XIII, en relación con las dos oraciones del ofertorio que la acompañan: la “Suscipe Sancte Pater, hanc immaculatam hostiam” y la “Offerimus tibi calicem” (1)
2a. : La que sigue inmediatamente a la consagración del pan y del vino. La primera, como es sabido, fue instituida a principios del siglo XIII en París por el obispo Eudes de Sully (+1208), a causa de la crisis teológica provocada por el monje y teólogo herético francés Berengario de Tours, y se extendió rápidamente por todas las Iglesias occidentales; la otra le siguió poco tiempo después. Las dos elevaciones no tienen evidentemente un carácter simbólico, sino que sirven solamente para mostrar a los fieles las especies consagradas, con el fin de excitar en ellos un acto de fe y de adoración.



1-Si al jansenismo se le imputa el desmantelamiento conceptual del absolutismo sagrado, ¿fueron sus enemigos más acérrimos, los jesuitas, los constructores conceptuales del absolutismo monárquico sagrado?
Desde que se hizo oficial la visita del Santo Padre a Barcelona la maquinaria de propaganda y maquillaje se pusieron en marcha para dar una imagen al Sumo Pontífice y a la Iglesia Universal que la diócesis de Barcelona es fantástica, maravillosa, la mejor del mundo católico. Para ello se contó con un verdadero especialista y malabarista de estos menesteres el Rvdo. P. Enric Puig (que ya hizo esta tarea en la Generalitat de Catalunya del Muy Honorable Sr. Pujol), pero una pieza fundamental para el espectáculo de fuegos artificiales es sin duda el Rvdo. Josep Maria Turull, la mano derecha de n.s.b.a. cardenal Martínez Sistach y eterno aspirante a la mitra (que sabe que quizá en todo esto se está jugando su última carta).

