Capítulo 10: Los gestos de reverencia (Parte 3ª)
Hemos asistido recientemente a la ceremonia de Dedicación de la Basílica de la Sagrada Familia. El cuarto elemento litúrgico de santificación del templo es la luz (los tres anteriores son: el agua, el santo óleo y el incienso). Pudimos ver cómo para coronar la ceremonia de consagración, se encendían las velas del altar y a continuación las originales lámparas eléctricas diseñadas por Gaudí, que forman parte de la estructura del templo. La luz es un elemento litúrgico de primerísimo orden, que además de su utilidad práctica tiene el más alto simbolismo religioso.

Prudentius nos hablaba ayer de la visibilidad eclesial y mediática de aquellos católicos catalanes que quieren hacer invisible su identidad católica. Hoy, un servidor, pretende hablar de la otra cara de la moneda: de la invisibilidad eclesial para Sistach, para su curia y para los medios de toda Cataluña, de aquellos a los que no les da ningún reparo, sino más bien todo lo contrario, el visibilizar su identidad católica.
Fachada de la Gloria: La Iglesia que animada por el Espíritu construye la Ciudad de Dios. 
En mi artículo del pasado 5 de octubre solicitaba que vinieran católicos de toda España a recibir al Papa en su visita a Barcelona. Recalcaba que un fracaso en la acogida al Santo Padre iba a ser interpretado como un fracaso de la Iglesia y del Papa. No nos habéis fallado. Especialmente los más jóvenes. El sábado por la noche en el increíble recibimiento a Benedicto XVI en una Plaza de la Catedral atiborrada, que obligó al Romano Pontífice a saludar desde el balcón del Palacio episcopal. Única concesión fuera de programa en un periplo absolutamente milimetrado. También fue especialmente importante la presencia de jóvenes y familias venidas de fuera de Cataluña por todo el itinerario del Papamóvil. Se ha recogido en muchos medios de comunicación que hubo mucho menos público del esperado. Algunos habían vaticinado que habría 400.000 personas. De hecho fueron 250.000. En primer lugar, debo hacer hincapié en que 250.000 personas a las nueve de la mañana de un domingo son ya mucha gente. Solo para ver pasar al Papa en un fugaz instante.