La reforma no es solo labor de Roma (I)
Los esfuerzos que deben reconducir la interpretación sesgada y desviada de las constituciones y decretos del Concilio Vaticano II, que se ha producido en estos últimos cuarenta años, hacia posicionamientos en comunión con la tradición de la Iglesia, necesitan, por utilizar un símil físico, de una palanca y de un punto de apoyo. Es insuficiente e injusto esperar que la reforma venga toda de Roma, de la Curia, de las decisiones canónicas de Papa Benedicto XVI. La Iglesia no es un mecanismo teledirigido desde Roma por medio de botones e interruptores. Es necesario el concurso de la Iglesia de Barcelona, es decir de los sacerdotes y seglares de esta Archidiócesis, el coadyuvar en esta renovación. La reforma gregoriana iniciada en el siglo XI que liberó progresivamente la Iglesia en Cataluña de las manos usurpadoras del poder civil proporciona sugerentes analogías y ejemplos, que actualizados a las categorías actuales, pueden ser de gran utilidad para la tranquilidad de muchos espíritus inconformistas con la mayoritariamente funesta realidad eclesial actual de Barcelona. Seguiremos en la exposición de los hechos objetivos al eminente historiador eclesiástico ausonense Dr. Antoni Pladevall i Font, discípulo del Dr. Eduard Junyent i Subirà, a la vez discípulo del gran Josep Gudiol i Cunill.

La semana pasada hablaba del “Centro Moral” de Arenys de Munt, centro católico que se ha hecho famoso por albergar el famoso referéndum en favor de la independencia de Cataluña. En aquella ocasión comentaba lo triste que es el hecho de que tantos centros que teóricamente son para formar y educar en los valores cristianos han perdido completamente su objetivo fundacional.
En el año 2003, después de 52 años sin celebrarse, el Cardenal Carles decidió recuperar la procesión en honor de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona, coincidiendo con la conmemoración de los 800 años de la primera redención de cautivos por San Pedro Nolasco. No es una procesión que destaque por su belleza. Al revés, la Virgen es portada en una especie de mesa con varas, sin tan siquiera un paso, ni revestida con mantos, ni bajo palio. En los siguientes años del pontificado de Martínez Sistach (2004-2009) la procesión ha ido languideciendo paulatinamente. Sin embargo, nunca había llegado a los extremos de las presentes fiestas. En primer lugar, si siempre salía a la calle como colofón de las mismas, este año se ha celebrado el día 20, con anterioridad a que se hayan ni tan siquiera iniciado (el pregón oficial tendrá lugar el día 23). Además ha recortado su recorrido. Anteriormente, salía de la Basílica e iba por la Calle Ample hasta Vía Layetana y por ahí se dirigía hacia la Catedral. Este domingo abrevió por la Calle Avinyó hasta Ferrán. Así la veía menos gente. Total, todavía no estábamos en fiesta mayor.
Fueron algunos lectores quienes en otra ocasión habían subrayado cómo resultaba del todo inapropiado y casi provocativo que sobre el rector del casi finiquitado Seminario de Barcelona y ahora flamante canónigo (pero también 5 cargos más) Mn. Josep-Maria Turull Garriga, recayera la responsabilidad docente de la materia “Praxis: Economia, Secretaria y Recursos” dentro del marco del “Curso de Preparación al Ministerio” de la Facultat de Teología de Catalunya.
Lo que afirmábamos sobre el canto de comunión, a saber, que no es un canto de acción de gracias, vale también para la oración que cierra esta parte de la Misa: no es acción de gracias sino petición. Los Padres Griegos de la Iglesia no dejaron de exhortar a los fieles a que no saliesen a la calle inmediatamente después de la comunión, sino que esperasen para dar gracias; por eso las liturgias orientales contienen tales oraciones al final, en cambio faltan en la liturgia romana.




