El proyecto de Pontificado de Benedicto XVI
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La riqueza inconmensurable de la personalidad de Benedicto XVI, sin duda el hombre providencial para el pastoreo del rebaño de Cristo en este siglo XXI, no hace fácil el objetivo de perfilar y definir con claridad ese modelo de pontificado, que sólo en estos cinco primeros años marca tantas distancias con el de Juan Pablo II.
Joseph Ratzinger había estado prácticamente 20 años desgastándose al servicio del Papa Woytila. En abril de 2005 el “panzerkardenal” – así le denominaban los curiales- únicamente esperaba retirarse a escribir y a dedicar más tiempo a su austera afición musical. Pero en la Iglesia se palpaba ya una crisis sin precedentes.
Las pistas de todo ello estaban resumidas en la homilía en la Misa “pro eligendo Pontifice” que él mismo presidió el 8 de abril de 2005.

Alocución del Papa en el Colegio des Bernardins en París
Apenas cincuenta días después de la aprobación de la Sacrosanctum Concilium, el 25 de enero de 1964 (jornada final del Octavario para la Unidad de los Cristianos), Pablo VI publica el Motu Proprio "Sacram Liturgiam" que pone en práctica ciertas disposiciones de la Constitución y anuncia la creación de una Comisión especial encargada de poner en aplicación esta Constitución. El 29 de febrero de 1964, como vimos, el Papa crea el “Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia”; confía sus puestos a los más elementos más avanzados del "Movimiento Litúrgico", en particular la presidencia al cardenal Lercaro y la secretaría al Padre Bugnini, obsesionado con el carácter ecuménico que deberá tener la nueva Misa. Este Consilium va a desposeer de casi todos sus poderes a la Sacra Congregación de Ritos. Pablo VI intervendrá personalmente el 20 de octubre del 64 y el 7 de enero del 65 para sostener al Consilium entonces en conflicto con la Congregación Romana. Apenas obtenido ese apoyo, el 19 de marzo el P. Annibal Bugnini declara en el “Osservatore Romano”: "La oración de la Iglesia no debe ser un motivo de malestar espiritual para nadie. Es preciso apartar toda piedra que pueda constituir hasta la más leve sombra de un riesgo de estorbo o de disgusto para nuestros hermanos separados".
En estos tiempos en los que la Iglesia se está viendo continuamente acosada por los escándalos de pederastia, el Pueblo de Dios está pasando por una verdadera y dolorosa purificación. Asistir a misa, entrar en la Iglesia, reconocerse católico, justificar la fe frente a la imagen que los medios de comunicación están presentando de la Iglesia Católica y sus ministros; es todo esto no sólo un verdadero acto de valentía, también lo es de consolidación identitaria.
El pasado sábado 26 de junio, a las 10:30 de la mañana, fuerzas del orden y autoridades judiciales belgas irrumpieron en el Palacio Arzobispal de Malinas-Bruselas (tal como recoge la fotografía), donde se hallaban reunidos los obispos belgas para una sesión de trabajo. Según se les explicó, se iba a efectuar un registro judicial y se les iba a interrogar, como parte de la investigación iniciada a raíz de las denuncias de casos de abusos sexuales en el territorio de la archidiócesis. Sin mayores explicaciones se procedió a incautar todos los documentos y teléfonos móviles y se conminó a los prelados a no abandonar el edificio, siendo posteriormente sometidos a interrogatorio. Los pesquisidores llegaron incluso a violar las tumbas de los cardenales Van Roey y Suenens, anteriores arzobispos de Malinas-Bruselas, en busca de posibles pruebas. Hay que decir que hace poco se realizaron trabajos de albañilería en los mausoleos de la cripta de la catedral, lo que dio pie a que alguien pensara que se había aprovechado la ocasión para ocultar documentos comprometedores en las tumbas episcopales. 