InfoCatólica / Germinans germinabit / Categoría: Signos litúrgicos

8.10.10

Capítulo 5º: Los gestos de la penitencia (1ª parte)

Los gestos a los cuales oficialmente la Liturgia reconoce un carácter de arrepentimiento y de penitencia son principalmente tres:

a ) La genuflexión

b ) Los golpes de pecho.

c ) La inclinación profunda del cuerpo.

La genuflexión

La genuflexión es la actitud natural de aquel que, sintiéndose culpable, demanda perdón y gracia: Inflexio genuum poenitentiae et luctus indicium est (1) . Cristo ha trazado el retrato en el publicano del Evangelio, que de rodillas, con la cabeza inclinada y golpeándose el pecho, implora piedad del Señor. La oración de rodillas fue por esto, desde el siglo II, característica de los días de estación, dedicados a la penitencia y al ayuno. "En ellos — escribe Tertuliano —, toda oración se hace de rodillas, porque debemos expiar nuestros pecados delante de Dios." Al contrario, en las dominicas en el tiempo de Pascua a Pentecostés, conmemorativas de la gloria de la resurrección de Cristo, por una tradición que San Ireneo hace remontar a los apóstoles, estaba absolutamente prohibido arrodillarse y ayunar.

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1.10.10

Capítulo 4º: El gesto de la Ofrenda: La Elevación

La elevación es esencialmente el gesto simbólico del que ofrece alguna cosa. En la misa son tres las elevaciones propiamente dichas:

1ª: La de la hostia y el cáliz en el ofertorio, con la que el celebrante presenta a Dios las oblatas del sacrificio. No es antigua; fue introducida en el siglo XIII, en relación con las dos oraciones del ofertorio que la acompañan: la “Suscipe Sancte Pater, hanc immaculatam hostiam” y la “Offerimus tibi calicem” (1)

2a. : La que sigue inmediatamente a la consagración del pan y del vino. La primera, como es sabido, fue instituida a principios del siglo XIII en París por el obispo Eudes de Sully (+1208), a causa de la crisis teológica provocada por el monje y teólogo herético francés Berengario de Tours, y se extendió rápidamente por todas las Iglesias occidentales; la otra le siguió poco tiempo después. Las dos elevaciones no tienen evidentemente un carácter simbólico, sino que sirven solamente para mostrar a los fieles las especies consagradas, con el fin de excitar en ellos un acto de fe y de adoración.

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25.09.10

Capítulo 4 º: Los gestos de la Plegaria (parte 2ª)

b) La plegaria en dirección al Oriente y con los ojos hacia el cielo .

El gesto era muy común en los cultos paganos y entre los hebreos, quienes oraban en dirección al templo de Jerusalén; pero los cristianos, adoptándolo, le dieron un motivo enteramente propio y original. Jesús, según el salmista, subió al cielo por la parte de oriente, donde actualmente se encuentra (el cielo), y del oriente había dicho que debíamos esperar su retorno. Maranatha! Veni, Domine Iesu! (1) oraba ya el autor de la Didaché. Las Constituciones Apostólicas se refieren a este primordial significado cuando prescriben que después de la homilía, estando de pie y dirigidos hacia el oriente… todos a una sola voz oren a Dios, que subió al cielo superior por la parte del oriente. Además, del oriente sale la luz, los cristianos son llamados hijos de la luz, y su Dios, la verdadera luz del mundo, es el Oriente, el Sol de Justicia. En el oriente estaba situado el paraíso terrenal, "y nosotros -escribe San Basilio-, cuando oramos, miramos hacia el oriente, pero pocos sabemos que buscamos la antigua patria."

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17.09.10

Capítulo 3 º: Los gestos de la Plegaria (parte 1ª)

En todo culto, la actitud del cuerpo en la oración es de lo más noble, porque traduce al exterior los sentimientos más elevados del alma, los que se dirigen a la divinidad; pero en la liturgia cristiana quiere expresar especialmente aquella eminente dignidad sobrenatural a la que ha sido elevado el fiel y aquella universal paternidad que venera él en Dios.

Los gestos de la oración son cuatro:

a ) La plegaria en pie con los brazos extendidos y elevados.

b ) La plegaria hacia el oriente y con los ojos dirigidos al cielo.

c ) La plegaria de rodillas.

d ) La oración con las manos juntas.

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11.09.10

Capítulo 2º: La señal de la cruz

También la señal de la cruz, si bien de un modo menos esencial, va estrechamente unida a la colación de todos los sacramentos. Lo notaba ya San Agustín: con la señal de la cruz se consagra el cuerpo de Señor, se santifica la fuente bautismal, se ordenan los sacerdotes y los demás ministros; se consagra, en suma, todo lo que con la invocación del nombre de Cristo debe hacerse santo. Deja esto suponer una tradición litúrgica antiquísima. En efecto, los Hechos gnósticos de San Juan, de Santo Tomás, de San Pedro, en el siglo II, aluden claramente a esto. In tuo nomine — dicen estos últimos, dando a entender que el gesto debía tener también su propia fórmula — mox lotus et signatus est sancto tuo signo . Tertuliano alude a este mismo gesto, echando en cara al mitraísmo sus adulteraciones de la liturgia cristiana. Mithra signat illis in frontibus milites saos . Los cristianos, sin embargo, solían persignarse en la frente contra las tentaciones del demonio, como leemos en la Traditio : Signo frontem tuam signo crucis, ad vincendum Satanam .

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