La Iglesia ha reservado la infalibilidad para la palabra de Dios, para los concilios y para el Papa cuando habla ex cátedra. Fuera de estos tres ámbitos, estamos en el terreno de la humana falibilidad. Todos podemos fallar, todos podemos equivocarnos. Pero contra ese mal están el remedio de la retractación, si los errores son doctrinales; y el de pedir perdón si se ha hecho daño a alguien por acción o por omisión.
En la era postconciliar, los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles comprometidos que se han convertido en verdaderos apóstoles del pensamiento de izquierdas y promotores de los partidos de izquierdas y de las políticas de izquierdas (o de progreso que dicen), han sido legión. Ni en la era del nacionalcatolicismo, que al fin y al cabo se produjo como respuesta a la durísima persecución contra los católicos, especialmente sacerdotes y religiosos asesinados a miles; ni en esa época fue tan extensa y sobre todo intensa la adscripción política de los sacerdotes: con la entrega total de su alma y de su ministerio a la causa política. En Cataluña, en las provincias vascas y en Navarra, el ministerio sacerdotal se convirtió también en ministerio nacionalprogresista.
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