Culto público: La procesión de San José
Uno de los problemas más visibles de la Iglesia en ciudades tan descristianizadas como Barcelona, es la creciente invisibilidad de la Iglesia, que desde el postconcilio ha venido esforzándose por no hacerse ver, por pasar desapercibida, por no dar la nota, por callar discretamente, por confundirse con el paisaje. Y así nos encontramos con que si uno ha de definir la imagen que proyecta la Iglesia en la sociedad, apenas le queda más que la sombra de sus templos, algunos de los cuales se perciben mucho más como esqueleto vacío de la vida religiosa que en ellos bulló antaño irradiando hacia toda la sociedad, que como manifestación de una presencia viva del catolicismo.
Gracias a Dios, el esplendoroso templo-basílica de la Sagrada Familia se encamina con pasos lentos (a algunos se nos antojan excesivamente lentos) hacia la recuperación del pasado esplendor que hacía de los templos, auténticos focos de irradiación del alma de la Iglesia. La propia construcción era la expresión de esa alma (aquí cabe comparar las distintas expresiones de arquitectura religiosa, que va desde las más sublimes catedrales a la más indigente iglesia-cobertizo). El hecho novísimo que nos mueve a creer que realmente el cardenal Sistach sueña con que en el templo de la Sagrada Familia anide un alma religiosa (si no sobrepuesta, al menos yuxtapuesta a su alma turístico-mercantil), es que ha acogido con verdadero entusiasmo la procesión que bajo sus auspicios y en honor de San José organiza la asociación benéfica de Jóvenes de San José, radicada en Sentmenat, diócesis de Terrassa.