Capítulo 31: Los accesorios del altar (y 3): Candelabros y velas
En el centro, el altar con las tres gruesas velas ardientes. Thabraca |
Un tosco mosaico sepulcral de los siglos IV o V hallado en Thabraca (Túnez), y que representa el interior de una basílica cristiana de tres naves, trae, entre otras cosas, la figura del altar, sobre el cual arden tres gruesas velas. Se trata del más antiguo documento sobre este punto; sin embargo, acerca de su valor documental puede dudarse, ya que ningún escritor de aquella época hace alusión a candelas o candelabros que se pusieran sobre el altar conforme a la práctica litúrgica vigente. El primer testimonio auténtico relativo a un servicio de luces ( cereostata ) directamente ordenadas a la celebración de la misa, se contiene en una rúbrica del I OR. Describiendo el rito de la misa papal en la iglesia estacional, dice que en el cortejo que acompaña al pontífice desde el secretarium hasta el altar, septem acolyti illius regionis cuius domus vel dies fuerit, portantes septem cereostata accensa, praecedunt ante Pontificem usque ante altare (1). Algunos liturgistas, entre ellos Batiffol, han visto en los siete cirios una práctica inspirada en la visión apocalíptica del Hijo del Hombre entre los siete candeleros de oro; otros, más verosímilmente, como dijimos, los relacionan con la costumbre, propia del protocolo ceremonial romano, de hacer que precedan a ciertos altos magistrados, cuando entran en la sala de audiencia, cierto número de lacayos con antorchas encendidas y un oficial con el Líber mandatorum, es decir, el código. El libro se colocaba luego encima de una mesa delante del magistrado, y a los dos lados se dejaban los candelabros encendidos.