Los llamados "Hijos del Concilio" y su capacidad de legitimación
Son la mayoría y tienen el poder, pero han perdido algo mucho más valioso que el poder y el número, y es la capacidad de legitimación. La tuvieron ciertamente: ellos eran los que repartían certificados y credenciales de buenos obispos, buenos sacerdotes, buenos laicos, buenos cristianos, buenos católicos. Ellos tenían el sello de la autenticidad. Eran los hijos del Concilio renovador y revitalizador de la Iglesia. Ellos eran la Iglesia. Así lo proclamaban.
Pero como el tiempo, inexorable, pone a cada uno en su lugar, es evidente que éstos no eran lo que ellos declaraban, sino que eran hijos del postconcilio, de esos que hicieron del Concilio un traje a su medida, y de la Iglesia un harapo. Cierto es que de esto hace ya medio siglo. Con la pátina de los años, su error y su decadencia se manifiestan en toda su dimensión. Los últimos coletazos de esa gloria periclitada los dieron, ningún asiduo de Germinans lo desconoce, megáfono en ristre. Desde entonces su declive ha sido cada vez más espectacular. Eligieron el plano inclinado, y no hay quien detenga su caída.