Afrancesados para lo que les conviene
Durante decenios en esta bendita Archidiócesis de Barcelona tuvimos que soportar aquella ideología clerical totalitaria según la cual nosotros éramos diferentes del tosco clero español. Nuestra idiosincrasia y nuestro contexto cultural se asemejaban mucho más al talante eclesial franco-belga como también a su formación liberal y progresista. Llegó un momento en que nuestras más altas y privilegiadas mentes ya no acudían a cursar sus estudios a Roma sino al “Institut Catholique de Paris” o a la “Université de Lovaina”. Nuestros paradigmas pastorales eran la Misión de Paris del cardenal Suhard y la JOC del P. Cardijn. Lo malo es que ni Jubany era Suhard ni Batlles el consiliario belga. Como siempre nos sucede, cuando las ideas de los grandes movimientos europeos llegan a nosotros lo hacen tarde y mal y, casi siempre, se convierten aquí en extremas.
Y no soy yo únicamente quien lo afirma. Lo hicieron en su día intelectuales de la talla de Menendez Pelayo y Ortega.