Mucho se ha hablado y escrito sobre la última reunión de la plenaria de la Conferencia Episcopal, especialmente de la derrota del arzobispo electo de Toledo, Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, en las votaciones para el Comité ejecutivo y la Presidencia de la Comisión de medios de comunicación social. Sin embargo, han pasado notablemente desapercibidas las circunstancias que rodearon la elección de Presidente de esta última comisión. Aunque no es obligatorio, es normal que sea elegido uno de los miembros de la Comisión para el cargo. Hasta la salida del anterior Presidente, Monseñor Del Rio, la comisión la formaban por orden de antigüedad: el emérito Monseñor Antonio Montero; el obispo de Urgel, Monseñor Vives; el de Lérida, Monseñor Piris y el auxiliar de Oviedo, Monseñor Raúl Berzosa. Si se elegía como Presidente a un miembro de la comisión episcopal, el más antiguo era Vives, pues los eméritos no pueden presidirla. Sin embargo, nadie pensó en él. ¿Por qué? Simple y llanamente porque si se trataba de derrotar al candidato de Rouco, presentar a Vives no garantizaba la victoria. Por eso, se decidieron por Piris. Un candidato de la nueva iglesia catalana. Un obispo renovador y absolutamente alejado del periclitado talante Vives. El actual obispo de Urgel se halla ya completamente amortizado. No cuentan para nada con él. Representa, de forma palmaria, la derrota de una manera de concebir la iglesia catalana absolutamente en desuso. En un año ha sufrido dos ninguneos episcopales considerables. Y en ambos ha sido derrotado por representantes de la orientación renovadora catalana: en primer lugar, vio como Saiz Meneses le sucedía como Presidente de la Comisión de Seminarios y ahora ha sido Piris quien se ha alzado con la de la de medios de comunicación.
Hace unas semanas lo escribía en esta web: Vives debe pasar a la historia en la Seu d’Urgell. La anhelada promoción de Vives como sucesor de Sistach o, en su caso y como premio de consolación, suceder al sucesor de aquel, resulta, hoy en día, absolutamente descabellada. No ya por el triste historial del actual copríncipe, ni por su pasado contestatario, cuando formó parte del Forum “Home i evangeli”, que decía representar, en el año 1984, al sector progresista católico de la archidiócesis de Barcelona, sino porque jamás se recuerda la promoción de un obispo de una diócesis pequeña a un arzobispado sin una mínima presencia en la conferencia episcopal o, al menos, con la consideración de los demás prelados.
Se lo vengó diciendo desde hace ya tiempo: El cronómetro está en marcha y no hay vuelta atrás. La iglesia catalana se está renovando y otras personas portan su estandarte. No solo obispos, como recordaba en La Vanguardia este domingo nuestro buen amigo, Albert Manent Segimón (Premià de Mar, 1930). Existen sacerdotes ejemplares que llenan sus iglesias y los pujantes nuevos movimientos están formados por muchísimos laicos. Tan catalanes como Manent. Aunque más jóvenes. Pero es que los que seguro que no la van a transformar son este grupo tributario del Forum “Home i Evangeli”. Recordemos sus promotores, además de Vives: Angel Alcazar, Joan Bada, Joaquim Brustenga (¡cómo no!), Josep María Carbonell (el del CAC), Gaietà de Casacuberta (el Tano), Joaquim M. Cervera (el cura de Iniciativa per Catalunya), Joan Cuadrench, Jaume Dantí, Miguel Elhombre, Josep Farràs, Josep María Fisa, Joan N.García Nieto, Joaquin Gomis, Daniel Guixé, Josep Hortet (no hay boda sin la Tia Juana), Teresa Huguet, Jesús Lanao, Jordi López Camps (el que presume de Director General d’afers religiosos, aunque solo estuvo tres meses), Carles Mascaró, Angel Mena, Jesús Moreno, Xavier Morlans, Gloria Olivé, Francina Planas, Raimon Ribera, Eulalia Ribot, Rovira Belloso, Mercé Sala, Josep Soler y Maria Pau Trayner. De esto hace 25 años. Y siguen siendo los mismos. 25 años de fracasos, que nos han llevado al absoluto conformismo, a las recetas incoloras, insípidas e indoloras que venimos ingiriendo desde hace demasiado tiempo.
Ha llegado el momento de hablar claro, pues dicen que si no se habla claro, el pensamiento se atrofia. Estos grupos ya no representan nada. Ya no aportan nada. Ni tan siquiera el copríncipe. Solo les queda una exigua cuota dominical en las páginas de La Vanguardia, donde domingo tras domingo muestran su patetismo con una alusión eufemística a Germinans.
Fuera de allí casi no tienen vida. No han entendido la moderna sociedad de información y solo pueden airear a sus viejas patums, como “el fill de poeta”, pero se rasgan las vestiduras si alguien osa contradecirles.
Este es el mapa actual de la iglesia catalana. En la que Vives queda recluido en la alta montaña. Y al maniatado Taltavull se le sigue esperando. Pero de esto ya hablaremos otro día, si es que no aparece antes.
Oriolt
Germinans germinabit