Nuestro cardenal arzobispo, don Lluís Martínez Sistach, lleva una racha en la que no para de salir en los medios de comunicación, sobre todo en los que tratan asuntos religiosos en internet. Y desgraciadamente no siempre para bien. El caso del cura abortero es un escándalo que amenaza con llegar a Roma si el cardenal no es capaz de atajarlo como dicta el sentido común. Don Lluís, el silencio no es una opción. Por el bien de la Iglesia y por su propio bien, haga lo que todos los que luchamos por el derecho a la vida desde su concepción queremos que haga. O ese sacerdote se arrepiente públicamente de haber pagado abortos –encima presumiendo de ello-, o usted tiene que impedir que pueda seguir ejerciendo de sacerdote. No le queda otra, cardenal. Por favor, aplique la tolerancia cero en un caso tan sangrante. La Iglesia no puede permitir que ese cura dé una sola misa más.
El Doctor Sistach también fue noticia por su conferencia en el Club Siglo XXI. Creo que se apuntó un buen tanto con su charla. Sin perder su estilo de moderación en las formas, advirtió de que en España podemos echar a perder el patrimonio de la Transición. También habló de la necesidad de que la Iglesia - o mejor dicho, los cristianos- encuentre su lugar en las actuales circunstancias socio-políticas, no para imponer nada sino para ofrecer a la sociedad el mensaje del evangelio. En definitiva, en un foro prestigioso nuestro cardenal manifestó con sus propias palabras aquello que el Papa y otros obispos están diciendo en los últimos meses.
De hecho, en la homilía con motivo de la misa de Sant Jordi en la capilla del Palacio de la Generalitat, Monseñor Sistach incidió en lo mismo. Su prédica pecó, en la opinión de los que no somos nacionalistas, de esa tendencia de nuestras iglesias locales hacia la opción política que tiende a considerar a Cataluña fuera de su seno natural que es España. Pero a su vez, el cardenal fue muy claro al recordar las raíces cristianas de nuestra tierra. Raíces sin las cuales no se puede entender ni lo que es Cataluña, ni lo que necesariamente ha de ser, pues si este pueblo renuncia a sus raíces ¿acaso no perderá su identidad?
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