Llego a una parroquia y soy recibido efusivamente por una señora ya muy anciana que venciendo las lógicas limitaciones propias de la edad, corre a mi encuentro y besa reverencialmente el anillo de mi mano. Me dio la sensación de que me conocía de toda la vida, pero ella misma me reconoció que nunca me había visto pero que al verme vestido de sacerdote se sintió emocianada y vino a mi encuentro para saludar a un cura según me dijo "como Dios manda". Le recordé a la mujer que el hábito no hace al monje (aunque ayuda), y que lamentablemente tenemos ejemplos (el Padre Maciel sin ir más lejos) que vistiendo con sotana han hecho verdaderas barbaridades. Pero intuyo que por mucho que le diga, no voy a quitarle la alegría a la buena mujer, puesto que sin conocerme de nada ya me ha juzgado como un buen sacerdote.
Extrañado por tanto afecto, le pregunto si era tan efusiva con su párroco, ella me responde que no se lleva demasiado bien con él y que esa falta de sintonía es mutua. Lo primero que me dice es que no parece para nada un sacerdote, que viste de una forma escandalosa impropia de un ministro de Dios. Me empiezo a preocupar y le pregunto que significa eso de "vestimenta escandalosa". Me responde que por ejemplo ahora en verano va por la iglesia en pantalón corto, que lleva unas camisetas muy llamativas, de las que llevan los jóvenes en las discotecas. Me añade que su estilo ha calado en la parroquia y que ahora en verano el templo parece una iglesia playera, más que un templo urbano. También me comenta escandalizada que no es de extrañar viendo la vestimenta del párroco que salgan a leer las lecturas de la Palabra de Dios mujeres sin mangas en el vestido, falditas cortas o escotes pronunciados.
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