Del pluralismo eclesial llisterriano al fanatismo y la manipulación: nuevo ejemplo en Mataró
Como un hámster dentro de una jaula, nuestro nacional-progresismo se ha convertido en algo que ya no dialoga con nada ni con nadie que no sea de su propio mundo. Estériles, marchitos y cada día más patéticos, no hacen más que ensimismarse en la contemplación de su ombligo y en hablarse en él. Zombis en un mundo que cada vez entienden menos, se han atado a la noria de sus propias categorías para, como asno estulto, intentar sacar agua de un agujero donde nunca hubo nada que se le pareciese.
Deambulando por las calles y periódicos, van repitiendo frases hechas y esquemas fosilizados. Hegel los modeló para una vida de redentores: y la vida pasó de ellos. Nockeados por la realidad, se arrastran como Oriol Domingo en La Vanguardia cual fantasmas de un paisaje de castillos que nunca existió.
Uno de los últimos reductos de este manicomio de las ideas es la famosa parroquia de Sant Josep de Mataró, de donde ha huido hasta el propio párroco (el famoso vicario episcopal Segis).