Lérida no se merece esto
La diócesis de Lérida se halla permanentemente hipotecada por el conflicto de los bienes con la diócesis de Barbastro-Monzón. Es injusto. No por el hecho en sí del litigio, que ya ha sido resuelto por Roma, sino por la absoluta parálisis que ha provocado en el día a día de la diócesis. El pasado 8 de Marzo se cumplió un año de la aceptación por la Santa Sede de la renuncia del Obispo Ciuraneta. Desde entonces, Lérida sigue vacante y nadie sabe si la Administración apostólica del Obispo Salinas va a dilatarse mucho más. Circulan últimamente rumores de que el Nuncio se ha sacudido la galbana y, al fin, va a haber nuevo Obispo. No lo sé. Esta inquietante y pasmosa lentitud me tiene perplejo. Lo que es irrebatible es que, con la excusa del litigio, se ha dejado a Lérida en segundo plano. Desmedido totalmente. Lérida es capital de provincia, ciudad universitaria, con más feligreses que sus diócesis vecinas de Solsona, Urgel y Barbastro-Monzón y con similar población a la colindante diócesis de Tortosa. Los católicos ilerdenses no se merecen este desprecio. Cierto es que, cuando se produjo la segregación de las parroquias aragonesas, quedó Lérida con una figura geométrica bastante rara, pero no empequeñeció mucho en número de fieles. Le representó una merma de alrededor de un 20%.