La Misa Romana: Historia del Rito. Capítulo 9º Parte 2ª: El ofertorio
La entrega de las ofrendas
Cuando aquí hablo de ofrendas, atiendo exclusivamente a aquellas que consta se ofrecían como intervención en el culto no como contribución al culto. No se trata aquí de las ofrendas recogidas para el sostenimiento del culto y del clero, antiguamente en especies y hoy en día mayormente en metálico, para el mantenimiento de la comunidad y sustento de los pobres. Me refiero únicamente a las ofrendas destinadas sólo a las materias sacrificiales.
En el culto estacional de los siglos VII y VIII se nos describe la entrega de ofrendas como rito de la misa. Después del evangelio baja el papa a la nave para recibir de los miembros de la nobleza la oblación de pan, que entrega a un subdiácono y éste la coloca en un paño grande sostenido por acólitos. La oblación del vino, ofrecida en vasijas especiales, la recibe el archidiácono para echarla en un cáliz, sostenido por un subdiácono, quien a su vez lo hacía en un vaso mayor llamado “scyphus”. El papa, después de recogida la oblación de la nobleza, recoge la de los dignatarios de su corte y finalmente la de las damas de la nobleza. Luego se vuelve hacia el altar y espera el final de la recogida. Una vez el archidiácono ha seleccionado una pequeña parte de las ofrendas para la consagración y la tiene dispuesta sobre el altar, el papa recibe las ofrendas añadiendo la suya de dos panes (que le había presentado el subdiácono oblacionario, colocándola encima del altar). Para el cáliz se toma sólo el vino de la oblación papal y de su asistencia, al que se añade mediante un colador un poco del vino recogido entre los fieles.