En la semana previa a la misa de la Sagrada Familia, al Cardenal Martínez Sistach no le llegaba la camisa al cuerpo. Su Delegado de la familia, el Doctor Claret Nonell no le garantizaba la presencia de matrimonios, jóvenes y niños en la celebración. Las instancias diocesanas no los habían cuidado durante estos años y no sabían de donde sacarlos. Una misa de la familia sin familias, podía resultar un escándalo mayúsculo, un ridículo estrepitoso. Es verdad que la misa no se había anunciado en ningún sitio y solo se podía hallar en una minúscula convocatoria en la mejorable web de la archidiócesis. Más cierto es que aquellas familias que podían salvarle el acto se hallaban encaminadas hacia la misa de Madrid. Pero algo que había que hacer. Sistach había sido el primero en desmarcarse del acto de la Plaza de Colón y su fracaso iba a ser el hazmerreir del orbe católico. Ni tan siquiera podía contar con obispos eméritos co-celebrantes (al final solo pudo rescatar a Martí Alanís). No se lo podía permitir. Por ello, nuestro Cardenal –por una vez- se bañó de humildad y decidió acudir a e-cristians, para que le salvaran los muebles. Ciertamente no estaba muy confiado en su respuesta, pero sabía que, cuanto menos, la catedral no iba a verse poblada únicamente de abuelos, turistas y gente de paso y aquello –aunque fuese mínimamente- podría parecerse a una misa de las familias. Era el 22 de diciembre, día de la lotería y Sistach se decidió a probar suerte. Sin encomendarse a su delegado diocesano, llamó a las puertas de Miró Ardèvol y se puso en sus manos. Les garantizó –como no podía ser de otra forma- una dura y rotunda homilía contra el aborto y desde e-cristians se inició la operación salvamento.
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