Primer aniversario de Germinans: el precio de ser católico en Cataluña
Al pensar en el camino recorrido en este intenso año de singladura de Germinans vienen a mi mente dos escenas que me vuelven a causar escalofrío. La primera y más dolorosa la de un grupo de sacerdotes que ante la incipiente propuesta, aún sin cuerpo, de actuar según nuestra conciencia y organizarnos junto con el laicado mediante una página similar a la actual, acabaron cada uno cantando las excelencias de todo lo bueno que hacían en sus parroquias y como ellos sí decían las cosas claras al Arzobispo. Un compañero allí presente y yo mismo, calificamos aquel instante como el momento “yoyá”, a sabiendas, la escena en la que la mayoría tomaba la palabra comenzando por un egocéntrico y clarificador “Yo ya….” Cada cual había hecho y dicho particularmente antes que nadie lo que ahora yo les proponía de manera pública. Ante tanto personalismo, que se me antoja un tanto ramplón, todo quedó evidentemente en agua de borrajas.