¿"Cervus" o "Cerva"?
Días atrás comentamos la gran noticia que supone dentro del panorama editorial español, la reedición de las obras de la BAC, por lo que tiene de recuperación de grandes obras. El volumen que estrenará la colección es la edición facsímil de la primera edición de la Nácar – Colunga.
En los comentarios a ese artículo, el amigo Joaquín preguntaba lo siguiente:
«Me gustaría saber cómo traduce la edición de 1944 de la Nácar-Colunga el primer versículo del salmo 42 ("sicut cervus ad fontes"). No me vale la traducción de las ediciones revisadas por Maximiliano García Cordero. »
A lo que contestó secolar, otro amable lector:
«Contestando a Joaquin. Traduccion del versiculo 1 del salmo 42, por Nacar-Colunga: “Como anhela la cierva las corrientes aguas, / asi te anhela a ti mi alma, ¡oh Dios!” (pag. 762)
A otra pregunta de Joaquín, secolar añadió:
«El texto copiado es de la 4ª edición de 1951, y se repite el mismo texto en la 9ª edición de 1959, pág. 638. Ambas, sin revisar.
Joaquín, en su blog Majao público (una de las bitácoras más interesantes, entretenidas y eruditas, la cual visito con mucho gusto), ha continuado con el tema dedicándole un artículo donde muestra como en la versión de la Vulgata se lee «sicut cervus ad fontes», mientras que en español se vierte en femenino, cierva, en vez de en masculino, ya que se supone que está referido al original hebreo.
Movido por la curiosidad, consulté primero la Septuaginta. En el salmo en cuestión (41), la palabra griega que se utiliza es elafós, que dependiendo del artículo que la preceda, puede significar corza, cierva o ciervo. En la Septuaginta aparece en femenino. Viendo esta versión, me parecía absurdo ver la versión hebrea, ya que pensaba que la versión griega iba a ser literalmente la misma que la hebrea, sin embargo, hete aquí mi sorpresa cuando abrí mi Biblia en hebreo y comprobé que la palabra que encabeza el salmo es כְּאַיָּל es decir, literalmente «como un ciervo».
Mi sorpresa fue enorme. San Jerónimo no tradujo erróneamente; vertió correctamente al latín la palabra hebrea. Tengo que decir que esto no me lo esperaba, de hecho antes de buscar en la BHS, miré el primer tomo de la BAC dedicado a San Jerónimo, que recoge sus obras homiléticas, con el fin de buscar explicación a esa metamorfosis del ciervo en cierva. En ese comentario, el dálmata dirige a los neófitos las siguientes palabras:
Igual que el ciervo anhela los manantiales de agua, así ¡oh Dios! Te anhela mi alma (Sal 41,2). Propio es de los ciervos despreciar el veneno de las serpientes; es más: con sus hocicos las hacen salir de sus madrigueras para matarlas y descuartizarlas; y cuando el veneno de éstas comienza a arder en su interior, no llega a causarles la muerte, pero despierta en ellos una ardiente y devoradora sed; entonces anhelan los hontanares y en aquellas purísimas aguas extinguen el ardor de ese veneno. Del mismo modo que esos ciervos ansían las fontanas, así también nuestros ciervos, que, apartándose del Egipto de este mundo, hicieron perecer al faraón en sus propias aguas y dieron en el bautismo muerte a todo su ejército, después de exterminar al diablo, anhelan las fuentes de la Iglesia, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Escrito está en Jeremías (2,13): «Me rechazaron a Mí, fuente de agua viva, y se excavaron aljibes agrietados incapaces de contener el agua». A propósito del Hijo podemos leer en otro pasaje: «Abandonaron la fuente de la sabiduría» (Bar 3,12). En fin, en relación con el Espíritu Santo se afirma: «Quien beba del agua que yo le diere, brotará en él un manantial que manará agua hasta la vida eterna» (Jn 4,13 ss), frase que el evangelista aclara a continuación apostillando que, con estas palabras, el Salvador se refería al Espíritu Santo (Jn 7,39). Con esto se ratifica con toda claridad que los tres manantiales de la Iglesia representan el misterio de la Trinidad.
El alma del creyente desea alcanzar estos tres manantiales. Los desea también el alma del bautizado y por eso dice: «Mi alma sintió sed de Dios, fuente viva (Sal 41,2). No quiso, pues ver a Dios a la ligera, sino que lo deseó con toda su pasión, sintió por Él una sed ardiente. (…)
Sobre la exégesis de San Jerónimo podríamos decir muchas cosas, todas bellas. La comparación del texto del Santo con los escritos por los exégetas actuales daría para muchos artículos, pero esto excede el ámbito del presente artículo.
La exégesis del Santo se ve reforzada y ampliada por la traducción del original hebreo. San Jerónimo no se equivocó.
De todas formas dejo la cuestión abierta a los amigos del blog. Espero, amigo Joaquín que este post ayude a derribar tus reticencias a la primera edición de la Nácar-Colunga.
7 comentarios
Esto de la cierva y el ciervo no es descubrimiento mío. Se lo oí comentar en Sevilla, en una conferencia en el Rectorado, al mismísimo Luís Alonso Schökel, el año 1996.
Como mi conocimiento del hebreo tiende a cero, estoy es desventaja. No obstante creo que algo se dice en el comentario filológico de la edición comentada de los Salmos (Ed. Verbo Divino, tomo I).
(...continuará...)
Habría que investigar de donde viene lo de cierva. En la Septuaginta desde luego aparece en femenino.
En español el masculino es el género no marcado. No es el neutro. Es el género no marcado.
Se puede decir correctamente tanto "Un grupo de diez ciervos, formado sólo por hembras" como "Un grupo de diez ciervas". Si sólo se habla de "Un grupo de ciervos" no se sabe si lo forman sólo machos, si hay también hembras o si, como ya he indicado, sólo está formado por hembras.
Eso sí, en ambos casos se escribe "grupo" y no "grupa" 8).
¿Cómo funciona el género en hebreo? ¿Y en latín y griego? ¿Tienen también género no marcado? ¿Cómo podría afectar a la traducción?
Saludos.
Con todo, me da la impresión (sin haber investigado el tema) que la diferencia es puramente estilística. Joaquín ha señalado que las traducciones contemporáneas se adaptan en este punto a la versión oficial de los salmos de 1945. Los salmos son textos litúrgicos en sí mismos y por ello las traducciones han de poner cuidado en el estilo literario y en la claridad; como el texto de la Vulgata es el texto oficial de la liturgia romana, no es extraño que se buscara un estilo más adaptado al uso litúrgico, especialmente teniendo en cuenta que ambos géneros gramaticales estaban avalados por las principales versiones.
Cuánta razón. Comparadas con lo que nos ha llegado de los Padres de la Iglesia, qué pobres son la exégesis modernas! Gracias a Dios, no todas son así.
Gracias por este refrescante artículo.
En hebreo, para indicar el género se cambia el morfema (igual que en niño-a). El texto hebreo indica que el animal es un ciervo (macho).
San Jerónimo tradujo al latín la palabra en masculino.
Más interesante que el estudio filológico, es indagar que se buscaba con el "cambio de sexo" del rumiante. ¿Enmendarle la plana a S. Jerónimo? ¿Decir que la Vulgata no reflejaba el original? ¿Atacar la Tradición? ¿O simplemente no se buscaba nada?
Muchas gracias por vuestros comentarios y por ayudar a conocer la Tradicion y el legado espiritual catolico con textos como el de hoy.
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