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24.09.10

La descomposición del catolicismo, por Louis Bouyer (y III)

Conocí a un profesor protestante de teología pastoral que decía hace ya treinta años que si la Iglesia quisiera hacerse oír por el mundo, tendría que comenzar por procurar resumir su credo en una tarjeta de visita. En realidad Gaudium et Spes, la proclama del Concilio al mundo, es el más voluminoso de sus documentos, y de una lectura tan poco amena, que uno se pregunta cuántos de los mismos que lo votaron lo leyeron desde el principio hasta el fin….m y cuántos de los que lo han leído lo han comprendido. Tres objetos formales, como dirían nuestros maestros, se dan codazos en este documento, como los frères Jacques en su inolvidable parodia de un partido de fútbol, y el último para el tiempo tratando inútilmente de colarse a la primera línea. En un principio se quería, aun hablando entre bastidores tratar de darse ánimos para afrontar aquello que no se había observado nunca sino con una visión marginal. Se quería luego, y aquí fue donde se desplegó mayor prodigalidad, dar (¿al mundo mismo o en la Iglesia?, esto no aparece muy claro) una descripción de este mundo, en la que, desgraciadamente, la buena voluntad es más conmovedora que el rigor de los hechos y sobre todo que la precisión de los criterios. Y luego se tenía también la intención de anunciarle el Evangelio. Pero, aunque esta solicitud subyacente reaparece a todo lo largo del documento, como eco de la conciencia profunda, es innegable que el documento no logró expresarse claramente. Sería exagerado decir que se tiene la sensación de que los padres no osaban ya pedir nada al mundo. Más bien dan la sensación de no haber sabido exactamente qué decirle….Estas flaquezas de un documento abigarrado, incompleto, aunque de una prolijidad desalentadora (son siempre los predicadores que no saben exactamente lo que quieren decir, los que no acaban nunca de decirlo), no le impedían tener algunas buenas bases como punto de partida para un conato de recuperación, y el mero hecho de reconocer finalmente su urgencia habría sido quizá lo mejor que se hubiera podido esperar de tal asamblea.

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17.09.10

La Madre de Dios, la Madre María de la Purísima, el Estadio Olímpico y más preguntas.

Mañana, Deo volente, culminará la causa de la beatificación de la Madre María de la Purísima, hermana que fue elegida Madre general de la Compañía de la Cruz en el año 1.977, con la proclamación de la misma como Beata.

Para dicho acto, los delegados diocesanos Luis Rueda Gómez, Maestro de Ceremonias de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla y Francisco Muriel Rivas elevaron la petición al Hermano Mayor de la Macarena de trasladar a la Virgen de la Esperanza para que presidiera el altar montado al efecto en el Estadio Olímpico, petición que fue atendida por el Hermano Mayor y su Junta de Gobierno.

Evidentemente, la beatificación de la Madre María de la Purísima es una enorme alegría para la Archidiócesis de Sevilla. Pero de esta felicidad que nos embarga, no impiden que me surjan preguntas en torno a este proceso de beatificación mañana quedará finiquitado, a la espera de la canonización de la Madre María de la Purísima. No todo el monte es orégano. Hay cosas que mis humildes entendederas no llegan a comprender.

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6.08.10

17.07.10

Depresión demográfica: 29 años después

El pasado 22 de Junio se cumplió veintinueve años de la aprobación de la ley del divorcio en España. Fue el primer hito en la corta historia de la subversión de la ley natural en España. Al poco tiempo, como desarrollo de lo anterior podríamos decir, se aprobó la despenalización del aborto en España en tres supuestos, lo que engendraría al poco después, en un movimiento acelerado – menos de treinta años, ¿qué son para la historia? - el «matrimonio» homosexual, el divorcio instantáneo y el aborto libre.

No se trata de un abuso el aplicar la analogía física del movimiento acelerado, porque la velocidad a la que se han ido generando los cambios ha ido a una velocidad creciente. Para mantener esta velocidad cada vez mayor de los cambios se requiere una fuerza creciente. ¿Hay alguna duda de que se hayan dedicado los mejores y mayores recursos del Estado en estos asuntos?

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23.04.10

El Rin desemboca en el Tíber

Cada una de las diez comisiones conciliares debía estar presidida por un cardenal nombrado por el Papa, y constaban de veinticuatro miembros, dos tercios elegidos por los Padres conciliares y un tercio designados por el Papa. Los nombramientos papales se harían tras el anuncio del resultado de las elecciones.

El arzobispo Pericle Felici, Secretario General del Concilio, se encontraba explicando a la asamblea de Padres, en su fluido latín, el procedimiento electoral, cuando el Card. Liénart, que ejercía como uno de los diez presidentes conciliares (los cuales se sentaban en una larga mesa presidiendo el aula conciliar), se levantó de su asiento y pidió la palabra. Expresó su convicción de que los Padres conciliares necesitaban más tiempo para estudiar la cualificación de los diversos candidatos. Según explicó, tras consultar con las conferencias episcopales nacionales todos sabrían quiénes eran los candidatos más cualificados, y sería posible votar con conocimiento de causa. Solicitó un aplazamiento de algunos días para la votación.

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