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6.03.16

De la República al Imperio: Hispania

La primera guerra civil de la República de Roma ocurrió durante el siglo I a. C. propiciando su final y la instauración del Imperio romano, con César Augusto como primer Emperador romano. La guerra tuvo lugar cuando los líderes de las dos facciones enfrentadas en el senado los Optimates (la facción aristocrática de la República) y Populares, Lucio Cornelio Sila y Cayo Mario respectivamente, compitieron por los honores de liderar la guerra contra Mitrídates VI rey del Ponto, quien había invadido la provincia romana de Asia y asesinado a miles de romanos. Inicialmente Sila obtuvo el respaldo del Senado para liderar la guerra, pero los populares anularon esta decisión recurriendo directamente a la decisión de la asamblea popular, otorgando el mando a Mario. Sila marchó sobre Roma con sus legiones, haciendo huir a Mario y reotorgándose el mando. Ya en Roma el senado romano declaró enemigo de la República a Mario, y Sila embarcó hacia Grecia sin contratiempos. Lucio Cornelio Cinna un cónsul electo popular, ante la ausencia de Sila propició el retorno de Mario desde su exilio, y juntos marcharon sobre Roma, se hicieron nombrar cónsules y establecieron una sangrienta represión contra los optimates, pero tras unos pocos días en su cargo Mario murió. Sila tras terminar la guerra en oriente con el Tratado de Dárdanos, regresó a Italia donde derrotó a los populares y se estableció como dictador, reformó la Constitución Republicana cediendo más poder al Senado, recortó el de los tribunos y el de las asambleas populares.

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21.02.16

El AYUNO: ¡Explícamelo!

“Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura”

San Agustín, “la utilidad del ayuno”

En estos días cuaresmales libros como el que reseño son especialmente útiles. Todos los años la misma pregunta ¿por qué no comes carne los viernes de cuaresma? Y la supuesta sesuda diatriba sobre el sacrificio, el marisco y otras ideas inteligentísimas de gente que no entienden que alguien pueda hacer sacrificios voluntariamente.

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7.02.16

El apocalíptico Elías

En 1996 el escritor canadiense Michael O´Brien publicaba una novela importante en la narrativa católica del XX. “El padre Elías: un apocalipsis". Era un libro grueso en su contenido y en su voumen. Era una biena novela donde los buenos triunfaban de la mano del Señor sufriendo lo indecible. Y donde pese al tono necesariamente apocalíptico brillaba la Esperanza. Allí se leía “Aunque el diablo hiciera grandes progresos, aunque lograra engañar a la mayor parte de la humanidad, aun en ese supuesto no deberíamos perder la esperanza. ¿No está ordenado que la Iglesia deberá un día padecer una segunda Pascua?” (…) “Nuestra labor es la de proclamar a Jesús. Debemos reforzar lo que aún queda.No es tarea nuestrala de contar el número de los que escuchan". Ante un mundo hostil, la Iglesia y quienes la forman deben encarar el presente y el futuro conscientes de que el non praevalebunt tiene eterna vigencia.

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22.01.16

Soldados ancianos

Hay dos cosas por las que me entusiasma la ciencia ficción. La primera es que al ser todo necesariamente imaginario, casi todo vale y puedes admitir que ocurra cualquier cosa. Es cierto que se pide cierta coherencia interna al relato y que una sucesión de cosas absurdas es difícilmente una novela de éxito, pero el margen de maniobra para el autor es mucho mayor que en una novela sobre la edad media, por poner un ejemplo. La segunda razón es que se da la oportunidad a que surjan ideas o situaciones que van más allá de lo cotidiano y tiene el autor posibilidades de tratar temas psicológicos, filosóficos, metafísicos, religiosos o políticos.


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6.01.16

2015 el año del Sínodo

La XIV Asamblea General Ordinaria del sínodo de obispos (que fuera precedida a finales de 2014 de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos) ha resultado el hecho más relevante del año que se ha finalizado en lo que a la Iglesia respecta. Seguimos esperando (con cierta ansiedad, algunos) la exhortación apóstolica del Papa que el cardenal Parolín aseguró que se escribirá, y que podrá ir en la línea de los padres sinodales… o no. 

Se ha escrito mucho acerca del evento, sobre todo antes y durante su celebración. La prensa generalista y parte de la especializada ha querido tomar un posicionamiento claro en la línea de lo que se ha supuesto que es la del Papa, aperturista, misericordiosa e innovadora. Frente a esta aparentemente ola imparable, poco a poco, pero con firmeza fueron alzando su voz cardenales, obispos, sacerdotes y laicos en defensa de la doctrina que la Iglesia ha sostenido siempre y que parecía abocada a ser arrollada por las modas imperantes.

Uno de los libros más importantes publicados previos al sínodo salió de la mano de once cardenales, algunos de ellos de reconocida autoritas. Caffarra, Rouco Varela, Ruini, Sarah o incluso el relator del sínodo el cardenal Cordes quisieron presentar la razonada batalla que debía ser librada. Europeos, africanos, americanos e incluso asiáticos decidieron escribir sus impresiones tras tantos años de experiencia pastoral o profundizar en el tema de manera rigurosa y mostrar el tremendo peligro que se cierne sobre la Iglesia cuando se abre el corazón al sentimentalismo y se cierra la razón a la palabra de Dios y la experiencia.

De todas las cosas interesantes que se pueden leer quiero traer tan sólo una, decisiva. Son palabras del cardenal Eijk, arzobispo de Utrech, en los Países Bajos:

Tenemos que darnos cuenta de que la cuestión de la administración de la comunión a los divorciados vueltos a casar no es un problema secundario. Aceptada esta, aceptaríamos también que el mutuo don de los esposos no deba ser total, ni espiritual ni físicamente. Por consiguiente, estaríamos obligados a cambiar la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la sexualidad en otros campos. De este modo, debilitaríamos nuestros argumentos intrínsecos contra el adulterio en general. El argumento contra el uso de los medios anticonceptivos se basa en que la prevención contra el don de la maternidad y la paternidad a través del acto conyugal hace incompleto el don recíproco de los esposos en el ámbito físico, y por tanto afecta a la totalidad del mismo don (cf. Familiaris consortio, n.32). Obviando la exigencia de la totalidad y reciprocidad del don, tendríamos que aceptar el uso de los medios de contracepción. Si aceptásemos que la entrega mutua de los esposos no debiera ser total, y por tanto que fuese lícito prevenir contra el don de la vida, estaríamos obligados a aceptar también actos sexuales no dirigidos a la procreación, como los homosexuales. La cuestión de si los divorciados vueltos a casar pueden recibir la comunión está intrínsecamente ligada a otras cuestiones en el campo de la moral matrimonial y sexual.”