29.06.16

Una asignatura pendiente

En relación con el post de hace un par de semanas sobre la (falta de) formación de los católicos, un amable lector me ha enviado un escrito que presentó sobre ese tema al sínodo que celebrado en la archidiócesis de Oviedo hace unos años. Según me dice, ni siquiera le dieron un acuse de recibo, quizá por un descuido, pero en cualquier caso a mí me ha parecido muy interesante, por las cuestiones que  plantea, algunas de las cuales ya se mencionaron aquí.

Como el asunto despertó bastante interés entre los lectores y todo lo que se hable sobre él será poco, me ha parecido útil publicar en el blog dos o tres fragmentos del escrito, para su discusión. Ofrece argumentos y hechos muy sencillos y, a mi entender, en eso reside precisamente su fuerza. La situación eclesial actual clama al cielo y no hace falta ser un  gran teólogo para darse cuenta de ello. En realidad, lo que hace falta es estar ciego para no darse cuenta de ello. El fragmento de hoy se titula, muy significativamente, Una asignatura pendiente.

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21.06.16

No se trata de quién es Jesús para mí

Retrovisor, punto ciego

Al igual que los espejos retrovisores de los coches, cada época tiene sus puntos ciegos. Son cuestiones, circunstancias o situaciones que, simplemente, esa época es incapaz de percibir. No se trata de que las discuta, las niegue o las rebata. Simplemente, no las ve, como si no existieran.

Los cristianos, incluidos sacerdotes, religiosos y obispos, somos hombres de nuestro tiempo y esos puntos ciegos nos afectan también, sobre todo si nos alejamos de la Tradición y la enseñanza de la Iglesia, que son anclas seguras para no apartarse de la realidad en toda su riqueza y complejidad.

A mi juicio, la lectura del evangelio de este domingo es un ejemplo muy claro de esos puntos ciegos de nuestra época.

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13.06.16

El fariseo soy yo

FariseosCuando leemos los Evangelios, a menudo experimentamos una tendencia casi irrefrenable a emparejar a cada uno de los personajes evangélicos con personas o grupos de personas de nuestro entorno… y también a menudo lo hacemos fatal, proyectando nuestras neuras y rencores en el Evangelio, en lugar de dejar que el Evangelio sane esos rencores y esas neuras.

Quizá nos consuele (por aquello de que mal de muchos, consuelo de tontos) que se trata de un pasatiempo tan frecuente como inconsciente. Recuerdo un seminarista que me dijo hace mucho tiempo, completamente en serio, que los fariseos del Evangelio, en nuestra época, eran los ricos, los que tenían dinero. Como es lógico, el muchacho deducía de eso que los ricos eran los causantes de todo el mal del mundo y continuaba aplicándoles todas las invectivas de Cristo contra los fariseos: sepulcros blanqueados, nidos de víboras, etc.

En vano le señalé que en el Evangelio también aparecían ricos: los publicanos, que no eran simplemente ricos, sino además ricos malvados, timadores y sinvergüenzas, explotadores del huérfano y la viuda. Asimismo, le hice notar que, a pesar de eso, Cristo fue muy criticado por comer con ellos y por mostrarles exactamente el mismo amor y la misma llamada a la conversión que a la pecadora de la lectura de hoy y que esa frase tan escandalosa de que las prostitutas nos precederán en el Reino de los Cielos, en realidad dice que los publicanos y las prostitutas os precederán en el Reino de los Cielos. También me esforcé por explicarle que, si hay algo característico del fariseísmo, es mirar por encima del hombro a los demás, incluidos los ricos, pero en vano. Aquel seminarista (que era una buenísima persona) se había educado en una de esas tristes parroquias que han puesto “lo social” en el lugar del Evangelio y para las que “los ricos” son la quintaesencia del mal en el mundo, así que le habían inculcado desde pequeño que los malísimos fariseos sólo podían ser los ricos.

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6.06.16

¿Por qué los católicos están tan mal formados?

IgnoranciaEs frecuente oír la queja de que los católicos están muy mal formados en lo referente a la fe, la Escritura, la historia de la Iglesia, la moral, la liturgia y un largo etcétera. Una queja frecuente y más que comprensible. Esa ignorancia se hace especialmente evidente si uno visita Hispanoamérica y observa los millones de católicos que se han hecho (y se están haciendo) protestantes debido en buena parte a que nunca tuvieron una formación adecuada y no sabían responder a acusaciones contra el catolicismo que, en realidad, no tienen fuerza ninguna o están basadas en malentendidos. Lo mismo podría decirse de España, con la diferencia de que los católicos mal formados dejan la Iglesia en dirección al agnosticismo más que al protestantismo.

Como es lógico no basta constatar esta terrible situación (que es como para echarse a llorar), sino que lo importante es responder a la pregunta fundamental: ¿por qué sucede esto? Sólo conociendo las causas de un problema es posible solucionarlo. En lugar de lanzarme a intentar responder a la cuestión, voy a contar una sencilla anécdota que me parece muy reveladora.

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31.05.16

Una historia de amistad y santidad

Abusando una vez más de la paciencia de los sufridos lectores de este blog, me permito hablarles del último libro que he escrito y que se acaba de publicar: Los ruiseñores cantan al ponerse el sol.

Se trata de una obra de teatro, basada en la vida de Santa Alicia de Schaerbeek, también conocida como Santa Alicia la Leprosa. Es una santa prácticamente desconocida en España y el mundo de lengua española, pero cuya historia resulta fascinante, apasionante, impresionante, sobreabundante y todas esas cosas buenas que terminan en “ante”, excepto quizá “elefante”.

La acción de la obra transcurre en el siglo XIII, en un convento de monjas cistercienses de Brabante, en lo que actualmente es Bélgica. Incluso entre los católicos, hay quienes piensan que, cuando una mujer o un hombre entran en un convento de clausura, su historia se acaba, como si desde entonces toda su vida fuera a ser rutinaria y anodina. Nada más lejos de la realidad. Toda vida cristiana es un combate y, en la vocación contemplativa, ese combate es aún más intenso, porque el alma se va despojando de las numerosas capas que la envuelven y separan de la realidad.

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