Menos galleguización y más evangelización
Me ha hecho gracia ver la forma en la que El Correo Gallego ha definido a la famosa Romaxe que se celebra cada año en Galicia, esa mezcla de celebración cristiana disidente, mitin político nacionalista y merienda campestre. El periódico la definió como “unha eucaristía exenta de xerarquías eclesiásticas e con propósito galeguista”.
Resulta sorprendente la cantidad de despropósitos que pueden acumularse en una pequeña frase, como fiel reflejo de los despropósitos que, a su vez, acumulan las Romaxes. En primer lugar, una eucaristía nunca puede estar “exenta de jerarquías”. Por su propia naturaleza, la misa implica siempre al entero pueblo de Dios y, especialmente, al ministerio jerárquico y, en particular, al Papa y al obispo de la diócesis. De hecho, sin sacerdotes no puede haber eucaristía y, aunque a algunos les fastidie, los sacerdotes son “jerarquía".
En segundo lugar, una eucaristía no puede tener “propósito galleguista”. La eucaristía es, a la vez, “la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre”. Es cierto que puede celebrarse la eucaristía con ocasión de un acontecimiento u otro, como un fallecimiento, una fiesta, una reunión de un grupo cualquiera, pero el fin de la eucaristía siempre es el mismo: dar culto en comunidad a Dios y recibir de él la salvación, participando del Cuerpo y la Sangre de su Cristo y uniéndonos a su Pasión, su Resurrección y su ofrecimiento al Padre.