23.01.10

El sufrimiento de un niño

Hoy he pasado el día en el hospital, con uno de mis hijos. Gracias a Dios, ya está mucho mejor. Tiene un problema crónico y, aunque normalmente está controlado, de vez en cuando se le junta con una gastroenteritis o alguna otra cosa similar y hay que llevarle al hospital y, a veces, ingresarle unos días. El pobre, como ya sabe que en el hospital le van a pinchar y hacer perrerías, suele poner mala cara o echarse a llorar en cuanto ve una bata blanca.

El sufrimiento de un niño presenta una dificultad especial a la razón y se sustrae a cualquier intento de entenderlo. El dolor es quizá el mejor alfiler para romper los globos que infla el racionalismo al reducir la realidad a lo que el ser humano puede entender y dominar. La punta infinitamente aguda y concreta del dolor penetra en el globo y deja entrar la realidad que la mentalidad racionalista había excluido a priori.

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19.01.10

18.01.10

Un blog parroquial

Hoy quiero proponer una buena idea para los párrocos. Ya sé que están muy ocupados, pero pueden encargársela a algún parroquiano aficionado a los ordenadores. Mi propuesta es crear un blog parroquial. Actualmente, un blog es muy fácil de crear. Hay multitud de herramientas sencillas para ello y de alojamientos totalmente gratuitos. A diferencia de lo que sucede con una página web, que es algo más complicado, todo el mundo puede crear un blog. Por otra parte, la mayoría de la gente tiene acceso a Internet, así que, una vez anunciado en la parroquia, el blog podría tener un número considerable de lectores.

Un blog parroquial puede ser una manera de dar a conocer a todos los parroquianos algunas de las obras de Dios en la parroquia que, de otro modo, pueden pasar desapercibidas. En las parroquias actuales, a menudo con muchos miles de habitantes, resulta muy difícil conocerse y una bitácora parroquial podría permitir un mayor contacto entre los parroquianos. Dios puede hacer milagros en la vida de esta familia o de aquella, pero la mayoría de las personas de la misma parroquia no se entera de esos milagros.

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17.01.10

Como niños malcriados

Los católicos estamos muy malacostumbrados. Somos como niños malcriados, que están tan habituados a tenerlo todo que ya no aprecian nada. Y eso se nota en toda nuestra vida cristiana: estamos tan acostumbrados a que Dios exista, a que nos quiera, a que su Hijo se haya encarnado, a que se nos dé como comida, a que perdone nuestros pecados, a que mande a sus ángeles a que cuiden de nosotros, a que nos haya regalado su Iglesia y a mil cosas más que ya no nos sorprenden esos prodigios.

Quizá el ámbito en el que más se nota esto sea la liturgia. Nuestra liturgia está cuajada de tesoros para la oración y la meditación. Como una corona real, está engarzada con piedras preciosas de una belleza única y singular, ansiada y envidiada por los pueblos que no conocen a Dios… Y, sin embargo, apenas prestamos atención a lo que se dice en la Misa. Apenas rezamos con las oraciones, ni alabamos con sus himnos. Ni siquiera se nos ocurre conservar ansiosamente en nuestra memoria todo lo que podamos abarcar. Somos como un Alí Babá tan tonto que no piensa en llenarse los bolsillos al pasar por la cueva del tesoro.

Demos un ejemplo. Si preguntase cuál ha sido la frase cantada o recitada en el Aleluya del Evangelio de este domingo, dudo que se acordase de ella más de uno de cada mil católicos. Y la frase se las trae. Si de verdad escucháramos en Misa y pensásemos lo que se dice, esta frase habría dejado boquiabiertos a todos los que allí estaban, como me dejó boquiabierto a mí. Y, muy probablemente, habría suscitado protestas, preguntas, murmullos e incomprensiones. Otros, en cambio, no habrían podido evitar postrarse de rodillas para dar gracias a Dios en ese mismo instante. Nadie habría quedado indiferente.

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15.01.10

Midiendo tragedias

Un lector, Cristhian, me envía estos párrafos que ha escrito sobre lo sucedido en Haití y la reacción de los cristianos.

Son líneas provocativas, especialmente en un momento así, pero creo que conviene meditarlas un poco. Intentan arrojar luz sobre la forma que tiene el mundo de “medir” las tragedias, el dolor e incluso la evangelización. Es decir, cosas que, por su propia naturaleza, no pueden medirse.

Además, Cristhian tiene la ventaja de que, al no ser obispo de San Sebastián, es posible reflexionar sobre lo que realmente dice y no sobre lo que periodistas malintencionados quieran hacerle decir.

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