Cualquier cosa menos la fe
Ayer, estaba uno de mis hijos viendo los dibujos animados en la televisión y me llamó la atención algo curioso. Los personajes, que eran animales humanizados, se dedicaban con ahínco a buscar algo que había perdido uno de ellos. ¿Qué era el objeto tan valioso que se había perdido? El “amuleto de la suerte” del propietario, necesario para tener suerte en no sé qué.
No se trataba de dibujos animados malvados, groseros o inapropiados, porque esos no se los dejamos ver. Era uno de los programas de dibujos animados más inofensivos, para niños muy pequeños. Tampoco se trataba de historias con tema fantástico, en las que uno de los ingredientes fuera la magia y los seres fantásticos, sino que era una más de historias totalmente cotidianas que podrían haber ocurrido a cualquier niño: el colegio, los amigos, competiciones… y un amuleto. Me temo que no debe de ser algo raro, porque hace algún tiempo vi otros dibujos animados totalmente distintos en los que también se hablaba con naturalidad de amuletos de la suerte.




Me preguntaba una lectora en el último post si creía que salir a las plazas, para hablar de Dios a la gente, era la única forma de evangelizar. Es una de esas preguntas que te dejan sin habla, como si te preguntasen si crees que es posible comer algo que no sea zanahoria. Resulta difícil responder algo coherente. Desde que era pequeño, me ha encantado la zanahoria, pero nunca se me ocurriría considerarla el único alimento existente en el mundo. Del mismo modo, creo que salir a las calles a evangelizar es algo bueno, especialmente para llegar a la gente que ha dejado de ir a las iglesias, pero nunca se me ocurriría que sea la única o la mejor forma de evangelizar.








