¿Tenemos que ser el perejil de todas las salsas?
Leo en Internet que la Conferencia Episcopal de Paraguay ha publicado una nota sobre los peligros para la salud por el uso del tabaco y las carencias de un proyecto de ley sobre este tema que el Senado paraguayo ha enviado al Congreso del mismo país. El punto central de la nota es que: “De acuerdo con las explicaciones y recomendaciones del Ministerio de Salud Pública, la Conferencia Episcopal Paraguaya, CEP, por un deber pastoral, exhorta a los legisladores, en especial a los miembros de la Cámara de Diputados, a velar por la salud de la población respetando irrestrictamente el contenido y el espíritu del “Convenio Marco de la OMS para el control del Tabaco” y las directrices emanadas de la misma institución para su aplicación, porque sólo así se estaría cumpliendo con el mandato constitucional de “proteger y promover la salud"… sobre todo de los niños y jóvenes”.
Al margen de la valoración de este caso concreto (que me interesa muy poco, como es lógico), la noticia me ha hecho plantearme la siguiente cuestión: ¿Pinta algo la Iglesia opinando sobre todos los temas imaginables, muchos de los cuales no tienen más que una lejanísima relación con su misión (en el mejor de los casos)? ¿Es adecuado que opinen los obispos y las conferencias episcopales sobre temas meramente sanitarios, políticos, técnicos, jurídicos, etc. que son completamente opinables para un católico? ¿Es parte de la misión episcopal el defender el convenio marco de la Organización Mundial de la Salud para el control del Tabaco? ¿Tienen que meterse a decidir si la nueva ley paraguaya se ajusta mejor o peor a ese convenio marco que la anterior? O, por decirlo más castizamente, ¿tenemos que ser el perejil de todas las salsas?

Por temperamento, por cortesía y por deseo de seguir el mandato de Cristo de no juzgar, tiendo a suponer la buena intención en todo el mundo. Y creo que es una buena forma de actuar. Eso no equivale, sin embargo, al buenismo de pensar que todos somos amiguetes y en realidad decimos más o menos lo mismo expresándolo de forma diferente. Pocas cosas hay que me desagraden más que la afirmación de que en la Iglesia caben todas las opiniones o todas las formas de pensar, por la sencilla razón de que quien no piensa como la Iglesia no está en la Iglesia, digan lo que digan las apariencias.
Un amable lector me ha enviado una conferencia de Eduardo J. Olazabal, pronunciada en el Congreso de Filosofía del Derecho celebrado el año pasado en San Juan, Argentina. La conferencia trata sobre la imposibilidad de que el Estado sea neutral en temas morales.
No escucho casi nunca la radio. No tengo tiempo para ello, ni tampoco la inclinación. Mi mujer, sin embargo, que usa el coche a diario, siempre tiene puesta alguna emisora. El otro día fui yo quien tuvo que llevarse el coche y, cuando arranqué, empezó a sonar la emisora que mi mujer había dejado seleccionada.
Hace unos días, visité la catedral de Tuy, dedicada a Nuestra Señora y de la que es canónigo penitenciario D. Guillermo Juan Morado, ilustre bloguero de InfoCatólica. Por desgracia, como la visita fue imprevista, no pude ponerme en contacto con él. Sin embargo, visité la iglesia, que no conocía, y me alegré mucho de ello. No sólo me gustó la catedral, sino que también me impresionó muy agradablemente la organización de la misma y he pensado que convenía contarlo aquí, por si alguien puede sacar de esto una buena idea para otras catedrales e iglesias.



