Por alusiones, respuesta a Quinto Sertorius Crescens (Germinans germinabit)
Quiero que mis lectores sepan que no es este un artículo que me guste escribir, pero ya que me pongo a ello, espero que sirva como aclaración definitiva de lo que pienso sobre la cuestión catalana a todos los niveles.
Ayer se publicó en la web de Germinans Germinabit, y de paso en el blog que tienen en InfoCatólica, el artículo “La parte de responsabilidad del españolismo eclesial en la descatolización de los catalanes”, firmado por Quinto Sertorius Crescens.
Ya el título resulta cuanto menos peculiar. Esto de echar la culpa, siquiera en parte, de la descatolización de Cataluña al españolismo eclesial parece, como mínimo, un ejercicio de victimismo poco recomendable. Sobre todo si se tiene en cuenta lo que ha ocurrido en la nación catalana, y su relación con la nación española, en los últimos 30 y pico años. Pero en todo caso, merece la pena leer en qué se puede basar el autor para afirmar tal cosa. Quién sabe si tiene razón.
El autor presenta una breve historia del nacionalismo catalán, con el nacimiento de la Lliga Regionalista, antecesora de la actual CiU. Dice Quinto que “el conservadurismo político catalán, católico sin reservas, llegó a la conclusión que era imposible que el conservadurismo o moderantismo español entendiera que lo catalán debe estar al mismo nivel de españolidad que lo castellano en España“. Confieso que mis conocimientos sobre la historia moderna de España no son lo suficientemente amplios como para rebatir o estar de acuerdo con tal afirmación. Pero sí opino que el actual conservadurismo político catalán, que ha dejado de ser católico, lleva décadas luchando para que lo español no esté al mismo nivel de catalanidad que lo catalán en Cataluña. Y a fe que lo ha conseguido. De hecho, la autoafirmación de lo catalán en Cataluña se ha hecho a expensas de su identidad española.
Dice Quinto Sertorius:
La Lliga , con todo su catalanismo, era mucho más defensora de lo católico que el liberal conservadurismo canovista que estimula tanto a Aznar o Ansón cuando se ponen históricos. Es por ello que la Lliga se comió al carlismo catalán.
El catalanismo fue y puede ser un motor de regeneración de Cataluña o su tumba. Es por ello que no estamos de acuerdo en el argumento facilón e interesado que el principal problema de la Iglesia en Cataluña sea el nacionalismo.
Bien, yo no soy de los que digo que el nacionalismo sea el principal problema de la Iglesia en Cataluña. Pero sí de los que creo que ha sido uno de los problemas más importantes. Es más, ocurre más o menos igual en el País Vasco, donde el nacionalismo eclesial ha hecho estragos. Si los esfuerzos dedicados a la afirmación identitaria nacional de ambas iglesias locales se hubieran dirigido hacia la formación de los fieles, hacia la defensa de los valores católicos en las sociedades catalana y vasca, otro gallo le cantaría al catolicismo en ambos pueblos. Sin embargo, ambas iglesias han parecido más bien un trasunto de lo peor del cesaropapismo de las iglesias ortodoxas, con una relación cuasi adúltera entre la Iglesia y el poder político, en la que éste ha manejado a aquella para sus intereses.
Dice Quinto Sertorius:
Antes de las grandes migraciones de población meridional castellano-parlante hacia Cataluña durante el siglo XX, el castellano no era la lengua propia y materna ni del 1 % de la población catalana. Realidad taladrante, e ignorada, por tanto sabio que campa del Ebro para allá.
¡Ay, puñeteros charnegos, que habéis cambiado el perfil de la nación catalana! ¿Quién os mandó emigrar a la tierra de Cambó? ¿por qué os dejasteis confundir por la política benefactora de Franco hacia Cataluña? ¿quién os ha dicho, siendo católicos, que tenéis derecho a escuchar misas en vuestro idioma materno? Con lo bien que habríais hecho quedándoos del Ebro para abajo. Por ejemplo, en Madrid. Bueno, ahora que pienso, yo vivo por encima del Ebro y no en Cataluña. Pero eso lo dejamos para luego.
Dice Quinto Sertorius:
Muchos ciudadanos y políticos nacionalistas quieren que los obispos, la Iglesia más cercana, avalen sus tesis.
No, más bien hay que decir que la totalidad de los obispos catalanes, y por lo que se ve la inmensa mayoría del clero incluido, ahora lo sabemos, el “germinante", avala las tesis nacionalistas. No hay que ir muy lejos para constatar ese hecho. El pasado mes de abril, el obispo de Gerona no tuvo mejor idea que invitar a un tal Jordi Pujol como ponente para la Jornada Diocesana de Presbíteros y Diáconos. Su charla versó sobre “L´Esglesia a Catalunya, la figura del prevere” (La Iglesia en Cataluña, la figura del presbítero). Si vamos más atrás, vemos que hace 25 años los obispos catalanes dijeron esto:
“Como obispos de la Iglesia en Cataluña, encarnada en este pueblo, damos fe de la realidad nacional de Cataluña, trabajada a lo largo de mil años de historia y también reclamamos para ella la aplicación de la doctrina del magisterio eclesial: los derechos y los valores culturales de las minorías étnicas dentro de un Estado, los pueblos y de las naciones o nacionalidades deben ser respetados y, incluso, promovidos por los Estados, los cuales de ninguna manera pueden, según derecho y justicia perseguirlos, destruirlos o asimilarlos a otra cultura mayoritaria. La existencia de la nación catalana exige una adecuada estructura jurídico-política que haga viable el ejercicio de los derechos mencionados".
Nadie desde Roma o desde Añastro dijo lo contrario, entre otras cosas porque la Iglesia no está para definir dogmáticamente qué pueblo es una nación y cuál es una simple región. Por tanto, desde la fidelidad al magisterio católico, la nación catalana tiene todo el derecho a ser independiente. El que una Constitución ya caduca lo impida, no cambia las cosas. No hay texto legal que pueda parar las legítimas aspiraciones de un pueblo, siempre que las mismas se lleven a cabo de forma pacífica (no ocurre lo mismo en el País Vasco).
Dice Quinto Sertorius:
Muchos catalanes se formulan preguntas parecidas a las siguientes: ¿Qué se imaginan los españolistas que es el catalán y la cultura vehiculada por este idioma para sus hablantes –es decir nosotros-? ¿Una impostura para hacerles la puñeta? ¿Una invención para pastelearnos unos euros? ¿Una cosa propia del Kazajstán? ¿Como se han forjado opinión sobre nuestra historia y qué saben? ¿De donde debe ser lengua vehicular de la enseñanza, en Turquía? ¿Qué sensación le queda a un catalán cuando oye hablar a Aznar de cavernas identitarias? ¿Por qué hay españoles que les molesta que nuestra lengua materna sea la lengua predominante en el espacio público catalán?
Yo juraría que a los españolistas no les molesta lo más mínimo el catalán. Más bien les molesta que el catalán se imponga, sí o sí, a los que tienen el castellano como lengua materna. Les molesta que si montas un negocio y lo llamas “Pescadería Pepe” y no “Peixateria Pep", te va a caer una multa que te dejará arruinado para toda la vida. Les molesta que en España haya regiones o comunidad autónomas -no sólo Cataluña- donde no se puede escolarizar a los hijos en castellano, lo cual, dicho sea de paso, no impediría aprender los otros idiomas oficiales en dichas regiones. Pero claro, si se parte de que Cataluña no es una región sino una nación; si se parte de que esos ciudadanos que en Cataluña hablan castellano no son en realidad catalanes de pura cepa sino inmigrantes de al sur del Ebro, entonces la cosa cambia.
Yo insisto. Si así pensáis, ya estáis tardando en independizaros. Coged los bártulos y declarad vuestra independencia desde el Parlamento catalán. No os preocupéis por el ejército español. Nadie lo enviará a las calles de Barcelona para impedir una secesión. La Constitución española es ya papel higiénico para ser arrojado por la cloaca de la historia. No podéis formar parte de un Estado que no se respeta a sí mismo y que, según decís, nos os deja ser lo que sentís que sois.
Dice Quinto Sertorius:
Estamos acostumbrados a mentalidades y respuestas coloniales. También a lo que ello genera, al enroque y a los vividores de nuestro victimismo. Suspenso para los dos.
No se encontrará en mí ninguna mentalidad colonial. A día de hoy, me conformo con que Aragón, donde vivo, no se convierta en una colonia de la Gran Cataluña independiente, o que la Franja Oriental de la provincia oscense -esa cuyas parroquias tienen unos bienes que la diócesis de Lérida se niega a devolver aunque Roma se lo ha exigido- pueda seguir siendo aragonesa. Supongo que muchos valencianos y mallorquines piensan parecido.
Dice Quinto Sertorius:
La comodidad de lo catalán en España no es una cuestión únicamente económica. Más bien diría, especialmente desde un plano no materialista, que no es económica. Es una cuestión de dignidad, de sentir cómo uno está en un Estado que sabes que tiene entre sus objetivos la salvaguarda y promoción del catalán y su cultura vinculada, no por obligación, ni para que nos callemos, ni por caridad, ni por conmiseración sino por convicción. Porque se entiende que sin lo catalán España es menos España. Porque es una pata más de una misma mesa. Es un giro copernicano de mentalidad que no interesa hacer a mucho estratega del PP ni de CiU.
No entro en la parte económica, aunque con el actual estatuto sería un tema para abordar en profundidad. Insisto en que el problema no es que España asuma la promoción del catalán, sino que Cataluña acepte que no puede perseguir al castellano y la cutlura española -corridas de toros incluidas- como de hecho ocurre. Que se asuma que lo español es tan parte de Cataluña como lo específicamente catalán.
Pero en todo caso, eso a mí ya me da un poco igual. Efectivamente España es menos España sin Cataluña. Como lo sería sin el País Vasco. Pero aun así, seguiría siendo España. Y hay quien piensa que incluso sería una España mejor. A veces es preferible vivir manco y cojo que vivir con un brazo y una pierna que amenazan gravemente la salud de todo el cuerpo.
Dice Quinto Sertorius:
En medio del debate nacional, a menudo tedioso, cansino, agotador, lo que produce más desazón es la respuesta inmoderada en los temas identitarios de los moderados. Para los católicos catalanes no progresistas es sumamente desconcertante oír, en medios como Intereconomía, la COPE , la Razón o las Universidades del grupo CEU, escritores y propagandistas católicos contemporáneos de lengua materna castellana dar rienda suelta a un nacionalismo españolista muy humillante, por la manera despreciativa en que se refieren al catalán mientras, simultáneamente, con gran categoría intelectual, no se arrugan un ápice en defender públicamente la vida humana desde la concepción hasta su final natural en este mundo, el matrimonio y la familia cristianos tradicionales y otros temas doctrinales y morales católicos que necesitan de una vindicación valiente.
Esta manía de confundir la crítica, e incluso el desprecio, hacia el nacionalismo catalán con la crítica el desprecio a Cataluña entera, es peligroso. Apoya la idea de la identificación de un pueblo con una postura política concreta, por muy mayoritaria que sea, que nos recuerda a los totalitarismo nacionalistas en Europa del pasado siglo. Si los católicos catalanes encuentran raro que los católicos españoles critiquen a sus políticos a la vez que critican el aborto y defienden la familia, es que no son capaces de distinguir las churras de las merinas. Por ejemplo, el que yo esté al 100% de acuerdo con Miró i Ardèvol sobre el aborto y el matrimonio homosexual no me obliga a estar de acuerdo con su concepción sobre lo que es España y Cataluña. Y viceversa. O el que yo esté al 100% de acuerdo con Germinans germinabit sobre lo que es necesario para mejorar la situación de la Iglesia en Cataluña no significa que tenga que asumir las tesis de Quinto Sertorius sobre el “encaje Cataluña-España", ni él las mías. No confundamos al personal. Como católicos tenemos el deber de estar de acuerdo en lo fundamental. Pero la identidad de Cataluña y de España no forma parte del dogma católico.
Dice Quinto Sertorius:
¿Qué cara poner cuando escritores como Juan Manuel de Prada, de preclara y ordenada cabeza, sensato juicio y modelo de intelectual católico para nuestra web, o Luís Fernando Pérez Bustamante (quien como un león sale siempre en nuestra defensa cuando somos atacados “por los nuestros”) se aproximan a la realidad histórica y cultural catalana a menudo con tan poco conocimiento?
Hombre, no sé qué habrá escrito Juan Manuel de Prada, pero yo no recuerdo haberme acercado a la realidad histórica y cultural catalana ni poco ni mucho ni nada. El otro día escribí un artículo sobre las posibles consecuencias eclesiales tras la sentencia sobre el “estatut”. Fuera de ello, mi discurso sobre la Iglesia en Cataluña ha sido bastante coincidente con el de Germinans, sin que yo haya entrado en realidades históricas y culturales de ningún tipo.
Es más, como Quinto Sertorius habrá podido constatar, y si no lo ha hecho con el post mencionado lo hará con este, mi postura sobre el “famoso encaje Cataluña-España” es bien simple: No hay necesidad de ese encaje. Es más, en estos momentos considero ese encaje como perjudicial para el resto de España. Mi opinión, dicho sea de paso, me aleja mucho de las posturas políticas que se me suelen atribuir, y que sostienen que la defensa de la unidad de España, una, grande y libre, es poco menos que un deber sagrado.
Yo más bien creo, como dice la Escritura, que los pueblos cosechan lo que han sembrado. En España llevamos una generación cosechando muerte, inmoralidad, división y enfrentamiento entre pueblos hermanos. La sociedad española, y con ella la catalana, ha renunciado mayoritariamente a ser católica. Es normal que recojamos división, separatismo y esterilidad espiritual y moral. Si la Iglesia en Cataluña cree que el nacionalismo español, eclesial y político, le impide llevar a cabo adecuadamente su labor espiritual, es su deber pedir la independencia de su nación y solicitar a Roma su propia conferencia episcopal nacional, separada ya de la española. La unidad de España puede ser un bien moral, pero de poco vale una España unidad si no es cristiana. Y de poco vale una Cataluña dentro de España si el “famoso encaje” impide a sus iglesias locales desempeñar su labor evangelizadora. Al fin y al cabo, lo que de verdad me une a un buen católico catalán no es nuestro DNI terrenal, sino nuestro DNI espiritual. Mi apoyo a la labor de Germinans está muy por encima de estas menudencias, pero sería bueno que las dejáramos en el lugar que les corresponde.
Luis Fernando Pérez