La Madre del Negro Manuel
Muchas felicidades a todos los argentinos. Hoy, ocho de mayo, es la fiesta de Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina.
Esto a mí me recuerda que, vayamos donde vayamos, los cristianos tenemos hermanos, con una misma Madre. Hace un par de veranos, estuve de viaje en Tailandia, y para mí fue un gran consuelo ir a Misa a una iglesia de los salesianos dedicada a María Auxiliadora o ver en un jardín una imagen de la Inmaculada. También cuando estuve en Egipto me alegraba ver, en el barrio copto, cómo los cristianos ponían cuadros de la Virgen en la puerta de sus casas, para identificarse.
En el caso de Argentina la cosa está mucho más clara, porque el país entero está dedicado a Nuestra Señora de Luján. ¿Cómo puede no caerme simpático un país dedicado a mi Madre? Si alguna vez dejara de hablarse en Argentina el español y se olvidara toda memoria de España, espero que quede allí la devoción a Nuestra Señora y el amor a su Hijo como el legado que verdaderamente importa de la presencia española en aquellas tierras.
“Una humilde imagen de su limpia y pura Concepción
se quedó milagrosamente en la Villa de Luján
como signo de su maternal protección
sobre tu pueblo peregrinante en la Argentina".
Del Prefacio de la Solemnidad
Quien no conozca la historia de la imagen, que se remonta al s. XVII, puede encontrarla aquí. Dos imágenes de la Virgen, procedentes de Brasil, estaban destinadas a Sumampa. Sin embargo, al llegar a una estancia junto al río Lujan, fue imposible conseguir que la carreta que llevaba las imágenes se moviera para continuar el camino, ni siquiera añadiendo más bueyes que tirasen de ella. Después de varias pruebas, se dieron cuenta de que con una de las imágenes era posible mover la carreta, pero con la otra no, así que decidieron que la Virgen deseaba que se hiciera allí un santuario y dejaron la imagen en la casa más cercana, de un tal Don Rosendo. Es otro de esos casos en los que el lugar para un santuario viene indicado por una acción divina. En cualquier lugar se puede adorar a Dios y venerar a su Madre, pero Dios sabe que, como seres humanos, necesitamos lugares especiales que nos ayuden a volvernos hacia él.
Hay un detalle que me gusta especialmente con respecto a este santuario: la historia del Negro Manuel. Cuando era niño, Manuel fue capturado en África y vendido como esclavo en el Brasil. Con veinte años, iba en el mismo barco en el que venía la imagen de la Virgen y fue testigo del milagro que llevó a que la imagen se quedara en la casa de Don Rosendo. Manuel, no se sabe cómo, consiguió quedarse también allí y dedicó su vida a cuidar de la imagen de la Virgen y del culto que fue surgiendo en torno a ella. Hablaba a los peregrinos de la Virgen y les animaba a encomendarse a ella, siendo testigo de numerosos milagros (entre ellos la curación del que sería el primer capellán). Incluso cuando la casa quedó prácticamente abandonada a la muerte de Don Rosendo, él permaneció allí.
Al leer la historia de Manuel, he sentido cierta envidia, en el buen sentido de la palabra. Nació en un lugar perdido de África y sufrió la terrible desgracia de ser esclavizado y arrancado de su familia. Sin embargo, Dios sacó un gran bien de esa desgracia y dirigió su vida, a través de caminos complicados y aparentemente sin sentido, para que finalmente conociera a su Madre y, como anticipo del cielo, pudiera dedicarse a servirla. Espero que Dios conduzca así mi vida para que absolutamente todo lo que me suceda me lleve hacia él y hacia su bendita Madre.