InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

22.09.18

China y el Vaticano: ¿qué podría salir mal?

A no ser que uno acostumbre a pasear con bastón blanco, es imposible no ver con preocupación la conclusión de un acuerdo  entre la China comunista y el Vaticano sobre el nombramiento de obispos. Es cierto que la relación con las autoridades seculares siempre es complicada, porque se entrecruzan dos mundos —dos espadas, como se decía en la Edad Media— con normas, principios y formas de actuar diferentes: la Iglesia y los gobiernos civiles. A veces, lo mejor es enemigo de lo bueno y la Iglesia tiene que ceder en cosas secundarias para mantener las verdaderamente importantes.

Aun así, cuesta mucho comprender que se ceda de esta manera a las exigencias del gobierno chino en un tema tan crucial para la Iglesia como es el nombramiento de obispos. Durante décadas, los católicos chinos han resistido contra viento y marea la persecución, dando a menudo la vida por ser fieles a Roma. Y ahora, Roma les dice que no era para tanto, que, en realidad, era todo un malentendido, porque la propia Roma está dispuesta a someterse al comunismo chino.

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7.09.18

Monjes que no rezan


En el último artículo, hablábamos de misioneros que no evangelizaban y de que ese era el auténtico problema de la Iglesia en la Amazonia. Se me ha ocurrido que podríamos completarlo analizando cuál es la causa principal de la decadencia que sufren las órdenes religiosas, tomando como ejemplo un caso reciente y relativamente cercano a aquella zona,

Se trata del escrito de un Abad benedictino colombiano que explica que ha dejado de creer en la oración de petición y que ya no le pide nada a Dios:

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5.09.18

Sugerencia para el Sínodo: el problema de la Iglesia en la Amazonia

Hace tiempo que se viene preparando el Sínodo de los Obispos de 2019 sobre la Amazonia, con diversos documentos y reuniones. Es una región geográficamente muy amplia y, sin duda alguna, la Iglesia se enfrenta en ella a multitud de problemas muy diversos. 

En mi opinión, sin embargo, hay un problema fundamental, que empequeñece a todos los demás. No creo que haga falta un costoso sínodo para darse cuenta de ello, sino que basta observar un poco la realidad. Como ejemplo, propongo leer la entrevista otorgada recientemente por dos misioneros agustinos a Religión Digital.

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16.08.18

La Croix, otra vez

Hace mes y medio, tras el referéndum irlandés favorable al aborto, informamos de que el famoso periódico católico francés La Croix había publicado un editorial elogiando la decisión de los irlandeses. En él se repetían prácticamente todos los argumentos en pro del aborto: la “urgencia de salud pública” producida por las mujeres que morían al acudir al aborto clandestino, lo “digno y pluralista” que había sido el diálogo sobre un tema que debería ser innegociable, el “respeto” por su resultado y la distinción entre una “vida que ya existe” y otra que solo está “en desarrollo”.

Quizá lo más significativo fue el silencio de la Conferencia Episcopal Francesa (excepto algún obispo individual) y el de la orden religiosa a la que pertenece el diario, los agustinos de la Asunción. ¿Les pilló desprevenidos y no supieron cómo reaccionar? ¿Fue un error puntual que ya se ha corregido y no se volverá a repetir? Parece que no, porque, después de la votación en la Argentina, La Croix volvió a publicar un artículo favorable al aborto. De nuevo, con la queja solitaria del mismo obispo, Mons. Bernard Guinoux, en su cuenta de Twitter.

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10.08.18

Donde no hay odio a la herejía, no hay santidad

El colmo de la deslealtad para con Dios es la herejía. Es el pecado de los pecados, lo más odioso de las cosas que Dios contempla desde el cielo en este mundo malvado. Apenas entendemos, sin embargo, lo detestable que resulta. Es la contaminación de la verdad de Dios, la peor de las impurezas.

Aun así, no le damos importancia. Contemplamos la herejía y permanecemos tranquilos. La tocamos y no nos estremecemos. Nos mezclamos con ella y no sentimos temor. Vemos cómo afecta a cosas sagradas y no tenemos sensación de sacrilegio. Aspiramos su olor y no mostramos ninguna señal de rechazo o asco. Algunos buscamos su amistad e incluso atenuamos su culpa. No amamos lo suficiente a Dios como para airarnos por causa de su gloria. No amamos lo suficiente a los hombres como para tener con ellos la caridad de decirles la verdad que necesitan sus almas.

Habiendo perdido el tacto, el gusto, la vista y todos los sentidos celestiales, podemos habitar en medio de esta plaga odiosa, con tranquilidad imperturbable, acostumbrados a su vileza, presumiendo de lo liberales que somos, incluso con cierta diligente ostentación de simpatía y tolerancia.

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