¿El último dogma que queda?
Me ha entristecido leer la noticia de que se ha suspendido a un sacerdote español por haber defendido públicamente que el Papa dice herejías y que, por lo tanto, su nombramiento como papa fue nulo. No es el primer caso y, en otros lugares como Italia o Hispanoamérica, varios sacerdotes han sido disciplinados por motivos similares.
Conviene indicar desde el principio que la causa de esta tristeza no es que yo esté de acuerdo con el pobre sacerdote, porque su postura es insostenible. Como todos los sedevacantistas, piensa que quien dice cosas contrarias a la fe no puede ser papa y, puesto que Francisco ha dicho en varias ocasiones cosas contrarias a la fe y la moral de la Iglesia, la conclusión inevitable es que no es el verdadero papa y su nombramiento fue nulo. El problema es que la premisa inicial no pertenece a la fe de la Iglesia, sino que se apoya en sentimientos y creencias particulares.