Au contraire, Monsieur l’évêque
Cuentan que a un francés le preguntaron si había podido comer algo durante la agitada travesía en barco que acababa de realizar. “Au contraire!”, respondió él, con el rostro aún algo verdoso.
La anécdota me ha venido a la cabeza al leer una cosa que contó D. Jorge en su blog. Según parece, hay obispos que le animan a seguir escribiendo y, hace poco, uno de allende los mares, le dijo que “hay cosas que se deben decir pero que los obispos no siempre deben hacerlo”, y que decir esas cosas les tocaba a los sacerdotes.
Entiendo a lo que se refería el señor Obispo (que ya demuestra buen gusto al elogiar a D. Jorge), pero, teniendo en cuenta nuestras circunstancias, no puedo evitar pensar: “¡al contrario!”. Los últimos que deben callarse son los obispos. Quizás no haya habido ninguna generación en la historia de la Iglesia (y ha habido algunas terribles) en que los obispos hayan estado más callados sobre lo esencial. Todo lo que es políticamente incorrecto de la doctrina católica se acalla o solo se menciona en los términos más vagos, diluidos e inofensivos posibles, porque el mundo no quiere oírlo. Si no hablas para advertir al pecador de su mal camino a fin de que viva, ese pecador morirá por su maldad, pero yo te pediré cuentas de su sangre.