¿Tenemos que ser el perejil de todas las salsas?
Leo en Internet que la Conferencia Episcopal de Paraguay ha publicado una nota sobre los peligros para la salud por el uso del tabaco y las carencias de un proyecto de ley sobre este tema que el Senado paraguayo ha enviado al Congreso del mismo país. El punto central de la nota es que: “De acuerdo con las explicaciones y recomendaciones del Ministerio de Salud Pública, la Conferencia Episcopal Paraguaya, CEP, por un deber pastoral, exhorta a los legisladores, en especial a los miembros de la Cámara de Diputados, a velar por la salud de la población respetando irrestrictamente el contenido y el espíritu del “Convenio Marco de la OMS para el control del Tabaco” y las directrices emanadas de la misma institución para su aplicación, porque sólo así se estaría cumpliendo con el mandato constitucional de “proteger y promover la salud"… sobre todo de los niños y jóvenes”.
Al margen de la valoración de este caso concreto (que me interesa muy poco, como es lógico), la noticia me ha hecho plantearme la siguiente cuestión: ¿Pinta algo la Iglesia opinando sobre todos los temas imaginables, muchos de los cuales no tienen más que una lejanísima relación con su misión (en el mejor de los casos)? ¿Es adecuado que opinen los obispos y las conferencias episcopales sobre temas meramente sanitarios, políticos, técnicos, jurídicos, etc. que son completamente opinables para un católico? ¿Es parte de la misión episcopal el defender el convenio marco de la Organización Mundial de la Salud para el control del Tabaco? ¿Tienen que meterse a decidir si la nueva ley paraguaya se ajusta mejor o peor a ese convenio marco que la anterior? O, por decirlo más castizamente, ¿tenemos que ser el perejil de todas las salsas?