En una declaración enviada a LifeSiteNews, Mons. Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astana (Kazajstán) apoya la Profesion de Fe publicada hace unos días por el cardenal Müller, antiguo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y responde a las críticas del cardenal Kasper contra ella. La declaración me ha parecido tan interesante que he decidido traducirla para el blog.
Hace unos días, el cardenal Kasper afirmó que la Profesión de Fe del card. Müller era una “verdad a medias” y, por lo tanto, no era la “verdad católica". También indicó que le había “horrorizado” y comparó a Müller con Lutero por atreverse a hablar del Anticristo, a pesar de que solo estaba citando lo que decía el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el tema. Otros prelados defendieron y elogiaron al cardenal Müller, como Mons. Thomas Tobin, obispo de Providence (Estados Unidos), pero ninguno con tanto énfasis como Mons. Schneider acaba de hacerlo.
Conviene señalar que, en lenguaje eclesiástico, la respuesta de Mons. Schneider es durísima. En efecto, en la actualidad es muy poco frecuente (casi nunca visto si exceptuamos el precedente del propio Kasper), que un obispo critique así en público a otro de esta manera, llegando al extremo de poner directamente en duda que su fe sea verdaderamente católica: “lo único que ha demostrado el cardenal Kasper es que ya no vive la fe de los Apóstoles”. Difícilmente podría encontrarse una acusación más grave para un obispo católico, porque la fe de la Iglesia es la misma que la de los Apóstoles y, si alguien tiene otra, es que su fe no es auténtica.
La corrección pública es aún más llamativa si tenemos en cuenta que Mons. Schneider solo es obispo auxiliar de una diócesis remota, mientras que Kasper es cardenal y demostró gozar de una gran influencia en los Sínodos de la Familia, hasta el punto de que suele considerarse el principal impulsor de la comunión a los divorciados vueltos a casar, una idea que llevaba décadas defendiendo. La historia de la Iglesia, sin embargo, está llena de obispos, clérigos e incluso laicos que no han dudado en alzar la voz para rechazar desviaciones de la fe, vinieran de quien viniesen. Quizá “David contra Goliat” no sería una comparación exagerada en este caso. Y ya sabemos cómo, contra todas las predicciones, terminó aquella historia.
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